Povera arte
Hugo León Zenteno/ Lado B
Pobre arte, que no es lo mismo que arte pobre o arte povera, corriente artística sesentera que conjuntaba obras -generalmente instalaciones- producidas con materiales sencillos, de fácil obtención o incluso de desecho (papel, tierra, cuerda, ropa, rocas, etc.) El término fue acuñado en 1967 por el italiano Germano Celant, crítico e historiador de arte, para distinguir creaciones conceptuales opuestas al modernismo y la tecnofilia, y evocadoras de ideas como la localidad y la tradición.
El pobre arte alude a un lamento. Hondo, prolongado, e incluso desesperanzado. Es un clamor por una ausencia, por una irrebatible carencia, por una pretensión de inexistencia. Me refiero, por supuesto, a la cobertura sobre arte en los medios de información mexicanos. ¿Alguien la ha visto?, ¿alguno puede recordar un consistente seguimiento a temas de esta índole?
La globalización y la comunicación digital han evidenciado a las publicaciones nacionales. El acceso cotidiano a prácticamente todos los diarios importantes del mundo, nos revela la presencia de secciones dedicadas al arte, las cuales van má allá del mero despacho de agencia, para embarcarse en la crítica, la reseña, el perfil, el reportaje. Valgan un par de ejemplos: la serie The artist of the week, del periódico británico The Guardian, se ha convertido en una auténtica guía sobre los genios en ciernes y sobre las nuevas tendencias estéticas; mientras que el New York Times hace eco del intenso movimiento artístico y museístico de esa ciudad con una robusta sección dedicada a las artes visuales y el diseño.
Este último caso nos ayuda a la reflexión sobre el rezago ya mencionado, ya que no hay una correspondencia entre el devenir del arte en México y la cobertura que se le hace. Bastaría pensar en el éxito que han tenido exposiciones (sólo hablando de las más recientes) como: El color en el espacio y en el tiempo, retrospectiva de Carlos Cruz-Diez en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo; In Wonderland, colectiva de mujeres surrealistas en México y E.U. en el Museo de Arte Moderno; o El placer y el orden, presencia impresionista en el Museo Nacional de Arte. En todos esos recintos se miraron salas llenas, un público ávido de conocer y de conocer más y una refrescante asistencia de niños y jóvenes.
Por ello, el argumento de que al público nacional no le interesa el arte, como criterio de exclusión del tema de la agenda editorial, no se sostiene. Si bien es cierto que no somos un pueblo culto, las expresiones artísticas de calidad sí concitan interés en la población. Y el compromiso social inherente al periodismo tendría que ser el catalizador de un constante y profundo abordaje de esta materia. Por el contrario, las actuales secciones de cultura de nuestros diarios y portales en ocasiones no pasan de ser una cartelera comentada, y por tanto dependiente de vaivenes mercadotécnicos más que de una línea editorial premeditada. Además, bajo el paraguas del concepto “cultura” caben un sinfín de disciplinas y manifestaciones, lo que tiende a diluir el enfoque de la propia sección y a entorpecer un eventual y deseable proceso de construcción de públicos. Salvo contadas excepciones (algunos suplementos y columnas), el periodismo de nuestro país trata la cuestión con desdén, como povera arte.
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