Mercado tradicional de San Cristóbal, patrimonio biocultural de los Altos
*El mercado es visto como un atractivo turístico, haciendo que a diario se sumen visitantes nacionales e internacionales, quienes se funden en ese paraíso multiétnico.
*El mercado es un mosaico de colores, olores y sabores, de innumerables sensaciones; no es para la gente que no soporta las muchedumbres, el mercado es para quien le gusta ver gente y caminar en medio de productos y más productos.
A través de la obra “el Mercado Tradicional de San Cristóbal de Las Casas: Patrimonio Biocultural de Chiapas. Una Experiencia Etnobiológica”, Ramón Mariaca Méndez y José Alfonso López Gómez, investigadores de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) ven un fenómeno social, económico, cultural y biológico con enfoque etnobiológico del patrimonio biocultural de los pueblos de la región de los Altos de Chiapas.
Su investigación se centra en el mercado José Castillo Tielemans, ubicado en San Cristóbal de las Casas, pues recorrerlo es encontrarse con un conjunto de experiencias sensoriales de todo tipo. El vestuario representativo de las mujeres de diferentes municipios tsotsiles, tseltales, ch´oles, tojolabales y en ocasiones hasta lacandones, es lo primero que llama la atención.
Dichas mujeres suelen ir acompañadas de sus hijas e hijos pequeños, la mayoría cargados en sus espaldas: gracias al recurso del amarre del reboso. Los autores indicaron que a veces no se sabe si están comprando o vendiendo, sobre todo porque algunas recurren al trueque para llevar productos a su hogar.
Mientras que, los hombres que las acompañan en ocasiones, visten su camisa de manta y pantalón atado al tobillo del mismo material, se caracterizan por su sombrero o gorra: y a veces por traer huaraches o botas de hule. Junto a ellos, también hay un importante sector de población mestiza e indomestiza, que después de varios años de vivir en San Cristóbal se consideran coletos.
A diario se aprecian decenas de turistas nacionales y extranjeros, de población inmigrante y de otros estados del país recorriendo sus pasillos, disfrutando en plan turístico la belleza del mercado y para comprar bienes de consumo.
Al fijar la atención en las relaciones interétnicas en el mercado, a veces aflora la relación desigual entre la gente mestiza e indígena, donde aún persisten prácticas de maltrato y discriminación del primer grupo hacia el otro; asimismo, hay desconfianza y a veces hasta temor de los segundos hacia los primeros, explicaron los investigadores.
En ese sentido, Mariaca Méndez y López Gómez expusieron que hay gente mayor de ascendencia rural, quienes recuerdan que en su niñez, los revendedores y atajadoras de origen coleto o sancristobalense solían arrebatarles la mercancía y arrojarles unas monedas sin preguntar el precio, ya que ellos los fijaban de manera arbitraria.
Sin embargo, resaltaron que las cosas cambiaron a raíz del levantamiento armado zapatista de 1994, donde unos comenzaron a darse cuenta que las prácticas aprendidas de sus mayores no eran bien vistas desde el exterior.
La cantidad de indigentes fue otro aspecto que les llamó la atención y que es reflejo de la condición de extrema pobreza prevaleciente en Chiapas y más todavía en la población indígena. Ya que, quien recorre el mercado y tiene conocimientos de medicina humana, de inmediato se da cuenta de la alta desnutrición de la población y de una cantidad tal de enfermedades, sobre todo micóticas y bronco respiratorias.
Con relación a los altos niveles observados de pobreza, se refleja en la la cantidad alta de niños y niñas de corta edad vendiendo, ya sea en puestos o de manera ambulante. Al platicar con ellos y sus padres o parientes, los llevó a reflexionar si la práctica campesina de hacer trabajar a la niñez, como una característica más de la economía campesina, es o no opuesta a los derechos humanos de los niños, dada sus condiciones de alta vulnerabilidad.
Sin duda son opuestos, pero desarraigar esta costumbre entre quienes sufren hambre por falta de oportunidades, es un asunto difícil donde la responsabilidad gubernamental está presente. No obstante, la pobreza observada, el nivel de circulación de dinero es muy alto, reflejado esto en la bonanza en la que viven los propietarios de muchos negocios, puestos y bodegas del mercado y sus alrededores, además de que muchos de ellos tienen también locales en uno o más de los mercados de la ciudad, indicaron los autores.
Al margen de lo anterior, señalaron que lo vistoso de los productos es lo que atraerá la vista de las y los visitantes del mercado. Un rasgo interesante, es que los vendedores y vendedoras establecidos colocan manteles y techumbres de plástico del color de su principal mercancía.
Así, los puestos de plátano tienen plásticos amarillos, de verduras verdes y flores rojos o rosas. Cuando no sucede lo anterior, se encuentra una predominancia de toldos azul celestes, ya que éste es el color más importante entre la población tsotsil y tseltal, ya que tiene que ver con la divinidad, agua, vientos y cielo.
La diversidad de productos naturales del mercado Castillo Tielemans es muy alta, debido a que a éste llegan vendedores de climas cálido húmedos del norte del estado, cálido subhúmedo de la Depresión central y templado subhúmedo de los Altos y la Meseta Comiteca.
Así pues, enfatizaron que el mercado parece un auténtico hormiguero humano, donde todos los pasillos son hileras de gente circulando en ambos sentidos durante unas 12 horas. Cuando ya el área central está cerrada, el estacionamiento se convierte en una enorme cenaduría, donde se encuentran taquerías, vendedores y vendedoras de perros calientes, atoles, tamales y arroz con leche.
Mercado Castillo Tielemans
El mercado municipal de San Cristóbal de Las Casas ha existido a lo largo de casi 500 años. Ha tenido varios asentamientos, desde hace más de 50 años se ubica en lo que era la parte norte, quedado hoy rebasado por la mancha urbana.
Las instalaciones actuales fueron construidas con recursos proporcionados por el gobernador José Castillo Tielemans, razón por la que lleva su nombre. El crecimiento de la ciudad propició que la nave principal pronto quedara rebasada.
Creció primero de manera informal hacia los alrededores y posterior a ello, dio lugar al surgimiento de nuevos mercados distribuidos en diferentes barrios. También, han intentado moverlo de lugar, pero la presión social lo ha evitado, de tal manera que a principios del siglo XXI, San Cristóbal se ha convertido en una auténtica ciudad mercado, al conectarse de manera comercial con casi todos los mercados y tianguis.
Además, los investigadores señalaron que el mercado municipal José Castillo Tielemans ofrece una riqueza de productos sólo comparada con los mercados ubicados en zonas de ecotono, donde se mezclan dos climas distintos. En consecuencia, ahí se expenden productos de esas dos condiciones ambientales.
Por otro parte, el mercado Castillo Tielemans ocupa una nave central de 100 metros de lado y un área periférica en su parte sur; sin embargo, al crecer se ha extendido a varias de las calles de los alrededores, de tal manera que, sobre todo después de 1994, la gente se ha apoderado de espacios durante el día.
A diferencia de los supermercados, donde la política y rigidez de precios es su característica, en el mercado popular mexicano, los precios varían de puesto en puesto y de persona en persona, ya que las cadenas de comercialización son más cortas, lo mismo que los márgenes de ganancia de los vendedores, por ello el mercado es una institución que no debemos dejar desaparecer, como está pasando en las grandes ciudades, en bien de la economía de las clases más necesitadas, expusieron los autores.
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