México, puro cuento

México, puro cuento
Foto: Erika Valdes

Por Erika Valdes

Septiembre es el mes de celebración mexicana, las fiestas patrias llegan para recordarnos año con año como ser mexicano o mexicana es una mezcla de emociones. Y también de miedos. Nuestra cultura es el resultado de conquistas, guerras y tradiciones antiguas que evolucionaron (o se adaptaron) a los tiempos.

Hay algo de macabro en nuestra historia que no nos abandona del todo y quiero creer que ha influido en nuestro día a día y también el en arte que somos capaces de crear.

Hoy podemos leer historias escritas hace tanto tiempo pero que aún nos mueven emociones y miedos profundos. Hoy dedico estas palabras a dos escritoras que admiro, y aunque ya trascendieron su arte, sigue vigente.

Amparo Dávila y Adela Fernández son escritoras, cuentistas mexicanas que retrataron parte de su entorno, paisajes y haciendas, lo cotidiano y lo terrorífico, terror psicológico, asesinatos, fantasmas, aparecidos, muertes, demonios y hasta pacto con el diablo.

 

Amparo Dávila

Nacida en Zacatecas el 21 de febrero de 1923. Lamentablemente falleció semanas antes de la alerta por Covid en México en 2020. Amparo ganó el premio Xavier Villarrutia en 1977 por «Arboles petrificados».

Fue una de las primeras mujeres en México en explorar el género de terror y thriller, a veces sobrenatural, otras a través de la locura o desórdenes mentales; juega con el tiempo y nos narra historias desde lo cotidiano.

Su cuento, «Alta cocina» me transportó a mi infancia, cuando mi familia se levantaba de madrugada a «levantar nucú», y al otro día mi abuela se la pasaba frente a un comal para cocerlos… en este cuento la familia tiene una tradición muy parecida con un «bicho» que al final causa pesadillas a la protagonista…

«El huésped» habla de una familia acomodada donde el padre después de un viaje llega con un inquilino un poco extraño que causa terror en la familia, y el único que no lo nota es el padre.

Adela Fernández

Hija del célebre actor de la época del cine de oro mexicano Emilio, «el indio Fernández».  Nació el 6 de diciembre de 1942.

Su vida en haciendas, rodeada del campo, nanas, campesinos e historias que estos le contaban marcó mucho de lo que Adela logra describir y transmitir en sus historias. Le reconocemos su trabajo para el Instinto Nacional Indigenista.

Hay algo de mágico y mítico, algo que nos puede conectar con esas historias.

Es increíble como sus cuentos aunque cortos y con finales abiertos (la intención será dejar al lector suposiciones y propios finales) pueden llegar a causar pesadillas.

En «juegos de poder», un padre autoritario mantiene «a salvó» a su hija de 7 años encerrándola en casa, ella desea poder ir al espectáculo del titiritero que solo llega una vez al año. Ante la negativa del padre, el diablo le concede poder hacer su propio títere humano con su papá….

«Una distinta geometría del sentimiento» nos describe una familia normal, papá obsesionado con sus papeles del sótano, mamá encerrada en su habitación todo el tiempo, hija que ama a los perros e hijo que de grande quiere ser científico. Entre más conocemos a la familia, todo se vuelve macabro, tétrico y descubrimos que no es como cualquier familia…

Ambas en diferentes generaciones artísticas pero unidas por un lazo invisible sobre su manera peculiar de narrar. (Y que cosas que escribieron). Me lleva a pensar si nacer mexicanos ya nos prepara para lo macabro, o tal vez solo somos puro cuento e inventamos historias para no ser atrapados por la rutina…

Sea como sea ¡Viva México! ¡Y sus historias que nos emocionan!

 

Recomendaciones:

 

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