Lengua y percepción. ¿Influye la lengua en nuestra imagen del mundo?

Imagen tomada de revista.unaminternacional.unam.mx

 

Amediados del siglo xx la comunidad lingüística hablaba bastante de la llamada hipótesis de Sapir-Whorf, atribuida de manera póstuma a los lingüistas Edward Sapir y Benjamin Whorf, que a grandes rasgos postulaba que la lengua que hablamos determina la manera en que percibimos el mundo. Actualmente esta hipótesis ya no se toma muy en serio porque ha sido refutada hasta cierto punto, pero no deja de ser una idea fascinante.

En 1998 el escritor estadounidense de ciencia ficción Ted Chiang llevó la hipótesis al mundo de la literatura. Escribió Story of Your Life, una historia sobre una raza alienígena que llega a la Tierra, cuyo sistema de escritura no es lineal como los nuestros —escribimos de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba y, en consecuencia, procesamos la información linealmente también—, sino circular. Los alienígenas se comunican con manchas circulares y esta no linealidad hace que su percepción del tiempo tampoco sea lineal: pueden percibir el pasado, el presente y el futuro a la vez. Quizás esta historia les parezca conocida porque en 2016 Denis Villeneuve la llevó al cine con el título Arrival (La llegada).

Si bien esta historia y la idea de que la lengua dé forma incluso a la percepción del tiempo de manera tan radical son un poco exageradas, explica bien en qué consiste la hipótesis de Sapir-Whorf. Las palabras que usamos para nombrar los colores también pueden dar cuenta de esto: en el siglo xix el médico alemán Hugo Magnus sugirió que los antiguos griegos no eran capaces dedistinguir el color azul (Sidnam, 2020). Su argumento era que en sus poemas, Homero insistía en describir el mar con la palabra οἶνοψ (oînops), que significa oscuro como el vino; de la misma forma, usaba colores como negro y rojo para describir el color del cielo.

Durante mucho tiempo se sostuvo esta idea. Sin embargo, recientemente el lingüista israelí Guy Deutscher ha publicado El prisma del lenguaje: cómo las palabras colorean el mundo (2011), donde afirma que es simplemente porque los griegos no consideraban el azul como un color por sí mismo, sino como una variación de otros colores, por lo que no tenían palabra para este. Esto no quiere decir que no percibieran el color tan vivamente como hoy en día lo hacemos, sino que para Homero era más sencillo nombrar tonalidades negras y rojas que azules en el cielo y en el mar.

No es extraño que una lengua no tenga palabras para describir ciertos colores: el náhuatl usa la misma para el azul y el verde y en el alemán no existe una palabra para el color rosa ni el morado, de ahí que col morada se diga Rotkohl (literalmente, col roja) y que las que tienen para describir estas tonalidades cromáticas son préstamos de otras lenguas. Seguramente en español no tenemos palabras para describir colores que en otras lenguas reciben un nombre específico, pero eso no quiere decir que no podamos percibir estos colores.

También es popular el mito de que los pueblos que habitan el ártico tienen decenas de palabras para distinguir los colores y estados de la nieve. No sé qué tan cierto sea, pero sí sé que las comunidades crean palabras conforme las van necesitando (Llorente, 2017). Es esta la razón por la cual en español tenemos varias para referirnos a las etapas de crecimiento de los animales de granja, pero no para las etapas de crecimiento de las focas: no las necesitamos. Por esto también es gracioso ver cuando la gente se enoja porque alguien “deforma” la lengua e “inventa” palabras. ¿Qué palabra no ha sido una invención? Precisamente, la “deformación” de lenguas como el latín ha gestado las lenguas derivadas de ella, como el español, el portugués y el italiano.

Si bien no es del todo cierta esta hipótesis de que nuestra lengua determina nuestra forma de percibir el mundo, seguramente hay algo de verdad en ella. Aunque lo de los colores pueda resultar una mera curiosidad, no hay que olvidar esta máxima del filósofo alemán Ludwig Wittgenstein que clama que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” (Coble Sarro, 2015).

Referencias
Chiang, Ted (2016). Stories of Your Life and Others. [Falta lugar]: Van Haren Publishing.

Coble Sarro, David (2015). “Límite de mi lenguaje como límite de mi mundo”. Factótum. Revista de Filosofía, 13 (https://web.archive.org/web/20180421132039id_/http://www.revistafactotum.com/revista/f_13/articulos/Factotum_13_5_David_Coble.pdf).

Deutscher, Guy (2011). El prisma del lenguaje: cómo las palabras colorean el mundo. España: Ariel.

Llorente, Analía (7 de noviembre de 2017). “¿Cómo se crea una nueva palabra?” BBC News Mundo (https://www.bbc.com/mundo/noticias-41702909).

Sidnam, William (11 noviembre de 2022). “Why the Ancient Greeks Couldn’t See the Color Blue”. Language Lab At Medium  (https://medium.com/language-lab/why-the-ancient-greeks-couldnt-see-the-colour-blue-2f920657f6ae).

Villeneuve, Denis (2016). Arrival. Estados Unidos/Canadá: FilmNation Entertainment/21 Laps Entertainment/Lava Bear Films.

Este texto se publico originalmente en la Revista Internacional de la UNAM

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.