«México no es un lugar para migrantes, mucho menos si eres trans»
*De acuerdo con un estudio, el Estado mexicano no tiene la capacidad de garantizar a las migrantes trans el respeto a sus derechos, incluso activistas señalan que son las propias autoridades son quienes violentan a la población que se identifica como tal.
De acuerdo al Observatorio de Personas Trans, América central es la segunda región del continente americano en donde más se registran datos de crímenes de odio hacia la comunidad trans por cada 100 habitantes. Honduras encabeza esta lista con 9,926 asesinatos, seguido de El Salvador 4,574 y Belice con 3,013; Guatemala, por su parte, se mantiene con una cifra muy similar, teniendo 2,521, cuatrocientos veinte casos más que México.
Al respecto, Ernesto Antonio Zarco Ortiz, investigador de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), realizó un trabajo entorno a la migración de las mujeres trans, sobre todo tomando en cuenta las experiencias y vivencias de aquellas que se ven obligadas a permanecer por más tiempo en el municipio de Tapachula para buscar la manera de obtener algunos ingresos que les permitan continuar con su trayectoria.
Tapachula es la segunda ciudad más importante del Estado. Debido a su posición geográfica cercana con algunas localidades fronterizas del departamento de San Marcos, Guatemala (El Carmen y Tecún Umán), ha tenido desde hace mucho tiempo gran importancia en las actividades económicas, administrativas y políticas de la región, es decir, se ha convertido en el polo económico más activo de la franja fronteriza de México con Guatemala, tanto por el uso de sus recursos naturales (ganadería, pesca, agricultura), como por la comercialización de bienes y servicios.
Debido al dinamismo de la zona y la cercanía fronteriza con Guatemala, es un punto importante de asentamiento o de paso de las personas que deciden desplazarse de distintos países centroamericanos hacia México y, principalmente, Estados Unidos, pero en especial del triángulo norte, es decir Guatemala, Honduras y El Salvador. Dicha localidad, junto con los municipios fronterizos del sureste mexicano, es caracterizada por procesos económicos, culturales y políticos diversos que repercuten en la calidad de vida de sus habitantes.
“Hay una marcada emigración que está centralmente motivada por el hecho de que es el foco de la violencia más grave que se vive en la región, con tasas de homicidios superiores al promedio mundial y en constante aumento. Los índices de violencia en Honduras, por ejemplo, se registran entre los más altos del mundo. Según el Programa Estado de la Nación (2014), en un ranking entre 132 países, en materia de seguridad personal, donde el lugar 1 representa el país más seguro y el lugar 132 representa el país más inseguro, Honduras, El Salvador y Guatemala ocupan los puestos 125, 121 y 118” resalta Zarco Ortiz.
Por ello, es importante ubicar a Tapachula como una frontera en la que se suscitan procesos socioculturales efectuados por quienes la habitan, que dotan de sentido cada uno de los lugares por los que se desplazan, entendiéndola desde los procesos de diferenciación, desigualdad, inclusión/exclusión en torno a casos de marginación, pobreza, origen, pero también relacionados con situaciones de poder en torno al género y la sexualidad.
Como consecuencia de ello, existen procesos de diferenciación que provocan la exclusión, y, sobre todo, la falta de protección hacia las minorías sexuales relacionadas con la cultura, ya que existen preceptos del “deber ser” legitimados en la cotidianidad de las personas a través de normativas, leyes y reglamentos que desconocen, y por lo tanto no permiten que quienes se asumen como Lesbianas, Gay, Bisexuales o Transgénero (LGBT) puedan vivir sus derechos de manera plena.
“Las personas LGBT pueden ser sometidas por las autoridades del Estado, sus familias o sus comunidades a abuso físico, sexual y verbal y a discriminación, por ser quienes son o por lo que se les percibe ser. Esto puede ser debido a las normas culturales y sociales prevalecientes, que se traducen en intolerancia y prejuicios, o a las leyes nacionales, que reflejan estas actitudes” destaca el investigador.
