Relación asimétrica entre extranjeros, coletos e indígenas de San Cristóbal de las Casas
*Para el año 2015, San Cristóbal recibió a 838 mil visitantes, según datos de la Secretaría de Turismo (SECTUR).
Por Redacción Alexandra Díaz
Gustavo Sánchez Espinosa, investigador en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) de la Unidad Regional Sureste, realizó un artículo titulado “El mundo de los migrantes por estilo de vida, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas”, publicado en Cuicuilco Revista de Ciencias Antropológicas en 2019.
Sánchez Espinosa se mudó en 2012 con su pareja e hijo al pueblo mágico y, atraído por la globalización económica y tecnológica, así como por la mezcla de ideologías y estilos de vida que conviven en la ciudad, tomó como objeto de estudio a los y las migrantes por estilo de vida de una vecindad ubicada en el centro histórico de esta ciudad, con una residencia de al menos seis meses.
Misma en la que el autor vivía con su familia, por ello, a través de la observación y de la propia experiencia del investigador, el estudio se realizó en dicha muestra.
Los y las migrantes por estilo de vida o lifestyle migrants son aquellas y aquellos individuos, que buscan cambiar o mejorar a nivel psíquico, social, cultural, económico, espiritual o de salud, o bien, buscan consumir cultura, ocio y rodearse de pequeñas y grandes comunidades. Son personas de clase media provenientes de países desarrollados que deciden reubicarse en países subdesarrollados, principalmente en zonas turísticas.
Sánchez Espinosa afirmó que el mundo de los migrantes por estilo de vida se fundamenta en cinco imaginarios que tienen que ver con prácticas alimenticias “sanas”: (1) producir, consumir, y comercializar productos orgánicos o artesanales, (2) estar en contacto con el yo interior, (3) organizarse políticamente para la transformación social, (4) deseo de pertenecer a una comunidad y, (5) se guían del ideal indígena, ya que estos y estas son vistos como seres protectores y mediadores de la naturaleza.
El objeto de estudio, es decir, los y las migrantes suele reunirse en espacios públicos de San Cristóbal, como la plaza central, los andadores turísticos, mercados artesanales, centros comerciales que pertenecen a otros/as migrantes por estilo de vida y centros culturales.
Sánchez Espinosa dijo que las personas que buscan un modo de vida alternativo consideran a San Cristóbal como una opción para escapar del bullicio de las grandes ciudades, distanciarse de la salud tradicional, de las religiones institucionalizadas, del capitalismo, el consumo masificado, la educación tradicional y la organización gubernamental de sus lugares de origen.
Por ello, el pueblo mágico se ha convertido en un lugar contemporáneo y cosmopolita con gente de múltiples países europeos, de América Latina y Asia, habitantes de comunidades indígenas de Chiapas y del norte de la República Mexicana.
Sin embargo, la presencia de mujeres y niñas (tzotziles y tzeltales) dedicadas a la venta de textiles y mercancías a través de un comercio semifijo o ambulante, sobresale entre las y los habitantes de la ciudad. Quienes, según Sánchez Espinosa, algunas solo portan la vestimenta tradicional como una estrategia de mercadotecnia, es decir, como una herramienta de venta más que por su identidad indígena.
El investigador destacó que la presencia de extranjeros y extranjeras en el pueblo mágico, se puede rastrear desde una década atrás, en los años 60 con la llegada de jóvenes mexicanos que participaron en los movimientos estudiantiles de ese tiempo. En 1970 con el arribo de jóvenes norteamericanos que se trasladaron por el movimiento hippie y, en diversas oleadas migratorias surgidas en diferentes fechas de la historia: en la década de los 70 con la construcción de la carretera San Cristóbal-Palenque y la modernización del aeropuerto, en los años 80 con la labor social hacia los guatemaltecos refugiados y en los 90, con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Personajes de la vecindad
El investigador afirmó que constantemente hubo cambios de inquilinos/as entre sus sujetos de estudio por la constante movilidad que hay entre ellos y ellas, debido a que algunos/a viajan a sus lugares de origen para trabajar y adquirir dinero que usarán para su próximo viaje a San Cristóbal.
Movilidad que les es posible por el ingreso económico con el que cuentan, al provenir y trabajar en un país desarrollado.
Sánchez Espinosa expresó que la vecindad cuenta con tres habitaciones y cinco departamentos, distribuidos en dos casas, con dos plantas cada una.
La vivienda uno es habitado desde 2012 por Sánchez Espinosa (antropólogo), su pareja (antropóloga) y su hijo. Familia considerada por los y las demás inquilinas como la más tradicional del vecindario.
