Xibalbá de los pepenadores

De estas montañas de basura a las faldas del Tacaná y de su escuela saldrá el vencedor de los señores de Xibalbá, encarnados en el acaparador de cartón y de pet. Foto: Raúl Vera

De estas montañas de basura a las faldas del Tacaná y de su escuela saldrá el vencedor de los señores de Xibalbá, encarnados en el acaparador de cartón y de pet. Foto: Raúl Vera

Después descendieron al camino que lleva a Xibalbá, de pendientes muy en declive. Habiendo descendido así, llegaron al borde de los ríos encantados de barrancos llamados Barranco Cantante Resonante, Barranco Cantante, que pasaron sobre ríos encantados con árboles espinosos; innumerables [eran] los árboles espinosos, pasaron sin hacerse daño . En seguida llegaron al borde del río de la Sangre , [y] allí pasaron sin beber. Llegaron a otro río, de agua solamente; no habiendo sido vencidos, lo pasaron también. Entonces llegaron allí donde cuatro caminos se cruzaban: allí fueron vencidos, allí donde cuatro caminos se cruzaban. Un camino rojo, un camino negro , un camino blanco, un camino amarillo; cuatro caminos.»

 

Antes de llegar, un aroma peculiar sale al encuentro. El olfato se resiste y envía señales de alerta. Los pies acercan a los sentidos y la vista se hace cómplice del olfato e insisten en no llegar al basurero, es un olor venido del fondo del norte más lejano, un olor que adelgaza el aire, un olor torvo,  agrio, como si todo lo áspero, lo hiriente, lo hediondo quisiera acercarnos a nuestro olor más primario, a aquel olor infantil de fruta fresca que grotescamente se transforma en hedor de cadáveres  descompuestos.

El olor viaja, viene y va en camiones repletos de desechos, mezclados, putrefactos. Viaja y permanece inerte, en espera para trepar por tus zapatos, invadir tu cuerpo y llegar por la nariz hasta la memoria  más remota.  Memoria como la de doña Gertrudi, que llegó hace 20 años a este lugar, huyendo de la dictadura que gobernaba Guatemala y que desató una feroz represión contra los pueblos Maya Quiché.  Llegó hasta acá, cruzando montañas y volcanes  y concluyó su éxodo en el reino de Xibalba, en el inframundo regido por las divinidades de la enfermedad.

Por ese camino escarpado, lleno de espinas y peligros hasta el reino de Xibalba, hasta la morada de los dioses malignos no llegarían los Kaibiles, segura estaba. –No estamos gusto, solo por necesidad. El basurero fue el escondite, el hogar, el infierno de los muertos vivos que traen consigo las almas de los 200 mil seres caídos durante la dictadura militar guatemalteca.

Ataviada con las prendas de sus ancestros, de tejidos vivos, herencia de diosas, orgullo e identidad, pertenencia maya, encuentro infinito con la memoria escrita en el Popol Vuh, el libro de las sagradas escrituras que dan cuenta de las historias que vivieron los hombres de maíz antes de nacer el mundo.

Xibalba es la morada de las divinidades de la miseria, del miedo, de las enfermedades. Foto: Raúl Vera

Xibalba es la morada de las divinidades de la miseria, del miedo, de las enfermedades. Foto: Raúl Vera

Libro que ya contaba la historia de Xibalba, del inframundo, al que se desciende y se cruzan ríos de sangre para regresar a la superficie, triunfante. Xibalba es la morada de las divinidades de la miseria, del miedo, de las enfermedades; en el se nace, se vive y se muere. Infierno a plena luz, infierno en el lugar del Xoconoxtl, en el lugar de las tunas agrias, en el Soconusco. A 45 grados Tonatiuh, el dios Sol eleva la temperatura y los líquidos de los lixiviados de la basura se evaporan y esparcen los aromas. Sol quemante que obliga a cubrirse, a protegerse con lo que esté al alcance como las gorras y playeras que regalan los del partido Verde Ecologista.

En convivencia casi natural, los zopilotes parecen fieles mascotas, compiten y se complementan en la tarea ecológica. Van pepenando lo que queda al descubierto, lo que los habitantes del reino de Xibalba van dejando tras de sí, al abrir de tajo las bolsas de basura, en busca de aluminio, cartón y pet.  Ellos que sobreviven haciendo el trabajo que los mexicanos no quieren hacer, 90 familias en su mayoría de guatemaltecos,  que no ha  regularizado su situación migratoria, tras el éxodo por montañas escarpadas, huyendo de los Kaibiles y de la miseria.