Es por ello, que las personas que se identifican como LGBT en la región de Centroamérica, migran en busca de espacios seguros y, por ende, menos discriminatorios, donde tengan mejores oportunidades y por lo tanto se les reconozca sus derechos. Sin embargo, llegar a México, la realidad se torna distinta pues, al igual que sus países de origen, el país resulta ser un espacio sumamente excluyente con aquellas personas que asumen una identidad sexual distinta a la hegemónica.
Zarco Ortiz señala que, si bien el Protocolo de actuación para atención a migrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) habla de las prácticas para encauzar el fenómeno migratorio bajo una perspectiva integral de derechos humanos de las personas migrantes, México aún continúa afrontando los retos que nacen del ámbito de la migración, tal es el caso de la atención a migrantes con identidades de género distintas a las normalizadas, en especial la atención a mujeres migrantes transgénero.
“En dicho protocolo se refieren ‘a los conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres’, lo cual resulta ser una práctica excluyente, que relaciona al género con una dicotomía sexual (hombre-mujer), donde las identidades sexuales que salen de dicho binomio, como es el caso de las mujeres transgénero, no son pensadas y mucho menos consideradas; invisibilizándolas y por lo tanto negándoles, por una parte, el derecho al reconocimiento y, por otra, la oportunidad de ser tratadas desde lo que su propia identidad exige” comenta el Zarco Ortiz.
En este sentido, un motivo importante en la migración de personas transgénero se relaciona con la necesidad de huir de la exclusión, la aberración y la normalización a las que son sometidas en su territorio de origen, por no estar dentro de los cánones de ser hombre o mujer heterosexuales, buscando espacios en el que puedan asumir y construir plenamente su identidad sexo-genérica a través de prácticas y modificaciones corporales que permitan transitar de un género a otro.
Ser mujer trans en América es un reto constante, ya que se enfrentan al rechazo diario, incluso de parte de las personas que las rodean y forman parte de su núcleo familiar. Para Marina Fernanda Espejo, mujer trans jalisciense activista de Impulso Trans A.C, la sociedad todavía tiene muchos problemas para garantizarles una buena calidad de vida, puesto que se carecen de políticas públicas adecuadas para que el colectivo trans sea tomado en cuenta como parte fundamental de la sociedad, ya que no cuentan con los derechos básicos como el acceso a la salud y menos a la vivienda.
“El estado no has hace reconocimiento, nos hace andar con una doble identidad, Aun se necesita trabajar mucho en esta problemática y visibilizar las agresiones que sufre la comunidad trans” señala Espejo.
Es importante resaltar que la región centroamericana aún se encuentra estancada en una ideología conservadora que afecta, principalmente, a los países que conforman el triángulo norte de dicha zona, más aún cuando estos países son los principales de donde parte el movimiento migratorio que se desplaza hacia el norte del continente: Estados Unidos.
En el Encuentro Virtual Trans-Migrantes, Espejo coincide con Karla Avelar, defensora de los derechos humanos de mujeres trans de El Salvador que, si bien la población trans es blanco constante de actos de odio, éstos son mucho más frecuentes para las mujeres, puesto que, debido a la misoginia y el machismo que manejan incluso los políticos con la ausencia de leyes e impunidad, las vuelve más vulnerables.
Los procesos migratorios de estas mujeres se encuentran ligados a situaciones de desplazamiento forzado por contextos de marginación y precariedad; pero principalmente por violencias vinculadas a relaciones de poder en cuanto a sexo-género, respondiendo a procedimientos de transformación corporal. Junto a la falta de políticas públicas para migrantes y personas LGBT en el país, se encuentra otro problema.
Las mujeres transgénero migrantes tienen que someterse al escrutinio de lo privado y exponer ante lo público su identidad sexo-genérica, en casos donde son detenidas en las garitas de migración, en redadas u otros sucesos y les es solicitada su identificación oficial, la información de documentos como el pasaporte, la identificación de su país de procedencia o permiso FM3 no coincide con la identidad que han encarnado, por lo tanto, tampoco con el género que ahora han asumido.
Zarco Ortiz presenta el testimonio de varias mujeres trans-migrantes que, han sido víctimas de dicho escrutinio y de la desprotección del Estado al momento de ser detenidas por la policía o los agentes migratorios de Tapachula:
(…) cuando me vine para aquí entré de hombre, me decían muchas amigas que no me fuera a venir de loca porque en el camión no me iban a dejar subir y que ahí en migración ni me iban a dejar entrar, traía pasaporte pues. Así que me vine de Sibrain, así me llamo como hombre.
