Los huesos de Ricardo III: Dramatis personae
Ricardo III. Tras el renovado interés que despertó en los últimos años, los periódicos suelen referirse al monarca con frases como «el último de la casa de York», «el último de la dinastía Plantagenet», «el último muerto en el campo de batalla», «uno de los últimos cuya localización de su tumba no había llegado hasta nuestros días». El último. Su cuerpo había sido depositado en la abadía de Greyfriars después de la derrota de Bosworth, pero su paradero terminó siendo un misterio cuando la iglesia fue demolida en 1538.
Ricardianos. Individuos interesados en reivindicar la figura de Ricardo III, cuyo nombre ha sido manchado por la opinión pública, pero en mayor medida por el genio de Shakespeare. En 1924 un eminente cirujano británico llamado Saxon Barton, junto a un grupo de aficionados a la historia, fundó la Comunidad del Jabalí Blanco, más tarde renombrada como Sociedad de Ricardo III. Sus actividades, entre las que destacan comidas de Navidad en Fotheringhay, grupos de lectura y conmemoraciones anuales de la batalla de Bosworth, tuvieron un deslumbrante giro hace unos pocos años cuando se anunció que encabezarían la búsqueda de la osamenta real. Ya se sabe que cualquier labor revisionista queda incompleta si no hay unos huesos que trasladar de un sitio que se considera deshonroso a uno respetable.
Philippa Langley. Actual secretaria de la Sociedad de Ricardo III y pieza fundamental para que la exhumación de Ricardo fuera una realidad. Diversos artículos publicados desde mediados de los setenta en The Ricardian, la revista de la sociedad, sugerían que los restos se encontraban bajo el estacionamiento del ayuntamiento de Leicester (una ciudad a dos horas al norte de Londres). En agosto de 2009, la señora Langley visitó la zona en cuestión y el presentimiento de estar sobre la tumba de Ricardo III se apoderó inmediatamente de ella. Un año más tarde, volvió al lugar de los hechos y encontró una enorme R pintada en el suelo, una letra que correspondía a «Reservado», pero que ella interpretó como un símbolo. Esa pequeña epifanía fue determinante para abrazar la misión, lo cual significó una gesta para recaudar fondos y convencer a un grupo de arqueólogos de la universidad de Leicester para que se uniera al proyecto Looking for Richard. Langley fue la estrella del documental de Channel 4, Richard III: The king in the car park, donde aparece llorando en repetidas ocasiones. Cuando en septiembre de 2012 el equipo arqueológico dio con unos restos en el lugar señalado, mientras los demás veían algunos «huesos viejos» ella tuvo la sensación de estar «viendo a un hombre».
Richard Buckley. Director del departamento de arqueología de la Universidad de Leicester. Fue el encargado de dar a conocer, en febrero de 2013, que los restos hallados bajo el estacionamiento eran en efecto los del rey. Once heridas, curvaturas en la espina dorsal (pero no lo suficientemente pronunciadas para hablar de un jorobado) y lo arrojado por las pruebas de radiocarbono hacían suponer de manera muy consistente la identidad del esqueleto, pero fue el análisis de ADN lo que en último término vino a confirmar «en un 99.999%» el gran descubrimiento.
Michael Ibsen. Carpintero canadiense que ha sido reconocido por los genealogistas como descendiente de Ana de York, la hermana del rey Ricardo. En 2004, el historiador John Ashdown-Hill, que había rastreado la estirpe real por dieciséis generaciones, contactó a la madre de Ibsen, Joy, para notificarle que la línea materna de Ana desembocaba en ella. Desafortunadamente, Joy murió antes del descubrimiento de los huesos, por lo que el ADN de Ibsen fue fundamental para certificar el hallazgo. A diferencia del ADN nuclear, que reúne información tanto del padre como de la madre, el ADN mitocondrial solo transmite información de la madre. Al no tomar en cuenta las falsas paternidades, su grado de fiabilidad es muy alto.
Turi King. Es una especialista en genética de la Universidad de Leicester que lideró el trabajo de investigación de los restos de Ricardo. El equipo de genetistas a su cargo descubrió que si bien el ADN heredado por el lado materno coincidía con el de los descendientes vivos de Ricardo, eso no sucedía con el lado paterno. En un medio obsesionado por la pureza de los orígenes, las implicaciones de este descubrimiento eran poco menos que escandalosas. Los investigadores no pueden saber con seguridad cuándo se dio una infidelidad femenina en la familia real, pero tienen suficientes bases para pensar que sucedió en algún momento entre Juan de Gante (1362-1399), hermano del bisabuelo de Ricardo III, y Henry Somerset, duque de Beaufort (1744-1803). Dado que el amplio margen de maniobra abarcaba también la línea de los Tudor, el anuncio ponía en tela de juicio el linaje de la actual reina Isabel II. Una venganza maestra, en tanto fueron los Tudor los principales responsables de difundir la «leyenda negra» de Ricardo.
Kevin Schurer. Parte del equipo de genetistas que básicamente entró a escena a decir: «No estamos afirmando de ninguna manera que Su Majestad no debería estar en el trono.»
Peter Soulsby. Alcalde de Leicester. Anunció que, tras confirmarse la identidad de Ricardo III, sus huesos serían llevados a la catedral local, St. Martin. Pero apenas sus planes se hicieron públicos, otra ciudad se apresuró a reclamar la osamenta: York, cuyos concejales consideraron que se trataba del «lugar de entierro más apropiado para Ricardo III, uno de los hijos más famosos y más queridos de la ciudad». El arqueólogo John Oxley, fuerte partidario de la causa de York, afirmó que «ciertamente Ricardo no quería ser enterrado en Leicester», pero Soulsby no estaba dispuesto a perder la buena propaganda que su localidad estaba recibiendo gracias a la exhumación y pronunció una frase digna de un drama isabelino: «¡Esos huesos se quedarán en Leicester / o en todo caso se los llevarán sobre mi cadáver!» Luego, en una línea más propia de un jurisconsulto, recordó que la licencia concedida por el Ministerio de Justicia al equipo de expertos estipulaba el entierro en Leicester. Los tribunales le dieron la razón.
Looking for Richard. Ricardianos que, tras hacer posible la exhumación, iniciaron en 2015 una campaña para conseguir que el gobernante recibiera una sepultura católica de acuerdo a la fe que profesó. Criticaron la decisión de que sus restos terminaran en una iglesia anglicana y no en una acorde a su religión. «Existen numerosas pruebas de que Ricardo III tenía una fe personal muy seria —recordó John Ashdown-Hill—. Si Ricardo no hubiera muerto, tal vez la iglesia anglicana nunca habría existido.»
Ricardo III (esqueleto). Fue enterrado este jueves 26 de marzo de este año en la catedral de Leicester.
Retomado del blog del autor: Tediósfera
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