De la participación al compromiso en programas silvopastoriles
*El silvopastoreo es un tipo de agrosilvicultura en el que se cultivan árboles de baja a media densidad en pastizales, para cumplir con los objetivos de conservación forestal en sistemas socioecológicos donde predomina la ganadería a pequeña escala.
La y los investigadores Aiora Zabala, Luis Enrique García Barrios y Unai Pascual modelaron la diversidad de medios de vida a través de un proyecto piloto silvopastoril en la Reserva de la Biosfera La Sepultura (REBISE), cuyo objetivo se centró en diseñar y orientar políticas públicas para el fomento de dicha modalidad de agricultura.
En ese sentido, señalaron que las regiones tropicales de América Latina son un lugar importante para el cambio de uso de la tierra. En México, Chiapas es el estado que ha sufrido algunas de las tasas más altas de deforestación y muestra poca evidencia de una transición forestal que conduzca a su recuperación.
Así pues, La Sepultura con una amplia gama de ecosistemas es parte de la Reserva de la Biosfera en la Sierra Madre: incluido el bosque mesófilo de montaña tropical considerado el ecosistema más amenazado de México.
En la zona de amortiguamiento de la Reserva, las áreas bajas y laderas orientadas al sur están altamente deforestadas. El entorno de los asentamientos humanos está modificado y el paisaje se ha simplificado o degradado debido a la agricultura, incluida la ganadería. También, la tierra cultivada tiene un riesgo creciente de erosión del suelo. Y, las actividades de subsistencia predominantes incluyen el cultivo de maíz y frijol, así como del café de sombra, y la ganadería.
Dicho esto, Zabala, García Barrios y Pascual indicaron que entre las diversas comunidades en el área de amortiguamiento, Los Ángeles es representativa, por reflejar de manera amplia la historia agrícola de México en los últimos 40 años.
Los Ángeles se estableció en la década de 1960, el bosque circundante fue talado de manera progresiva para cultivar maíz para pastoreo de ganado. La especialización del maíz impulsó la mayor parte de la deforestación inicial. En consecuencia, gran parte de la fauna huyó a lo que en la actualidad es el núcleo del área protegida y la crisis de los medios de vida basados en el maíz llevó a los agricultores a diversificarse, y con la protección de la REBISE se restringió la expansión agropecuaria.
Por lo que, la ganadería se convirtió en la actividad de subsistencia preferida, lo que intensificó la amenaza de degradación del país. Además, está limitada por el capital financiero y la propiedad de la tierra, se percibe como menos riesgosa.
Aunque los precios del mercado internacional influyen mucho en esta preferencia. El régimen de propiedad de la tierra es un híbrido entre el ejido tradicional-tierras comunales, y se reconoce tácitamente la propiedad privada de la tierra, agregaron los investigadores.
Por otra parte, advirtieron que los hogares en México tienen acceso a una amplia gama de pagos externos para diferentes propósitos, incluida la sostenibilidad. Estos influyen en las estrategias de subsistencia, por lo tanto, en el uso de la tierra.
En el caso expuesto por los especialistas, existen muchos esquemas de pago como: extensión ganadera y agrícola, captura de carbono y servicios ecosistémicos hidrológicos.
Se sugiere que, debido a los pagos recibidos y sin la orientación asociada, las personas podrían estar dejando de lado las prácticas tradicionales y la conservación de los recursos locales. Dicho contexto de pagos externos puede afectar la efectividad de los programas de sistema silvopastoriles, al influir en las decisiones de los hogares para invertir su capital humano, natural y financiero, expusieron los investigadores.
Así pues, informaron que un instituto de investigación inició un programa piloto en 2007 para agricultores del ejido de Los Ángeles, con el fin de probar el silvopastoreo. El programa hizo un llamado abierto a la comunidad, quienes recibieron apoyo para cultivar árboles forrajeros nativos en pequeñas parcelas de pasto propias, con hasta tres agricultores por parcela.
El programa también entregó incentivos en el primer año en forma de material de vivero, cercado y capacitación. Después de que un primer grupo de 22 voluntarios, la oficina local de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (CONANP) vio esto como un modelo apropiado para incorporar en su estrategia en 2008. Por consiguiente, proporcionó presupuesto para material de cercado para otros agricultores que se unió al grupo 2 meses después. En 2009, participaron un total de 68 agricultores agrupados en 44 parcelas.
No obstante, los agricultores estaban obligados a plantar los árboles para recibir incentivos. Pero, la recompensa recibida no dependía de si la parcela de árboles forrajeros se había establecido más tarde, por lo que no había condicionalidad a más largo plazo.
Se midieron los resultados en términos de árboles cultivados y prácticas de cuidado. Estos eran muy variables y no se explicaban inmediatamente por variables socioeconómicas estándar observables, como la riqueza o la propiedad de la tierra, detallaron Zabala, García Barrios y Pascual.
Sobre las estrategias de medios de vida en este caso, mencionaron que tienen dos dimensiones clasificatorias principales. En primer lugar, está el gradiente entre la diversidad y la especialización de los medios de vida, en la que predomina la ganadería, agricultura o actividades no agrícolas.
El segundo es la tierra y la riqueza de una familia, pues la propiedad de la tierra aumenta el acceso a los subsidios, brinda oportunidades para escapar de la pobreza y mitiga la vulnerabilidad. La élite de la comunidad, la describieron como individuos que son ejidatarios, tienen más tierra, ganado, mayores niveles de ingresos y pertenecen a la asociación de ganaderos.
En promedio, una quinta parte de los beneficios de un hogar provienen de los subsidios, aunque es variable y algo asociado con la propiedad de la tierra. En el otro extremo, los individuos más pobres suelen especializarse en los cultivos básicos de maíz y frijol o trabajar como jornaleros, y tienen una mayor proporción de gastos en consumo básico.
Por otro lado, los resultados arrojaron luz sobre cómo diseñar programas con incentivos específicos para fomentar prácticas sostenibles de uso de la tierra, como la participación en un programa no garantiza la adopción de la práctica promovida.
Puesto que, las personas que tienen más probabilidades de participar en la etapa inicial, pueden encontrar más obstáculos una vez que están en el programa. En cambio, entre los que no participaron, la falta de tierra apareció como un impedimento determinante.
Se sugiere que la intervención de política que mejor se adapte a la barrera específica del comportamiento proambiental en cuestión sea la más eficaz. Por ejemplo, los tratamientos de bajo compromiso son apropiados para comportamientos de bajo esfuerzo y viceversa, indicaron los investigadores.
Es decir, el cultivo de árboles implica un compromiso de mediano a largo plazo con un esfuerzo moderado pero constante. Por lo tanto, las intervenciones de alto compromiso, como el establecimiento de metas, pueden ser apropiadas.
Por último, los hallazgos ilustraron la importancia de integrar instrumentos de política para lograr objetivos ambientales y sociales. Una combinación de instrumentos, como estrategias de información y cooperación, o reducir el riesgo y la incertidumbre, puede ser eficaz y más apropiado en un contexto con necesidades y motivaciones heterogéneas.
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