(…) cuando fui a pedir protección la primera vez fue todo un tormento, me dijeron que fuera de mujer y que dijera que me habían violado allá y que ya no quería estar, pues no era tanta mentira porque sí lo habían hecho, así que me fui bien vestida pues y llegué, me atendieron, y fue una mujer, me trató bien feo hasta me dijo que estaba mintiendo que si saber si era trans, que si solo estaba vistiéndome para engañarlos.
La segunda vez fui y no me la volvieron a dar, que, si usaba peluca, que por eso no me la daban. Ya la tercera vez fue hace poquito pues, pero me la dieron ya después que me había pasado lo de la violación en el albergue, como que les dio lástima, pero bueno me va a servir (Kirath Rivas, mujer migrante trans).
Los flujos migratorios que se suscitan en la región transfronteriza entre Guatemala y el sureste de Chiapas en México son diversos. Estos se conforman por diferentes migrantes que deciden desplazarse, algunas migrando bajo condiciones de vulnerabilidad producidas por contextos de desigualdad, discriminación y, como ya se ha señalado, por violencia.
Como se muestra, el sistema implementa políticas que buscan la reproducción de modos de vida normalizadores lo que provoca la segregación de minorías al no reconocer sus diferencias y, por ende, no dotarlas de derechos. Por consiguiente, los procesos globales buscan la homogenización de los sujetos, dejando de lado procesos de construcción de ciudadanía que consideren las diferencias culturales.
En el caso de las mujeres transgénero centroamericanas en Tapachula, encuentran distintas maneras de hacerse visibles, integrándose en actividades laborales diversas, como por ejemplo la venta de productos en los mercados de la ciudad, como estilistas en estéticas propias o como empleadas, pero también dedicándose al sexo servicio.
“El doble discurso que manejan los políticos queda vulnerarlo porque pone en evidencia que no hay legislación justa para las mujeres (trans) y que deja como gran resultado crímenes por odio, ausencia de leyes, legisladores que se rigen por criterios religiosos, impunidad, discriminación, desplazamiento forzado, privación de la libertad y como trabajo, pues la única salida que queda, en la mayoría de estos lugares, es el trabajo sexual porque no tenemos oportunidades laborales, no tenemos oportunidades de formación académica” resalta Avelar.
La investigación destaca que mediante estas actividades les permiten obtener los recursos monetarios para subsistir, pero también les permitirán introducirse dentro de las dinámicas sociales de la localidad, apropiarse de los lugares en los que se mueven y dotar de experiencia y sentido vivido dichos espacios.
Al negarles el reconocimiento como refugiadas, las autoridades exponen a las migrantes a tener que quedarse dentro del país y obligarlas a continuar, en su mayoría, ejerciendo el trabajo sexual, aunado a que, la ausencia de sus papeles de identificación personal, las vuelve aún más vulnerables a ser víctimas de delitos en su contra y un blanco fácil para quienes se dedican a la trata de personas.
Las activistas recordaron el caso de Fabiola, una chica trans migrante que fue secuestrada por policías federales en Tapachula, quienes, aseguran, la obligaban a prostituirse. Añaden que, hoy en día “Fabi” se encuentra radicando en Estados Unidos, pues logró interponer una denuncia y solicitar el asilo político.
Señalan que estos factores y violaciones a sus derechos como migrantes, les hace más vulnerables ante los crímenes que puedan cometerse en su contra, puesto que en América son muy pocos los países que les otorgan la protección de su integridad, ya que no hay un trato digno para quienes migran buscando huir de las situaciones violentas que atañen sus países de origen.
“México no es un lugar para migrantes, mucho menos si eres trans. Las mujeres trans no son tomadas en cuenta, no tienen papeles para poder llevar a cabo las denuncias y si mueren acá no son registradas como tal, sino como hombres y con ello, las asociaciones no pueden defender sus derechos si no se reconoce el transfeminicidio” finaliza Espejo.
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