La dos había sido ocupada por una psicóloga, originaria de Monterrey y un agrónomo de origen francés. Luego, por un matrimonio mexicano.
La vivienda tres por una joven finlandesa que realizaba un trabajo de campo en una Organización No Gubernamental (ONG), ocupada después por una pareja lésbica que tenía un proyecto de teatro de sombras para niños y niñas que presentaban en centros culturales y escuelas en las localidades de San Cristóbal. Cuando ellas se fueron, llegó Edgardo de Ciudad Nezahualcóyotl (ubicado en la Ciudad de México), su esposa Gladys de Bélgica y su hijo Ixchel. Dedicados a la venta de artesanías y tamales veganos.
En el departamento cuatro: habitaba Belinda, una mujer española que dejó su país para “unirse a la lucha” del levantamiento del EZLN.
La vivienda cinco era alquiladas por un guía de turistas mexicano, quien ofrecía servicios turísticos con énfasis en el medio ambiente.
En la seis: Jorge, Araceli y sus dos hijas, dedicados/as a elaborar medicina natural, impartir sesiones de sanación alternativa mediante el sonido de la “trompeta maya” y la elaboración y venta de este mismo instrumento.
En la vivienda siete habitaba Filiberto, el hijo del arrendador, quien, según el investigador, no tiene actitudes alternativas y es el único que tiene trabajo estable (ingeniero en cómputo). Es una persona “sin pretensiones ecológicas, revolucionarias o esotéricas”.
Sánchez Espinosa expresó que esa es: una pequeña muestra que sirve para ilustrar una diversidad de prácticas e imaginarios que son producidos desde la contemporaneidad y por el flujo de ideas, que circulan en una pequeña ciudad influenciada tremendamente por el turismo, la moda y los medios de comunicación.
El investigador enfatizó en la existencia de otros grupos que convergen dentro de la sociedad de San Cristóbal de las Casas, pero a su vez, mantienen una relación asimétrica y diferenciada con los migrantes por estilo de vida que habitan en el centro histórico.
El mundo de los y las indígenas
Sánchez Espinosa expresó que este grupo mantiene únicamente lazos comerciales con el resto de la población, se dedica a la venta de textiles a través del comercio ambulante o en la plaza de Santo Domingo, el mercado de artesanías de San Francisco o la Plaza de la Paz, ubicados en el centro de San Cristóbal. A la venta de verduras, albañilería, jardinería y mantenimiento.
El investigador afirmó que los y las indígenas son un importante motor para la economía del turismo, pues satisfacen las necesidades de las y los migrantes por estilo de vida, así como de los y las visitantes de la ciudad. Sin embargo, se trata de una relación de subordinación y exclusión con bajos salarios y escasos derechos laborales.
Foto: foto 2: Las personas indígenas son las y los menos beneficiados dentro del turismo.
El mundo de los y las coletas
Sánchez Espinosa dijo que los y las coletas son los fundadores/as de la ciudad y no todas las personas nacidas en San Cristóbal, como erróneamente se cree. Expresó que se trata de los y las dueñas principales de las casas coloniales; son dueños/as de hoteles, agencias de viajes, restaurantes de lujo, agencias de carros, medios de comunicación y casas de cambio. Ellos y ellas son los/las “auténticos coletos”.
El mundo de los mestizos
De acuerdo al investigador este sector de la población es el que menos se distingue, ya que los y las mestizas imitan “las actitudes y estilo de vida de los auténticos coletos, de esta manera, niegan o enconden su origen indígena”.
Sánchez Espinosa enfatizó que tanto los/las coletos/as como los/las mestizos/as ven con desagrado la llegada de tantas personas extranjeras a su pueblo porque lo interpretan como “una invasión a sus espacios públicos”, sin embargo, son beneficiados al rentarles viviendas a un precio mayor del que pagarían los y las locales.
Aunque es por esto mismo, que los y las mestizas les niegan la renta de viviendas a las personas indígenas, negándoles el derecho a la ciudad porque prefieren obtener mayores ganancias con los/ las migrantes por estilo de vida. Hecho que según, Sánchez Espinosa, debe ser atendido.
El investigador concluyó que la ciudad necesita vivir del turismo y del dinero que deja la migración por estilo de vida, pero son los coletos/as y mestizos/as quienes resultan más beneficiados/as, ya que, gracias a estos ingresos, aumenta su calidad de vida. Caso contrario en la población indígena, pues ellos y ellas tienen los empleos más pesados y son los/las que obtienen una menor retribución económica por su trabajo, tal como en la época colonial.
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