Hasta este Xibalba Maya o infierno en la religión Judea-cristiana, llega Alejandro Solalinde, con su cristo redentor. Foto: Raúl Vera

Hasta este Xibalba Maya o infierno en la religión Judea-cristiana, llega Alejandro Solalinde, con su cristo redentor. Foto: Raúl Vera

Hasta este Xibalba Maya o infierno en la religión Judea-cristiana, llega Alejandro Solalinde, con su cristo redentor, que da cabida a los sin tierra, a los que migran, a los que se vuelven judíos errantes en lo que un día fue su patria y que compartían con la Etnia Man.  Cuando  Chiapas era Guatemala. Ahora son extranjeros, sin derechos civiles. Solalinde llega hasta ellos, ya no portando el báculo, que han  lucido los papas,  que siguen representando al  Imperio Romano y donde luce al Cristo crucificado. Ya no el báculo que dice  “si esto le hice al hijo de dios, a vos te puede ir peor” Acá esta Solalinde con su palabra redentora hablando con los recolectores de basura, abandonados por el estado benefactor. “nos pagan a 1.30 el kilo de pet, en un día de 11 horas ganamos hasta 50 pesos”

Sobre una cimentación de llantas rellenas, construida de madera reciclada, tejas de cartón, piso de material antiderrapante encontrado en la basura, bancas mal pintadas,  pedazos de pizarrón, una puerta hecha con reglas de cajas de tomate, donde puede leerse el reglamento escolar,  se ubica justo en la entrada del relleno sanitario la escuela multigrado Cristóbal Colon, que pese a las reformas y las campanas al vuelo que repican calidad educativa, no ha sido descubierta por la secretaría de educación. Acá están  inscritos 24 niños, en su mayoría hijos de los guatemaltecos que se ganan la vida en el relleno sanitario. Llama la atención que las precarias paredes tiene apoyos didácticos, como carteles, letras, tablas de multiplicar y  en un pedazo de plástico blanco resaltan en letras rojas letras en inglés. Jaqueline Roxana enseña palabras en ingles a una compañera.

¿Sabes ingles? Le pregunto y con una sonrisa me contesta, no.

En esta aula conviven niños que están aprendiendo a leer, hasta pre-adolecentes como Roxana, que en sus deseos infantiles, en su imaginario de calidad educativa, sueña con que su salón tenga un pizarrón.  Ríen ante nuestra presencia y preguntas. Presumen sus saberes de memorizar  las tablas o de saber leer. Su profesor Isaí, es un joven campesino que tiene una beca del CONAFE y de manera clara nos dice en entrevista, sus deberes,  sus retos como maestro en esta pequeña aula improvisada a la entrada del relleno sanitario y nos platica que un día será Ingeniero Forestal. Por ahora vive con una beca de 2400 pesos mensuales y la ayuda de la comunidad.

Seres prehistóricos que en el mito Maya son capaces de curar cualquier enfermedad tomando su sangre. Foto: Raúl Vera

Seres prehistóricos que en el mito Maya son capaces de curar cualquier enfermedad tomando su sangre. Foto: Raúl Vera

La palabra de Solalinde saca leves sonrisas a los trabajadores que deambulan entre montañas de basura infinita, basura que expulsa Tapachula todos los días, como la lava que expulsó y que formó al Cohatán y al cohatancito, a los ríos serpientes, a las serpientes de agua. Ríos que delimitan la ciudad. Solalinde fiel a su cristo redentor, se compromete a ayudar a estos hombres que todos los días conviven y hacen su trabajo  de y con los zopilotes,   Tzotl- basura, pilotl-recogedor. Seres prehistóricos que en el mito Maya son capaces de curar cualquier enfermedad tomando su sangre. Seres negros que ayudan a estos trabajadores que deambulan, expulsados de su tierra, de la ciudad, como si la lava del Tacaná los hubiera arrastrado hasta este sitio, junto a los zopilotes, esos mismos que ayudaron a Ixbalanque  a reponer la cabeza de Hunahpu’ cuando fue decapitado, los que extendieron sus alas y oscurecieron el cielo, para ocultar la reposición.

De estas montañas de basura a las faldas del Tacaná y de su escuela saldrá el vencedor de los señores de Xibalbá, encarnados en el acaparador de cartón y de pet, quien revende a 5 pesos el kilo, que les compra a 1 peso con 30 centavos. De alguno de estos hijos del Popol Vuh, que van a su escuela de material reciclado y que todos los días tienen al volcán  y a los cerros de basura como fondo, saldrá un Hunanpuc o Ixbalanqué que vencerá a los señores de Xibalbá, acaparadores de sudor y aliento. Liberará a sus padres de este hedor, que hiere, que se adhiere inmisericorde al recién llegado y lo persigue y se prende de sus ropas y se queda en la memoria lastimando, doliendo en lo más profundo de cada ser humano; la vulnerable infancia.

De estas montañas de basura a las faldas del Tacaná y de su escuela saldrá el vencedor de los señores de Xibalbá. Foto: Raúl Vera

De estas montañas de basura a las faldas del Tacaná y de su escuela saldrá el vencedor de los señores de Xibalbá. Foto: Raúl Vera

 

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