Ecología política, el trasfondo que dio pie al avance de la palma de aceite en Chiapas
*La expansión del cultivo de palma de aceite en Chiapas presume la producción y reproducción de relaciones de poder que, en el corto plazo ofrecen ventajas a los ejidatarios, en el largo plazo suponen sumisión a los intereses de determinadas élites dentro del Estado.
Antonio Castellanos Navarrete, investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas, realizó un artículo, donde explica cómo y por qué numerosos pequeños productores han sembrado palma de aceite en el Soconusco y la Selva Lacandona. Los resultados indican que, la expansión de este cultivo en los ejidos de Chiapas es producto de una mezcla de prácticas políticas neoliberales y neocorporativas, puestas en marcha por el Estado, hasta cierto punto consentida por la población rural.
Asimismo, dado por la historia agraria y ambiental de las regiones de estudio. El trabajo defiende, más allá de la cuestión económica, la dimensión política, que es clave para comprender por qué ciertos cultivos y modelos de desarrollo rural llegan a ser predominantes.
Cabe mencionar que, la palma de aceite o palma africana es sinónimo de grandes plantaciones, en manos de empresas agroindustriales. Los pequeños productores son claves en el sector, pues se estima que estos suministran alrededor de 40% del total de aceite de palma producido en el mundo.
“Haciendo uso de la ecología política, en este estudio argumento que, más allá de la cuestión económica, la expansión de la palma de aceite es también consecuencia de ciertas prácticas políticas, tanto por parte del Estado como de los productores y sus organizaciones, vinculadas a la historia agraria y ambiental de las regiones de estudio”, expone el investigador.
La palma de aceite, en su modalidad agroindustrial, es un cultivo en expansión. En la última década ha duplicado el precio del aceite de palma, impulsado la siembra de siete millones de hectáreas de palma, a raíz de la expansión se han divulgado estudios académicos sobre el sector, se logran agrupar tres corrientes, primero sobre la siembra del cultivo en regiones tropicales húmedas, han analizado cómo este cultivo contribuye a la deforestación, al cambio climático y a la pérdida de especies de alto valor ecológico.
A su vez, el ciclo de compra de tierras para este y otros cultivos agroindustriales, han analizado el vínculo entre la expansión de plantaciones de palma del sector privado y el acaparamiento de recursos de comunidades indígenas y campesinas. Por último, estudios han abordado las implicaciones que este cultivo tiene para los pequeños productores y los trabajadores.
Por ello, Castellanos Navarrete menciona que, este estudio se enmarca en esta última corriente, analizando el caso de los pequeños productores de palma de aceite en el estado chiapaneco.
El investigador analizó la dimensión política de la expansión del cultivo de palma de aceite, desde la dimensión social, que tenga en cuenta los aspectos materiales y territoriales que involucra dicho proceso. Recurro para ello a la ecología política. Este enfoque, le permitió politizar problemas de orden ambiental.
Lo anterior, revisando los procesos locales, la demanda de los mercados globales, las políticas de desarrollo instrumentadas por el Estado y las concepciones dominantes sobre lo que es naturaleza y cómo debe ser usada, resultan en procesos de degradación ambiental.
“Esto nos ha servido para comprender mejor la dimensión política de los problemas ambientales y las implicaciones sociales de la degradación ambiental y de las soluciones que se proponen… hago el recorrido inverso y empleo este enfoque para ecologizar el estudio de la expansión de la palma de aceite en Chiapas. De la ecología política se deriva que el poder no es solo una relación social, sino que también está mediado por la naturaleza y el espacio”, expuso el investigador.
Castellanos Navarrete, explico que, la ecología política ofrece bases para estudiar a los pequeños productores de palma aceitera en México. Las ventajas que la ecología política ofrece, es que supera la conceptualización de los productores como individuos en pos de sus intereses económicos.
También, parte de la ecología política se construye a partir de estudios empíricos, con frecuencia etnográficos, que atenúan explicaciones mecanicistas del cambio social; y este enfoque toma en cuenta además las relaciones sociedad-naturaleza.
Por otro lado, el investigador comparte que, en 2016 el cultivo alcanzó las 90 000 hectáreas, distribuida entre los estados de Chiapas, Campeche, Tabasco y Veracruz. En Chiapas la palma de aceite fue, el cultivo que más creció en superficie en la última década se encuentra en la región del Soconusco y de la Selva Lacandona.
Es así como, de las 11 extractoras de aceite crudo de palma en el estado, seis se ubican en el Soconusco, además tres, son propiedad de pequeños productores. El Soconusco destaca por haber sido, quizá la primera región de siembra de este cultivo en México, el sur de la Selva Lacandona por haber involucrado a un gran número de familias rurales en un muy corto período de tiempo.
En el Soconusco, el cultivo de palma se ubica en las llanuras costeras, donde en el último siglo, además de ganadería, se ha desarrollado una agricultura intensiva enfocada en la producción de banano, caña de azúcar y mango. En esta región hay tanto productores de gran escala en tierras tituladas como propiedad privada, como pequeños productores bajo el régimen de tenencia ejidal.
La Selva Lacandona es una región campesina donde los productores se han dedicado a la ganadería. En esta región, el tamaño promedio de las propiedades campesinas es mayor, dado el reparto de tierras que tuvo lugar en la década de 1980 como parte de la política nacional de colonización de tierras baldías.
Es importante mencionar que, el nivel de pobreza es superior a 60% de la población, en ambas regiones. La Selva Lacandona se distingue por la presencia de población indígena y el Soconusco por una mayor superficie titulada como propiedad privada.
