Desigualdades para las mujeres chiapanecas quienes participan en el campo
*El empleo es una de las variables más importantes para las políticas económicas de un país, por lo que el crecimiento en el número de estos, suele ser un signo de que la economía está bien, además la creciente participación de la mujer en el mercado laboral se ha dado con un mayor nivel de instrucción.
Jorge López, Martínez, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en conjunto con Alejandro Molina Vargas, investigador de la Universidad Politécnica Metropolitana de Hidalgo, llevaron a cabo una investigación en torno a las condiciones laborales de las mujeres mexicanas en dicho sector.
López Martínez y Molina Vargas, señalan que, tan solo en la primera década del siglo XXI, la mitad de la matrícula estudiantil universitaria en México correspondía al sexo femenino, sin embargo, aunque en la actualidad las mujeres cuentan con una mejor preparación académica, esto no se ha visto reflejado en sus percepciones salariales.
En este contexto, es la mujer quien enfrenta un entorno hostil en el sector agropecuario, presenta un esquema de división de salarios que no corresponde a la productividad que el nivel de educación genera, además, la mayor parte se caracteriza, por ser de temporada, es decir, la siembra y la cosecha son factores estacionales que imprimen esta naturaleza a los contratos laborales.
“Las desigualdades entre hombres y mujeres respecto a sus oportunidades laborales ponen a la mujer en una situación más precaria respecto al hombre, lo que amplía las brechas en las tasas de participación y de desempleo entre los dos sexos. Por otro lado, en el ingreso laboral mexicano, los hombres ganan más que las mujeres, a pesar de que se incluye la dotación de capital humano y capacitación”, señalan ambos investigadores.
En cuanto al mercado de trabajo agrícola, los investigadores mencionan que, este se caracteriza por la preferencia a contratar trabajadores hombres y por ser el sector que presenta la menor calidad del empleo.
A su vez, añaden que las mujeres se convierten en un componente secundario en este mercado, pues su ocupación se encuentra vinculada a los ciclos agrícolas, es decir, tienden a encontrarse ocupadas en los picos de demanda, pero a ser desempleadas en las etapas iniciales y finales del ciclo agrícola.
Aun cuando se trata de un sector que ha aumentado su productividad, no ha logrado traspasar un incremento a los salarios, y que este se traduzca en el mejoramiento de la calidad de los empleos, como podría esperarse.
“En promedio, de 2008 a 2017, el sector agropecuario participó en el Producto Interno Bruto (PIB) total con un 3.2%, mientras que los sectores secundario y terciario lo hicieron con un 35.3 y 61.4%, aproximadamente”, añaden López Martínez y Molina Vargas.
La distribución laboral de la mujer en el sector agropecuario presenta características importantes en las ocho zonas económicas de México, lo que permite, observar la situación particular de cada una de las entidades federativas y tener un panorama completo de las condiciones laborales de las mujeres en el sector, así como la elaboración de políticas públicas diseñadas para hacer frente a cada problemática que presenta cada entidad o zona.
“En la participación porcentual de cada entidad federativa en el nivel de ocupación femenina nacional, se observan algunos cambios significativos de 2008 a 2017. El bajo ritmo de crecimiento del sector (1.48% en promedio anual) estuvo acompañado de una reconfiguración porcentual en la ocupación”. enfatizan los investigadores.
Mencionan que, para el 2008, el grueso de la ocupación femenina se concentró en algunos estados de las zonas oriente y suroeste, en especial Puebla, Veracruz y Oaxaca.
Una franja con niveles de ocupación intermedia comprende algunos estados de las zonas centro-norte, centro-sur, suroeste y occidente como son San Luis Potosí, Estado de México, Guerrero, Chiapas, Michoacán y Jalisco.
Algunos estados no presentaron cambios significativos, en 2008 y 2017 continuaron presentando los mejores resultados, son los casos de los estados de Baja California, Baja California Sur, Sinaloa, Chihuahua y Sonora, cuyos índices de condiciones laborales para las mujeres se encuentran entre 0.59 y 0.74.
Por otro lado, los estados que tampoco presentaron cambios importantes, pero que se encuentran con índices de condiciones laborales muy bajos, es decir, que están entre 0.06 y 0.21, son Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
El índice de condiciones laborales muestra las diferencias regionales existentes en el sector agropecuario en México en cuanto a salarios, inclusión a seguridad social y otras prestaciones laborales.
Los investigadores exponen que, como resultado del desarrollo desigual, se encuentran los estados del noroeste y noreste ligados al mercado internacional y, por otro lado, los estados del suroeste y sureste que continúan rezagados.
La determinación de las características de las regiones ofrece la oportunidad de reconocer las entidades federativas donde resulta importante el diseño y la implementación de políticas que ayuden a mejorar las condiciones de la mujer en este campo.
Si bien, los investigadores mencionan que, durante este periodo, la participación del producto agropecuario dentro del producto total fue, en promedio, de tan solo el 32%, a lo largo del periodo, el PIB en esta actividad acumuló un crecimiento del 15.45%, mientras que la ocupación femenina disminuyó en 3%, esto quiere decir que, en este sector, la ley de Okun no se cumple para el caso de las mujeres.
Poco más de la mitad de la producción agropecuaria se concentró en ocho estados de la república: Jalisco, Sinaloa, Michoacán, Veracruz, Sonora, Chihuahua, Guanajuato y Puebla.
Por otro lado, las diferencias regionales de participación laboral de la mujer en el sector son grandes, pues el mercado laboral agropecuario por estados es bastante segmentado, en seis estados se concentró la mitad de la ocupación femenina: Puebla, Oaxaca, Guerrero, Jalisco, Guanajuato y Michoacán.
De estos, los tres primeros son los que más absorben el trabajo femenino, sin embargo, se trata de ocupación no remunerada, esto revela que en dichos estados existe una disociación entre producción agropecuaria y ocupación de las mujeres, pues mientras la contribución al PIB agropecuario es baja, la ocupación no remunerada a ellas es alta.
Por otra parte, en el sector agropecuario, la ocupación femenina con menores remuneraciones se encuentra en los estados del centro sur, suroeste y sureste, donde, a lo largo del periodo de estudio, continúan presentándose porcentajes muy bajos de mujeres que perciben un ingreso de más de cinco salarios mínimos, tal es el caso de Chiapas, donde, de acuerdo con los especialistas, es uno de los estados que menos les permite trabajar a las mujeres en este sector.
Por último, el índice de condiciones laborales que se realiza muestra que los estados del sur, Guerrero, Oaxaca y Chiapas presentan condiciones laborales muy bajas para las mujeres, con índices menores a 0.21, mientras que estados del noroeste como Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Sinaloa y Sonora, aunque no presentan cambios significativos, continúan presentando los mejores resultados, se encuentran entre 0.59 y 0.74.
Dentro de los estados que mejoraron las condiciones laborales se encuentran Querétaro, Aguascalientes, Estado de México, Guanajuato Coahuila y Nuevo León, los cuales tienen una alta industrialización, esto sugiere la existencia de un efecto spillover sobre el sector agropecuario.
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