Entre piernas. La extraordinaria cópula de ciencia y sexo
John Watson, el creador del conductismo, escribió alguna vez que el sexo “es el tema más importante de nuestra vida y puede constituir uno de los mayores obstáculos para la felicidad de hombres y mujeres”. Por ese motivo, concluía el psicólogo, era primordial no dejarlo en manos de madres, abuelas, curas o analistas freudianos, sino de “especialistas científicamente preparados”. La ciencia, huelga decirlo, le tomó la palabra al querido Watson y el estudio serio de la sexualidad humana ha despegado los últimos 60 años. Sin embargo, a pesar de las valiosas aportaciones que eso significa (desde Robert Latou Dickinson, que a principios del XX reivindicó a nuestro amigo el clítoris, hasta la actual era del viagra), la investigación sexual todavía se percibe como un asunto de pervertidos que lograron un título.
Entre piernas, el fascinante libro de la periodista y psicóloga Mary Roach, reivindica a todos esos hombres que han invertido, tiempo, dinero y prestigio en indagar qué le sucede al cuerpo mientras se divierte. “¿Los experimentos sobre el sexo dan resultados satisfactorios?”, se pregunta Woody Allen a través de una hilarante escena:
…y la señorita Roach parece responderle: “Señor Allen, olvide la satisfacción y los resultados. Lo que de verdad debería intrigarnos es: ¿cómo diablos le hacen estos chicos para conseguir financiamiento?”
Tan burlona como el propio Allen, Mary Roach ha querido dejar constancia de las dificultades técnicas y humanas que lleva consigo husmear las reacciones de hombres y mujeres durante la cópula. ¿Con qué aparatos estudiar el orgasmo femenino?, ¿cómo conseguir voluntarias?, ¿bajo el auspicio de quién indagar los vínculos entre orgasmo y fertilidad? Y por supuesto, ¿cómo redactar con precisión un informe que no parezca un capítulo de novelita porno?
Para cumplir ese cometido, Roach entrevista a médicos taiwaneses cercenadores de venas, inventores de bombas de vacío para mujeres, dueños de empresas que venden testículos para mascotas y a personal encargado de “excitar cerdos” (una actividad que, créalo o no, existe en Dinamarca), a fin de ilustrar qué se está averiguando acerca del sexo en laboratorios, quirófanos e incluso granjas. Porque lo que mueve a Roach a seguir adelante es un voyeurismo que ha sabido confundir con la curiosidad científica: contemplar la cámara en forma de falo que utilizaron Masters y Johnson, hace sesenta años, para documentar la lubricación femenina; dar fe de un implante de pene; ofrecerse ella misma como cobayo para el estudio ultrasónico de dos cuerpos durante la cópula.
Entre otros casos, este libro pasa revista a las “figuras coitales” de Leonardo da Vinci (quien prefirió obviar la próstata y los ovarios en sus diseños), las filmaciones explícitas en el desván de Alfred Kinsey (con sus colaboradores detrás y delante de la cámara), los injertos de testículos practicados en la cárcel de San Quintín (a cambio de libertad provisional), la curiosa historia de Marie Bonaparte (la princesa y científica que se reubicó el clítoris), los experimentos para descubrir la relación entre el sexo y el poliéster (que llevó al doctor Ahmed Shafik a vestir con pantalones a los roedores de laboratorio) y la insólita epidemia de amputaciones fálicas en Tailandia (donde cerca de un centenar de mujeres vengativas rebanaron a sus maridos mientras dormían).
A la autora le importan menos los resultados de las investigaciones como el modo en que esas investigaciones se han llevado a cabo. Su curiosidad abarca los procesos, los malentendidos y los documentos que ha dejado, junto a una estela de historias sorprendentes, nuestro interés natural por el sexo. Porque lo que “se cuece ahí dentro”, no sólo es la respuesta química de un organismo vivo, sino los intentos de las personas y las sociedades por ser felices, por quedar satisfechos o, en última instancia, por sentir algo.
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