De Transilvania a Tuxtla Gutiérrez

Foto: Omar Moreno

Por Erika Valdes

«Drácula», publicada en mayo de 1897 de convirtió en un clásico del romance gótico.

Tenía 15 años cuando me obsequiaron una edición (mi propia edición) y estaba emocionada de descubrir por primera vez una historia y a los vampiros. Es una novela epistolar, la historia está contada por diarios y cartas de los protagonistas, que dado el orden en que son presentadas la historia va tomando sentido cronológico. Jonathan Harker hace un viaje desde Munich a Transilvania en tren. La descripción de como el paisaje va cambiando es como inicia esta novela. Jonathan llega al castillo envuelto en sucesos extraños, su plan es terminar una transacción inmobiliaria: el conde se muda a Inglaterra.

En Londres Mina Murray espera a Jonatan para casarse, mientras  acompaña a su mejor amiga, la señorita Lucy quien está buscando esposo entre 3 peculiares pretendientes. Lucy pertenece a una clase social acomodada mientras Mina es auxiliar de profesora. El conde logra llegar a Londres obsesionado con que Mina es la reencarnación de un amor de su juventud, mientras intenta conquistar a Mina, sucesos sobrenaturales rodearán Londres.

Aunque se considera una novela de terror, son escenas específicas las que «nos hacen temblar». Bram Stoker combinó el mito del vampiro con crítica social: podemos ver cómo era la vida en la época victoriana, los protocolos, las diferencias sociales, los avances científicos de la época y el papel de la mujer.

Justo cuando lo leí estaba de moda «crepúsculo», ya existían Miles de parodias en películas para niños y jóvenes, me declaro fan de Drácula en Hotel Transilvania y los chistes que el doblaje mexicano introdujeron: concierto de Juanga, boletos para un concierto de la Arrolladora banda el limón, entre otros. Pero nada en este mundo supera que Drácula llegué en un vuelo sin escalas de Transilvania a Chiapa de Corzo, para enamorar a las chiapanecas, aprender a «menear el pozol», aprender a decir «vos» y criticar parte de lo que cada año acontece en este «México mágico». Cómo todo lo que vivimos día a día nen este país, de la mano de la gran Lola Montoya (QEPD) llegó desde hace muchos años, «bienvenido Conde Drácula».

Y se volvió una tradición anual para el inicio de otoño y nuestras fiestas del día de muertos.

Año con año las funciones estaban más que llevas por familias chiapanecas que estaban dispuestas a reír por el tiempo que la obra durará con las aventuras de un conde Drácula recién aterrizado en Chiapas, dónde no sabe cómo son las cosas, tradiciones, lo que ha pasado en el último año a nivel político y social. Recuerdo con gracia el año en que se cayó el puente que pretendía conectar San Cristóbal a través de la autopista y Lola muy inteligente agregó un chiste sobre el tema.

Además es una manera de sentirnos más chiapanecos que nunca, el conde aprenderá a hablar como la «Rial Academia de la Lengua Frailescana» lo dicta: con el famoso «voseo» y con el típico cantadito.

Próximas funciones el 21 de octubre 6:30 y 9:00 pm en e teatro de la Ciudad.

Legado de Lola

A las 20:30 horas del sábado 2 de abril del 2022, la creadora de la puesta teatral que por 30 mas de 30 años ininterrumpidos se presentó en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Dolores Montoya Galguera dejó de existir a día de cumplir 74 años.

Su primera actuación teatral fue en 1966 con el grupo Debutantes 15, integrado por Cristina Muench, Socorro Cancino Utrilla, Roberto Culebro, Lola Montoya y Carlos Olmos, y dirigido por el maestro Gustavo Acuña, con la obra “La Danza que sueña la tortuga”, de Emilio Carballido. Por su actuación en la obra “La Casa de Bernarda de Alba” de Federico García Lorca, obtuvo el Premio de Revelación Juvenil y una beca para estudiar teatro en el INBA en 1968 en Oaxaca, bajo la dirección de Sergio Magaña y Rodolfo Álvarez. Formó parte del teatro universitario del Estado de Oaxaca.

En 1984 puso en escena la obra “Los cuervos están de luto”. En 1988 se hace directora del grupo teatral independiente Calmecac, el cual ha actuado en Tlaxcala, Mérida, Yucatán, Morelia, Campeche, y Tuxtla Gutiérrez. En sus inicios, los que formaron parte del teatro independiente Calmecac fueron: Carlos Cruz Lara, Carlos Petriz, Francisco Ruiz, Raúl Sol, Antonio Arreola, Benjamin Gómez, Jorge Enrique Torija, Raquel Montes, Dulce María Bonifaz, y Adriana Berdejo y tenían como objetivo principal impulsar a las nuevas generaciones el amor al teatro. El grupo Calmecac ha montado 30 obras y está integrado por 40 elementos, entre niños, jóvenes y adultos.

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