De vuelta a casa*
Samuel Revueltas
La atmósfera es majestuosa.
Son las nubes de incienso que me abrazan y me invitan a pasar; apenas doy el primer paso y este olor a juncia fresca me eriza la piel, me recuerda que hoy es el día…
Los tapetes bien acomodados y en medio la cruz de cempasúchil me dan la bienvenida: ya estoy en casa. ¡Qué maravilla!
¡Ay esa mi mamá! Está rezando y llorando, tamal con lágrima va a comer. Tan linda ella, respetando el costumbre. ¡Ah burro! Tres tamales me puso, qué delicia: de chipilín, de mole y de toropinto.
¡Jo! También me dejó mi curadito, bien fuerte está éste, huele tanto a alcohol que hasta parece cuando me pusieron por el somatón aquél, no sé si me mató el golpe o el infarto.
Acá en Tuxtla no cambiamos nuestra forma, tan alegre mi altar, meramente zoque, con bastante flor de huitumbillo, tzequiscuy y punupunú.
Clarito está que ya era mi hora, las velas van parejitas. Tenía razón la tía Rosita: si tu par de vela va pareja, ya te tocaba.
Sabroso todo esto, hasta parece que bajo la virgen; con este putzazé hasta la borcelana voy a lamer, ya ni se diga con este sispolá y mi chipilín con bolita. ¡Velo! Hasta tascalate me hicieron.
Vaya nomás, el café con el que despertaba y me dormía. ¡Dios mío! pancito de tía Conchi, calabaza, melchocha, gaznate, puxinú, jocote y nanchi curtido, garpiñado, yuca, chilacayote, coyol en dulce. Estos nuegaditos se vienen pa´ acá con mi pozol de cacao… nada falta, ¡jodido!, de tanta azúcar me voy a volver a morir.
Qué galán altar. Qué bonito es regresar a casa.
*Este texto escrito por Samuel Revueltas es la presentación del altar monumental instalado en el Museo de la Ciudad de Tuxtla Gutiérrez.
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