Condenadas al matrimonio, así es la vida de una joven mujer indígena chol
*De acuerdo a una investigación realizada por Javier Gutiérrez Sánchez, investigador el INAH, ser joven en las comunidades choles de Chiapas significa adquirir la responsabilidad que les otorgan sus usos y costumbres, como trabajar en el campo o casarse.
La juventud es un término que permite identificar el periodo de la vida de una persona que comprende entre la infancia y la adultez, que, de acuerdo al Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE), se ubica entre los 12 a los 29 años. Esta etapa varía según las regiones e incluso dentro de un mismo país, por diversos factores: hereditarios, clima local, estado de salud, alimentación, clase social y cultural, nivel de actividad física o intelectual, cultura, educación, entre otros.
De acuerdo al IMJUVE, las juventudes son recordadas por gran parte de los individuos como una de las etapas más lindas e interesantes de la vida, debido a que es esta etapa la que señala el momento de construcción de nuestra propia identidad, de la toma de decisiones respecto a determinados hechos, así como a la adquisición de ciertos niveles de madurez emocional, intelectual y social.
En México habitan 38.6 millones de jóvenes que comprende la edad dentro del rango. Sin embargo, ser joven es un concepto difícil de definir cuando se trata de contextualizarlo en las comunidades choles del norte de Chiapas, ya que la etapa de la juventud conlleva adoptar los roles que son asignados de acuerdo a los usos y costumbres de la región.
Para Javier Gutiérrez Sánchez, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), definir “lo joven” es un problema cuando se trata de comprender el contexto de las sociedades indígenas, ya que si bien, no puede negarse la presencia de los “jóvenes” en las comunidades; no todos tiene los mismos conceptos de lo que significa formar parte de dicho sector.
Los jóvenes de las comunidades choles se dedican tanto al trabajo como a estudio, por las madrugadas se dirigen a trabajar a sus campos de cultivo, en las calles con los estudiantes rumbo a sus bachilleratos o por las tardes en los parques, sus principales centros de reunión, particularmente los domingos. También se visibilizan en el ir y venir de los taxis, camiones, camionetas o “suburbans”, en donde se transportan aquellos jóvenes migrantes que trabajan en diversos centros de atracción laboral.
“La construcción de “lo joven” encuentra consonancia en las relaciones con los otros, diferentes y diferenciados. De esta manera se abre un amplio abanico de significados que se construyen en sus prácticas y representaciones, por lo tanto, no es lo mismo reproducir “lo joven” en la ciudad y el tipo de ciudad, que en la comunidad ejidal en los municipios tradicionalmente ch’oles que ch’oles en la zona de la Selva Lacandona, como sucede en los ejidos del municipio de Palenque” señala el investigador.
Para ejemplificar, relata el caso de la comunidad del ejido de Nueva Esperanza, porque es una comunidad en donde hay una sólida continuidad de las estructuras religiosas a partir de su participación en las mayordomías y en la reproducción de los saberes relacionados con el ser campesino.
En las mañanas, después del primer canto y antes de que amanezca, los hombres, jóvenes y adultos, se desplazan a sus parcelas de maíz o sus cafetales. Botas de hule, machetes y mecapales serán los acompañantes asiduos como herramientas de trabajo en el campo, asimismo llevarán siempre el pozol envuelto en bolsas plástico, listo para, en un momento de descanso, mezclar con agua para refrescarse y cargarse de energías y poder seguir trabajando.
El ser campesino o dedicarse al campo es una categoría identitaria que abarca a todas estas poblaciones y que signa su pertenencia a la comunidad. Puede que sean también taxistas, albañiles o practiquen otros oficios, pero generalmente se asumirán como campesinos y esto incluye también a la generación de los estudiantes, pues, aunque también se dediquen a estudiar -como sucede con aquellos alumnos inscritos en el bachillerato de la comunidad-, antes de ir a la escuela, en su mayoría, han ido unas horas a laborar en el campo.
Las mujeres jóvenes, incluidas las inscritas en el bachillerato, como parte de la vida cotidiana contribuyen en los quehaceres de la casa, en la preparación de la comida incluyendo la elaboración del pozol y masa para las tortillas con molinos de mano. También parte de su trabajo es la participación -generalmente de toda la familia-, en la cosecha del café y son ellas las que todos los días extienden los granos sobre las calles o en los solares de las casas, y por las tardes los recogen hasta que al final han concluido todo el proceso de secado para su posterior venta.
“Con frecuencia muchas de las estudiantes que cursan el bachillerato ya son casadas, pues una joven que pasa de los 18 años en condición de soltera se considera “vieja” para el matrimonio y candidata poco idónea para ser elegida como esposa” destaca Gutiérrez Sánchez, por lo que la concepción indígena de joven es muy distinta de lo que se conoce en las zonas urbanas.
Estar en sus lugares de origen significa reproducir patrones de comportamiento propios de la comunidad, que, en algunas ocasiones, no les permite disfrutar y explorar su etapa de juventud debido a que deben continuar con el cumplimiento de las costumbres de sus comunidades. No hacerlo así, en uno u otro lado, implica rechazo y discriminación, lo que les acarreará el regaño de sus padres.
“De acuerdo con sus testimonios, en la comunidad el concepto de noviazgo no existe, ellos, si te ven con su hija, primeramente, te van a decir pues sabes qué, ‘¡ya cásate!’, tienen su presión de cuándo va a ser la boda, y es rápido, nada de noviazgo, mientras que en la ciudad los padres sí entienden, puedes ir y hablar con los padres y el noviazgo puede durar más de un año”, señala el investigador.
Es así como las nociones de lo que significa “juventud” se alejan de lo que significa “ser joven” o “lo joven” entre las poblaciones indígenas ch’oles, pues “lo joven” es una etapa generacional que no se vincula con la edad, sino con las condiciones, relaciones y posiciones en el seno y reconocimiento social. De ahí, que “casarse” o estar casado es fundamental, pero también cruzar la frontera marcada al pasar generacionalmente a la edad de los abuelos, que marca una posición y condición social, pero también otra etapa de la vida.
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