El racismo de las élites de poder en Guatemala en la obra de Marta Casaús (historiadora)
La formación histórica de los grupos dominantes en América Latina ha sido un tema poco estudiado. Existen escasos trabajos que rastreen la historia de su conformación en la larga duración, y existen aún menos investigaciones que indaguen en las orientaciones político-ideológicas en países como Guatemala.
Las redes de parentesco que sostienen las bases económicas de dichos grupos en distintos momentos históricos fue el tema de investigación que, desde los años ochenta del siglo XX, realizó Marta Casaús Arzú, historiadora y politóloga guatemalteca. Casaús, quien fue también mi profesora, se dedicó a documentar la evolución y las modalidades de vinculación de las oligarquías con el poder político desde la época colonial y postcolonial hasta llegar a nuestros días.
El trabajo de Marta Casaús Arzú constituye un referente, del cual tenemos mucho que aprender en las Ciencias Sociales y en la vida pública en Chiapas, para analizar el pensamiento y las prácticas de las oligarquías, que siguen imaginando a los pueblos indígenas como “atrasados” y “subdesarrollados”, asociándolos con su composición étnica y con los vestigios del pasado.
El pensamiento racista en la oligarquía guatemalteca
Entre 1979 y 1980, Marta Casaús Arzú realizó una encuesta entre las 22 familias con mayor poder de Guatemala, aquellas que concentraban la mayor riqueza y dominio político y social, pero también el mayor número de redes interfamiliares. Uno de sus hallazgos fue que muchas de dichas familias realizaban ciertos matrimonios para acumular más poder.
El hallazgo más importante de su investigación radica en la demostración de que el racismo opera como una ideología que se extiende a todo el grupo social dominante. Al preguntarles por su adscripción étnica (“¿usted qué se considera?”, “razone su respuesta” o “¿cree usted que tiene algo de sangre indígena?”), una gran mayoría de los individuos entrevistados respondieron que se consideraban blancos y criollos, ninguno se consideró indígena, y muy pocos mestizos o ladinos.
De la auto-identificación a la discriminación hacia los pueblos indígenas
Los entrevistados con estudios superior negaron de manera más rotunda poseer sangre indígena, y fueron los que tenían solo estudios de primaria quienes consideraban que sí tenían sangre indígena. Para Casaús, en la auto-identificación, y en la adscripción étnica es en donde empieza a operar el principio discriminatorio hacia los pueblos indígenas, por considerarse biológicamente blancos puros y sin mezcla de sangre.
Una gran mayoría se consideraban blancos, debido a su ascendencia española o europea. En sus propias representaciones, sus antepasados lejanos europeos son los que les conferían la identidad como blancos. Incluso algunos de ellos llegaron a mostrar “pruebas” como los certificados de pureza de sangre, así como poseer el grupo sanguíneo “0” negativo, como prueba de su ascendencia vasca y de la ausencia de mestizaje, argumentos evidentemente falsos. Hoy sabemos que las “razas” no existen, que fueron un invento del siglo XIX para controlar poblaciones, pero lo que sí existe es el racismo biológico.
Pigmentocracia elaborada por las élites blancas
En el estudio realizado por Casaús en los años ochenta, la pigmentocracia aparece como un elemento importante en la ideología de la clase dominante. Ésta se entiende como prejuicio étnico elaborado por las élites blancas que controlan el poder y los medios de comunicación, y que construyen un discurso racista.
La pigmentación de la piel y la pureza de sangre es una obsesión y un elemento significativo y reiterativo, y en el estudio de Marta Casaús, aparece a lo largo de varios siglos en los discursos y prácticas de varias familias de la élite guatemalteca. Si hiciéramos este mismo estudio en Chiapas, ¿obtendríamos resultados similares?
La colonización española en los imaginarios de la élite
En las preguntas de la encuesta, Casaús también llegó a preguntar a los individuos de las élites de poder: “¿qué hubiera sucedido de no haber llegado los españoles, ni ningún otro pueblo europeo, a colonizar Guatemala? Una gran parte de los entrevistados respondieron que se habría producido un desarrollo diferente, menor o más lento, y que Guatemala se encontraría en un tremendo atraso. “Estaríamos subidos a los árboles” o “estaríamos en un estado de total salvajismo”. Otro imaginario que predominó en el estudio es que una ventaja de la conquista fue que contribuyó a la “mejora de la raza”.