El investigador expone que, a diferencia del sector privado, los ejidatarios dependen en buena medida de la mano de obra familiar, suelen tener otros cultivos y en ocasiones algunas cabezas de ganado. Este tipo de productor varía dentro de cada región dadas las diferencias de clase y entre regiones dado el contexto agrario y los vínculos existentes con la economía de mercado.
Por su parte, en el Soconusco, los productores de palma tenían en promedio 9.8 hectáreas de propiedad, de las cuales 5.5 tenían palma de aceite sembrada. En la Selva Lacandona los productores poseían 42.8 hectáreas, de las cuales 13.8 correspondían al cultivo de palma.
En cuanto a la orientación al mercado, los ejidatarios del Soconusco transitaron de cultivos comerciales a palma, mientras que en la Selva la conversión fue de ganado a palma, habiendo un pequeño porcentaje de ejidatarios en ambas regiones que antes de la palma vivía de jornalear.
En cuanto a la legislación agraria, el autor comparte que, esta impide la expropiación de terrenos por deudas o que un ejidatario concentre más de 5% de la superficie en un ejido. Aunque en 1992 se modificó la ley agraria permitiendo la privatización de parcelas y tierras ejidales, han sido pocos los ejidatarios que han optado por hacerlo.
Castellanos Navarrete, añade que, en Chiapas, hasta el 2007, se había privatizado el 6% de las tierras ejidales. En esas circunstancias, la compraventa de tierra suele depender de las asambleas ejidales, es decir, de órganos colectivos compuestos por ejidatarios, que con frecuencia han obstaculizado las ventas a inversionistas y empresas.
Además, los ejidos suelen tener sus tierras distribuidas en áreas de uso común dedicadas a la conservación y áreas parceladas donde, tienen 20 hectáreas como máximo. Tanto las particularidades de la tenencia ejidal como la fragmentación de la propiedad al interior de los ejidos han supuesto un cierto freno a la expansión de los grandes productores en las regiones de estudio.
En Chiapas, existe un gran número de pequeños productores involucrados en el cultivo de palma de aceite, tanto por la existencia de la tenencia ejidal como por el tipo de programas de incentivo puestos en marcha. La entrega de plántulas sin costo y el acceso a subsidios ha permitido a un buen número de pequeños productores sembrar palma de aceite.
Pero, a diferencia de los pequeños productores en otras latitudes, en las regiones de estudio, han podido evitar los contratos individuales de comercialización con las empresas extractoras de aceite, pudiendo vender su fruta al mejor postor. La política hasta ahora impulsada favorece a los productores con mayor superficie, dentro y fuera de los ejidos, e incentiva procesos de diferenciación social.
“En una de mis primeras entrevistas a pequeños productores de palma de aceite, un ejidatario, presidente de una Sociedad de Producción Rural del Soconusco, me comentó ‘organizado uno, lo apetece el gobierno porque uno está unido’”, compartió.
Derivado del comentario, el autor explico cómo el gobierno, en particular a nivel estatal, apoyó de manera preferente a aquellos ejidatarios que estaban organizados. El apoyo a aquellos pequeños productores organizados fue también observable, hasta cierto punto, en los programas federales.
Castellanos Navarrete, hace mención que, en el estado los pequeños productores se han constituido como sujetos clave en la producción de palma de aceite. Esto ha contribuido tanto el régimen de tenencia de la tierra imperante en México como el tipo de intervención gubernamental en operación, en particular a nivel estatal.
En cuanto al proyecto gubernamental de fomento al cultivo, está conformado por una mezcla de políticas neoliberales, en particular a nivel federal, juegan a favor del sector privado y de aquellos con más recursos.
Por otro lado, las políticas neocorporativas, en especial a nivel estatal, han supuesto la inclusión de los ejidatarios organizados. La incorporación colectiva de los pequeños productores al cultivo de palma ha favorecido a una facción del Estado, tanto en el logro de áreas de siembra como en términos de consolidación política en las regiones de estudio.
Es así como, el neocorporativismo ofrece, un espacio de negociación que los ejidatarios valoran y del cual carecerían en un contexto de plena neoliberalización. Es esta intervención estatal, junto con la viabilidad del cultivo y su igualdad con ciertas culturas productivas, contribuyó a la construcción de un grado de consenso a nivel ejidal en cuanto a la siembra de palma en las regiones estudiadas.
Cabe mencionar que, Antonino García, profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo con sede en San Cristóbal de las Casas, expresó que es un error que la administración de Rutilio Escandón Cadenas continúe con el programa de producción de palma de aceite que hicieran sus predecesores, sin mirar las consecuencias que ésta produce a la tierra.
El investigador indicó que en el sexenio de Juan Sabines Guerrero se estableció la meta de alcanzar entre 800 mil a 1 millón de hectáreas de plantaciones de palma de aceite, proyecto que fue secundado por Manuel Velasco Coello y ahora por Rutilio Escandón.
El investigador comunicó que ya son evidentes las afectaciones por la producción de la palma de aceite en Chiapas, ya que está provocando cambios en el uso, fertilidad y descomposición del suelo, además, del impacto en la recolección de agua, ya que el suelo también sirve como esponja para la captación.
Para finalizar, el investigador invitó a las administraciones estatales a documentarse de forma debida con las decenas de trabajos de investigación científica comprobadas que enfatizan en la afectación al suelo de la palma de aceite y así considerar su decisión de seguir con su masiva producción.
Sin comentarios aún.