Calavera literaria de lxs profes de la ENALLT (2021)
Que trata sobre la desventura por la que pasó la Muerte en el momento de intentar cobrarse la vida de más o menos once mortales y fracasó en el intento pero no del todo.
Me presento, soy la muerte
y les vengo hoy a cantar
la canción de un triste andar,
de mi triste, mala suerte.
Les juro que nadie advierte
que aún los seres celestiales
pasamos por días fatales
al hacer nuestra labor.
Yo quería causar dolor
llevándome a once mortales.
¿Qué pasó?
Pues que he fallado.
Yo no sé de qué están hechos
estos seres tan maltrechos
miserables, demacrados
viejos, feos y malogrados
los profes de traducción.
Por eso hago esta canción:
para dejar testimonio
de estos profes del demonio
y de su enorme pasión.
El primero era Orlando.
Fácil creí que moriría,
que yo me lo llevaría
con su agua Perrier tomando.
Llegué y vi un perro ladrando.
Fue Felipe. Dijo «¡Voy!
¡Que a él no te lo llevas hoy!».
Me ladró de tal manera
que me fui ¡ay! Quién me viera.
Y él nomás diciendo «Enjoy!»
Luego dije: por Socorro.
Esa no se iba a librar.
Mas cuando llegué al lugar
me dijo ella: yo no corro
pero el morir me lo ahorro.
Si tu has de querer llevarme
tendrás bien que contestarme
la siguiente ecuación.
No pude con tal misión
y ni a Socorro cobrarme.
Ahora sí. Voy con Chimal.
Señor del trabajo eterno;
para este hijo del averno
tengo yo encargo especial.
Allí le dije: carnal
ya se te acabó tu suerte.
Leí su sentencia de muerte,
me dijo: no me voy, jefe.
Es que no está en PDF
¡Ay qué jornada tan fuerte!
Quedan ocho y viene Adriana.
¡Qué mujer tan adorable!
Lástima considerable
será el fin de su mañana.
Y humillación soberana
de mi vida me he llevado
cuando a su alumno tarado
por no cotejar juzgaba.
Por poco a mí me cachaba
que en mi vida he cotejado.
¿Hola? ¿Hola? Sí, es Uana.
Yo iba muy encabronada
a esos vestiditos de hada
condenar a hora temprana
¿y cuál fue mi suerte vana?
La busqué mas sin ganancia.
La mala ahí fue la distancia.
Pues verás, ahora resulta
que doña jurisconsulta
estaba paseando en Francia.
Pensé: ya hay que andar en perra.
Y que voy pa’ Yucatán
a cargarme al capitán
un tal Mario Salvatierra.
Mas cuando llego ¡oh! la guerra
de la que él era soldado
del amor y mal bragado.
No lo quise hacer pendejo;
mejor dije: así lo dejo
que no hay hombre más salado.
De regreso pasé a Puebla.
¡Puras tragedias de amor!
¡Cuánta falta de calor
del Octavio en su tiniebla!
Mas no todo aquí era niebla;
a él también piedad tendría
su vida perdonaría.
Este hombre que hoy se salva
me deslumbró con su calva
y con su sabiduría.
Ya en la ciudad un colega
y sus dos inseparables:
Vilchis, Lugo (los palpables)
y Paola que ya no llega.
Y qué labia palaciega
la que se echaron al verme;
me hice bolas, quedé inerme;
conceptos pa qué te cuento;
no sé ni con qué argumento
los dejé ya no temerme.
Faltan tres: los tres terribles:
un tal Demetrio, el primero:
hombre apuesto y lisonjero
y de mirada temible.
Llegué de afán inflexible
y ¡ay! qué vergonzoso caso;
yo sin temor al fracaso
me planté frente a su puerta,
vi sus brazos ¡bailó Bertha!
Volé con un derechazo.
No la mueles. Voy con Vero.
Qué maestra tan versátil.
A darle muerte volátil
llegué viajando ligero.
La vi y me quité el sombrero
ante verbales retumbos.
¿La muerte es discurso? ¡oh rumbos
en los que ya me he metido.
Ya nada tiene sentido y
me voy de aquí dando tumbos.
Voy tras Vania finalmente;
la madre de este proyecto
a terminar su trayecto
vengo yo. Nadie presiente
que la acecho lentamente.
¡Ya la tengo! ¡Oh, no corrijas,
narrador, mis suertes fijas!
¡Ya lo hiciste! ¡No, qué fuerte!
Tras de mí, a matar la muerte,
corren sus cientos de hijas.
Ya así fue, pues, mi desdicha,
mi jornada sin decoro;
pero no todo fue lloro
porque también sacó ficha
pa’ morir la susodicha,
esta que pone murallas,
estandarte de canallas.
Me llevé pal otro mundo
a este personaje inmundo:
la maestra García Llampallas.
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