Para Casaús, estos imaginarios representan un enorme desconocimiento histórico acerca de la civilización maya, además de que vincular el concepto de desarrollo a Europa o Norteamérica supone cierto grado de eurocentrismo, algo común en el pensamiento liberal y neoliberal.
Prejuicios y estereotipos que llevaron a las masacres y al exterminio
En la encuesta realizada por Casaús se identificaron distintos adjetivos negativos para caracterizar a los indígenas, muchos de ellos relacionados con los rasgos físicos. Uno de los hallazgos de Casaús fue observar cómo dichos prejuicios étnicos y de clase, están directamente relacionados con la posición de clase de la oligarquía y con la explotación y opresión que ejercen sobre los pueblos indígenas.
Así en las opiniones de los entrevistados, los pueblos indígenas y negros eran considerados como grupos inferiores, lo que para Casaús constituye un ejercicio recurrente en todas las relaciones de producción y de discriminación en todos los niveles: económico, político, social y cultural.
Uno de los puntos más inquietantes de la encuesta realizada por Casaús se relacionó con las opiniones de algunos partidarios que propusieron no sólo la integración o ladinización de los pueblos indígenas, sino su total exterminio.
El racismo que produjo un genocidio
Entre 1982 y 1983, el gobierno de facto de Efraín Ríos Montt realizó una campaña de exterminio contra los pueblos indígenas en Guatemala, asesinando a más de 30 mil personas, particularmente a ixiles, q’eqchi’, kachiqueles y achis. Bajo las premisas de las élites de poder arriba mencionadas, Ríos Montt equiparó a los pueblos indígenas con comunistas, demonios, generando un nuevo estereotipo, la demonización de los indígenas por su participación política y por su idolatría.
El trabajo de Marta Casaús sirvió 33 años después, en el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt realizado en el año 2013, para demostrar cómo los juicios racistas de las élites de poder, registrados en su encuesta de los años ochenta, contenían imaginarios genocidas contra la población indígena. Así en su libro “Linaje y racismo” (1992), Casaús explicó:
Probablemente estos juicios de valor que forman parte del inconsciente colectivo del núcleo oligárquico se convirtieron en una práctica política de la clase dominante. A partir de 1981 con el apoyo del Ejército, lanzaron una de las mayores ofensivas contra la población indígena y ejecutaron un etnocidio contra dicha población que fue calificado por el Tribunal Permanente de los Pueblos, como “crimen de lesa humanidad”.
El caso Sepur Zarco por violación sexual y esclavitud doméstica
En el año 2016, algunas mujeres q’eqchi’ dieron sus testimonios en el juicio del “Caso Sepur-Zarco”. En este juicio sin precedentes, la violación sexual se reconoció como un arma de guerra, que afectó tanto a las mujeres q’eqchi’ como a los varones, ya que fue una agresión al grupo considerado “contrario” y tuvo como fin su exterminio. El trabajo forzado, la esclavitud y la violación sexual de las mujeres fueron diseñados como tácticas y estrategias para el control de los territorios e implicaron gastos para el ejército (armas, agentes para utilizarlas, etcétera).
Marta Casaús Arzú, presentó un peritaje histórico-antropológico, para ofrecer una interpretación de los hechos. Tuve la oportunidad de colaborar con ella en la elaboración de dicho peritaje en el que explicamos cómo operó la protocolización de las violaciones, las políticas eugenésicas, mezcladas con el racismo de la élite y oligarquía militar, así como con la misoginia y la asociación del cuerpo de las mujeres con la posesión de los territorios. Se sentenció a dos exmilitares por 360 años. Sin duda, los testimonios de las mujeres q’eqchi’, que levantaron su voz y contaron sus experiencias, fueron verdades innegables.
Marta Casaús se presentará el próximo jueves 19 de noviembre de 2020 a las 16:00 (hora Guatemala y hora México) en el Seminario Internacional de Investigación “Memorias en las orillas: mujeres y feministas en las ciencias sociales en Chiapas y Centroamérica”, que coordino en la Fundación María y Antonio Goubaud. Hablaremos sobre el valor de los peritajes con el fin de ayudar a los tribunales a realizar sentencias firmes y propuestas para hacer memoria y justicia social con las víctimas y sobrevivientes del genocidio y de los crímenes de lesa humanidad. ¡Asistan! La charla es abierta y libre y se transmitirá por distintos medios digitales.
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