Gracejos: el festejo surrealista de semana santa en Cacahoatán
Los gracejos, en Cacahoatán, siempre andan en coloridos y populosos grupos, con los borrachos que se escaparon de la patrulla y niños que no obedecieron a sus madres, los hay a veces hasta de grupo por barrio: cronista.
Por Charly Sánchez Álvarez
Un grupo de hombres con atuendos exuberantes, colores llamativos y con máscaras de la mujer maravilla, salen a las calles en el Sábado de Gloria, para bailar y hacer “bulla” al son de la marimba, una tradición denominada los gracejos en el municipio de Cacahoatán.
Albañiles, paleteros y tricicleros olvidan por un momento su oficio para sumarse a una tradición pelicular que lleva al menos dos generaciones realizándose y que se expandan por los municipios del Soconusco y Frontera de Chiapas, señala Ameh Rivera, cronista del municipio.
“El espectáculo es enteramente surrealista, personajes andróginos vestidos con la ropa menos pudorosa de sus familiares femeninos; cintos dorados, faldas alejadas del recato de las rodillas, corpiños rellenos de papel higiénico, medias raídas, de ésas que usan los rateros para ocultar su desvergüenza, máscaras en gestos detenidos de tristura, algarabía, o fatigosa mesura” narra Rivera.
Según Rivera, el verbo “gracejear” no se conoce, sino por las tierras del Soconusco. Sabe que en Huixtla les llaman “Los Judas” o “Chavaricos”, Unión Juárez y Tuxtla Chico también se han vuelto a la tradición de la gracejada emanada de la tierra donde abunda el cacao, una tradición donde se saludan el sonido prehispánico de la marimba -malamente atribuida a los africanos-, y la gracia de su gente.
Ante ello, por eso un ilustre desconocido los bautizó con ese nombre, que según el diccionario de la Real Academia de la Lengua significa: Gracia, chiste y donaire festivo en hablar o escribir.
“El gracejo es pues, un payaso de la vida, un mimo que aprendió a reír, un juglar de cuadra en cuadra, un bufón que tiene por oficio devolverle la sonrisa al pueblo” manifiesta Rivera.
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