Un Oscar que cobija a muchos
Si he podido mirar más lejos es porque
he caminado sobre hombros de gigantes.
Newton 1675
En 1932 llegan a México tres personas de origen ruso, quienes de inmediato son detenidos. Es gracias a la intervención de ciudadano español amigo de los tres soviéticos que son puestos en libertad. Ellos son nada menos que Serguei Eisenstein y sus asistentes , entre ellos el fotógrafo Edward Tissé.
“Nuestro país no le era extraño a Eisenstein. En 1919, el cineasta había diseñado la escenografía para la puesta en escena de la obra teatral «El mexicano» de Jack London.
La visita de Diego Rivera a Moscú en 1927 había iniciado una relación amistosa entre el pintor mexicano y el cineasta. Revolucionario convencido, Eisenstein deseaba fervientemente conocer el país de la primera revolución del siglo veinte. Animado por el apoyo que le ofrecía Sinclair, el director inició la producción de ¡Que viva México! (1930-1932) una de las cintas inconclusas más famosas de la historia del cine.” (1)
Con la llegada del director Soviético se inaugura no solo el documental en México sino una escuela de cine fotografía, que hasta la fecha sigue dando prestigio a nuestro país en este tema; como vimos en esta semana, la premiación con tres Óscares por diseño y realización cine fotografía.
Hasta donde se conoce, en el material que produjeron en México Eisenstein y Edward Tissé, emplearon una gran variedad de técnicas cinematográficas, que van desde el manejo de planos, encuadre, nivel, empleo de tercios y composiciones fotográficas en las que se utilizó la perspectiva con un punto de fuga y oblicua, con dos puntos. Por supuesto el uso del claroscuro que se enfatizaba con el filtro rojo.
En la producción desarrollada por Emilio el Indio Fernández y Julio Bracho, conocida como la “Época de oro del cine Mexicano” puede apreciarse el estilo de fotografías basado en las técnicas desarrolladas por Tissé en Viva México.
Gabriel Figueroa, fotógrafo de esa generación, perfeccionó la técnica y retrató enormes cielos llenos de nubes que acentuaban el dramatismo de la escena, caserones con bóvedas llenas de nervaduras y escaleras que marcaban la perspectiva oblicua, la cual conducían al personaje en los desenlaces de las tragedias campiranas, llenas de nacionalismo revolucionario. Maclovia, Flor Silvestre, La mal querida, Río Negro, son muestra de cómo el país construía a partir de la estética, su identidad nacional pos-revolucionaria. Pero sobre todo un Figueroa que hizo estrella a María Félix, con sus alto contrastes y enfoque soft.
La producción que le siguió a la de Fernández y Bracho fue pobre tanto en su contenido argumental como en el estético, el melodrama desarrollado por Ismael Rodríguez que tenía como actor principal a Pedro Infante, se desarrollaba en interiores, sets cinematográficos y no requería de grandes locaciones en espacios abiertos. La aplicación de luz full, en la mayoría de sus tomas generó una estética pobre. La comedía ranchera, tenía su eje en dramas de amor y muchas escenas se desarrollan en interiores, en especial en la cantina, donde nuestros charros cantores ¡cantaron hasta quedarse mudos!
Las décadas de los 60 fue época gloria para el cine nacional, destacan únicamente dos o tres películas, el cine mexicano copió las epopeyas de los jóvenes españoles en el franquismo y las reprodujo, Pili y Mili tuvieron su replica en Angélica María y Julissa. La fotografía fue echa a un lado y todas las películas eran a luz full, sin contraste ni ninguna discurso estético que salvará los argumentos.
En los 70 se fundan en México las dos primeras escuelas de cine, el Centro de Capacitación Cinematográfico. Y el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. La industria y las salas de cine no fueron capaces de absorber toda la fuerza y creatividad generada en las aulas, y siguió con sus viejas formulas. Las películas de esa generación fueron financiadas por el estado, aunque no fueron rentables de manera comercial.
De esa generación destacan Jaime Humberto Hermosillo, Felipe Cazals, Jorge Fons, Nicolás Echeverría. Una generación marcada por la ideología y el compromiso social, que resultó poco rentable para la industria fílmica. Una generación que logró ver su éxito comercial hasta mediados de los 90. Con películas como “El callejón de los milagros” “la Tarea”.
La nueva generación de cineastas en donde se encuentra, Lubezky, Iñárritu, Arriaga y Del Toro tuvieron el atrevimiento de brincar la línea fronteriza y buscar en los USA el apoyo que la generación anterior no pudo lograr. Son herederos de esa larga lucha de la creatividad cinematográfica que no ha encontrado cabida en México. Los éxitos de este par de talentosos cineastas, son éxitos de la industria cinematográfica mexicana que heredaron las técnicas Eisenstein y Tissé y desarrolladas por Figueroa y la academia mexicana en las escuelas de cine.
La industria cinematográfica comercial desarrollada en los sesentas 60 se volvió un lastre para los cineastas y un gran negocio de productores y comercializadores. Una industria que sigue menospreciando la estética fotográfica y empobrece nuestra educación visual.
Los cinefotógrafos mexicanos tuvieron con Gabriel Figueroa el reconocimiento a su labor y escuela en 1964, con la nominación de La Noche de la Iguana como mejor fotografía y aunque no se obtuvo el Óscar fueron nominados.
Con la premiación de Lubezky con el Óscar por mejor fotografía se reconoce la profesional de cientos de trabajadores que han contribuido a esta larga y difícil tarea, que se ha ido desarrollando en décadas y que hoy tiene una recompensa.
La fotografía de Lubezky ha pasado de cielos cargados y claros oscuros como en “Agua para chocolate”, a iluminación soft en Miroslava, hasta una más precisa con técnicas de iluminación más realistas, diseñadas en rebotes de luz, haciendo a un lado las grandes lámparas, que han caracterizado a la industria gringa.
Hoy Lubezky da muestra de que la academia mexicana ha generado cuadros de alto nivel para la industria cinematográfica mundial.
(1) http://cinemexicano.mty.itesm.mx/directores/eisenstein.html
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