Las cuijas; inquilinos incomprendidos
Por Andrea Lizeth Méndez Hernández, Marcos Joaquín Fitz Pérez y Víctor Armando Moreno Avendaño de la Red para la Conservación y Divulgación de los Reptiles Venenosos de Chiapas
En tiempos actuales las personas tenemos infinidad de percepciones y creencias sobre los animales con los que convivimos, y que se han ido propagando de generación en generación. Muchas veces dichas creencias son destinadas a grupos que ni si quiera conocemos de tal forma que podamos afirmar que las atribuciones que se les dan sean ciertas. Uno de esos grupos de especial interés son los reptiles; el aspecto de estos organismos resulta “repugnante” o “raro” para muchas personas y a lo largo del tiempo debido a estas percepciones se han originado variedad de mitos acerca de ellos, como en el caso de las serpientes. Sin embargo, no han sido las únicas mal apreciadas de este grupo, ya que algunas lagartijas también han tenido esta mala fortuna.
Las lagartijas comprenden el grupo más numeroso de todos los reptiles en el mundo, con más 6500 especies; pero, existen algunas de estas que son compañeras nuestras en los hogares tanto de zonas urbanas como rurales, comúnmente llamadas “cuijas”. Estos peculiares seres que comúnmente escuchamos a manera de “cui cui” por las noches pertenecen al grupo de los Geckos, y se distinguen de otros grupos por tener ojos y extremidades (patas) relativamente grandes, principalmente en la región de los dedos. Su cuerpo está cubierto por escamas pequeñas, cualidad que les permite una gran flexibilidad, además, cuentan con una cabeza ligeramente aplanada sin estructuras como crestas o espinas.
Todos hemos visto alguna vez a una de ellas en los techos, paredes o incluso vidrios de nuestros hogares, pero ¿Se han preguntado que les permite adherirse a casi cualquier superficie? Bueno, pues unas estructuras conocidas como “almohadillas adhesivas” o “lamelas” que prácticamente son pequeñas ranuras en la parte de abajo de los dedos que cuentan con pelillos extremadamente finos llamados “setas” y que a su vez estos tienen estructuras aún más pequeñas conocidas como “espátulas”. Cabe mencionar que no todos los geckos tienen esta particularidad, algunos como los que viven en ambientes desérticos no los necesitan.
¿Qué especies viven en nuestros hogares? ¿De dónde provienen estos animalitos? ¿Cuáles son sus funciones ecológicas? ¿Causan algún daño a las personas? Son preguntas que muchos nos hacemos y de las que brevemente hablaremos.
Hay dos o tres especies que regularmente podemos encontrar en nuestras casas, una de ellas es la “cuija besucona asiática” (Hemidactylus frenatus), pequeños reptiles conocidos con una gran variedad de nombres como: “salamanquesas”, “pata de buey” o “besuconas” en algunas regiones debido a sus características vocalizaciones en forma de chillidos. La cuija besucona es una especie nativa del sureste asiático, habitando también en algunas islas del Pacífico y norte de África, y hace un tiempo fue introducida en el continente americano. Para México, se registró por primera vez en Guerrero, al parecer fue introducida a través del Puerto de Acapulco por medio de embarcaciones de carga. Poco a poco la especie ha ampliado su distribución en varios estados como: Chiapas, Colima, Oaxaca, San Luis Potosí, Sinaloa, Tamaulipas y Yucatán.
Otra especie común es el “gecko triste” (Lepidodactylus lugubris), distinguido por tener un dorso gris rosáceo pálido claro a marrón claro, generalmente con un par de puntos marrones prominentes justo antes del par de patas delanteras; es nativo del Sur de Asia desde Sri Lanka hasta el norte de India, también presente en Malasia a través del archipiélago Indoaustraliano, las Filipinas, norte de Australia y las islas de Hawái. Al igual que la primera, el “gecko de luto” como también es conocido ha sido introducido en Nueva Zelanda y en América, en países como: Estados Unidos, México, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Ecuador (también en Islas Galápagos), Colombia, Chile, Perú, Surinam y Brasil.
Algunas otras cuijas que si son nativas de México, y que podemos encontrar viviendo en nuestros hogares son la “la cuija vientre amarillo” (Phyllodactylus tuberculosus), una especie que se encuentra desde México hasta Costa Rica, y con la característica principal de presentar una región ventral en color amarillento; y el peculiar “gecko cabeza amarilla” (Gonatodes albogularis), que en Chiapas habita la parte este de la Planicie Costera del Pacifico y parte de la Sierra Madre de Chiapas.
La mayoría de estas lagartijas son de hábitos nocturnos y podemos darnos cuenta en la disposición vertical de la pupila ocular; las especies diurnas tienen una pupila más redondeada. Se alimentan de insectos y otros invertebrados pequeños y como hemos dicho, son especies sinantrópicas ¿Qué significa esto? Pues son especies que toleran vivir en condiciones urbanas o antropizadas adaptándose a condiciones modificadas por la actividad humana. Ellas viven generalmente dentro de las edificaciones y pueden encontrarse también jardines, masetas, arboles, etc. Algunas de ellas al ser especies exóticas o introducidas (no nativas de la región) su presencia puede presentar repercusiones en las poblaciones locales de lagartijas de otros grupos, ya que sus hábitos alimenticios incluyen comer otras lagartijas y posiblemente sean un depredador más; además de que pueden ser un posible vector de enfermedades y parásitos a la fauna nativa.
Constantemente podemos visualizarlas durante la noche sobre las paredes, cerca de luz artificial ya que atraen a los insectos que ellas consumen. Utilizan sus características vocalizaciones generalmente durante interacciones entre machos, probablemente como parte de la defensa de un territorio. Lamentablemente estos reptiles por su “extraña” apariencia han despertado en la sociedad un enorme temor, debido al desconocimiento acerca de estos animales y por las falsas creencias de que son “malos y venenosos”; esto les ha costado la vida. Según algunos mitos, son muy temidas ya que cuentan que con sus dedos se pegan fuertemente a la piel de las personas donde “muerden” provocando condiciones graves. Otra creencia que se tiene es que envenenan la comida cuando caen accidentalmente en la olla ¡Ambas creencias son totalmente erróneas! ¡Ninguna de ellas es venenosa! Son animales frágiles, tímidos y completamente inofensivos.
Finalmente es importante mencionar que a pesar de que algunas de ellas no pertenecen de manera natural a esta región, cumplen con un papel ecológico muy eficiente, ya que son controladores de poblaciones especialmente de insectos y algunos arácnidos, tales como: mosquitos, cucarachas, hormigas, arañas, entre otros; los cuales están en los hogares y de ese modo evitan que las poblaciones de estos incrementen; siendo grandes aliadas nuestras, pues representan un “fumigador natural” de estos invertebrados que muchas veces se convierten en plagas.
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