Macondo, Chiapas
A mi abuela Sara por la Historia
A mi mamá, Aura por sus historias.
Por Erika Valdes
Crecí entre la vida diaria de la ciudad pequeña de Tuxtla Gutiérrez y vacaciones obligatorias en un pueblito cercano a la frontera con Guatemala.
Mi abuela Sara, migrante Guatemalteca terminó por vivir, morir y ser enterrada en México. No es algo raro, que quienes tenemos familia en estas zonas tengamos un ancestro(abuelos o bisabuelos) que eran Guatemaltecos nacionalizados.
De mis abuelos maternos casi no se nada, mi historia personal la fui armando entre retazos de anécdotas, historias a medias, los pocos recuerdos de los años que compartí con mi abuela que no aproveche lo suficiente y las historias de mi mamá, y una que otra historia mal escuchada de mis tíos.
Llegar de vacaciones cuando era niña a este lugar donde nos recibían primos, tíos y sobrinos y ver la cotidianidad para mi papá era llegar a Macondo.
Mi mamá, (narradora extraordinaria) se había dado a la tarea de contar a manera de cuentitos, ciertos fragmentos de esta novela a traves de los años:
«Y empezó a llover en el Pueblo, y pasaron meses sin que dejara de llover»
«Pero el señor tuvo 17 hijos y todos de diferente mujer»…
Yo la escuchaba atenta, me cautivaba desde pequeña con su voz y sus ademanes que aderezaban sus historias.
Al cumplir quince años, llegó a mi la oportunidad: Cien años de soledad, de Gabriel Garcia Márquez en una edición conmemorativa muy especial. Unas manos amigas fueron mensajeras para que el libro por fin me encontrara. Era una emoción muy grande y unas expectativas lectoras sobre por fin conocer Macondo.Y me quedé con las mejores historias de todo lo que sucede ahi.
Muchos años después, «Don José», a quien la vida me dio la oportunidad de conocer y apreciar por ser mi suegro, compartía emocionado su propio viaje Macondo, habían pasado años y ambos recordábamos pasajes específicos de la novela. Debo confesar que mucho de lo que me contaba yo no lo recordaba en ese momento, pero completabamos a pedazos las historias entre los dos.
Hoy, viviendo en otra ciudad, y a punto de cumplir años, decidí releerlo, como un «regalo» de mi para mi.
Han pasado 15 años y las perspectivas han cambiado. Aunque Macondo no.
Macondo puede ser cualquier pueblo de Chiapas:
Donde toda la gente se conoce e incluso resultan ser familia.
Hay familias que por años han estado en disputas, se juran enemigos, aunque las nuevas generaciones no recuerden ni como empezó el pleito.
Por ser lugares pequeños se terminan casando entre primos lejanos(y no tan lejanos).
Donde pasan guerras, chismes, risas, fiestas y las mejores historias…
Macondo es cualquier poblacion pequeña, en Colombia o Mexico. Es esa facilidad de identificacion lo que hace que Cien años de soledad nos fascine tanto. Hoy digo que puede ser parte de mi historia personal.
La historia de mis abuelos maternos que puede perderse poco a poco en la mala memoria y ultimos vestigios de su existencia:
«Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un rio…» (Foto 1)
«A la sombra de una ceiba gigantesca..»
Cómo la que evocaba mi mamá al contar su infancia en el pueblo de «El Portal»
«Le hicieron nueve noches de velorio. En el tumulto que se reunía en el patio a tomar café, contar chistes y jugar barajas…»
El recuerdo borroso que tengo del velorio de mi tio Tavo, y años después el de mi abuela Sara.
«Cuando llevaron a la mesa el atigrado racimo de banano que solían colgar en el comedor durante el almuerzo…» Un recuerdo de mi infancia en las casas de mis tíos en el pueblo.
«La casa se lleno pronto de huespedes(…) fue preciso agregar dormitorios en el patio, ensanchar el comedor y cambiar la antigua mesa por una de dieciséis puestos, con nuevas vajillas y servicios, y aun así hubo que establecer turnos para almorzar»
Unas vacaciones decembrinas logramos juntarnos casi todos para las fiestas, y éramos tantos en la casa que había sido de los abuelos, que dormiamos hasta en la sala, y comíamos por turnos. Y también tomabamos turnos para lavar los trastes de cada comida.
«Llovió cuatro años, once meses y dos días»
Mi mamá, evocaba esta línea desde que tengo uso de razón, sobre todo cuando empezaba a llover y la luz se iba y venía por ratos. Retando como siempre a la imaginación para no depender del televisor para entrenernos agregaba «imaginate que no deje de llover por dias, meses o años» y yo me angustiaba. Entonces continuaba la narrativa… «Hubo una vez un pueblo donde llovio por días, meses y años, llovia fuerte y por ratos se calmaba un poco…»
Asi es como un libro me transportó a mi infancia. Puedo asegurar que Macondo se localiza en Chiapas.
La re-lectura fue un viaje emocional donde tuve presentes a mi mamá, a mi abuela Sara y a mi suegro Don José. Porque cada historia era un fragmento también de nuestra vida compartida, lo aprendí asi:
«los libros también se pueden compartir, son una manera de acercarnos a las personas»
Y «cien años de soledad» es una novela clásica porque podran pasar los años, pero Macondo sigue ahí, intacto. Esperando a un lector aventurero que tenga que señalar con el dedo las cosas que carecen de nombre en este mundo tan nuevo…
«El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo…»
Cien años de soledad
Gabriel García Márquez
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