Bruno Gutiérrez es ojo de vidrio

 

 

De la exposición en el Museo Städel de Fráncfort

De la exposición en el Museo Städel de Fráncfort

 

La  fotografía  es ojo insomne  astillado en miradas que observa  desde atalayas  impensables, de donde  busca, atrapa, muestra, atesora, conmueve, emociona y denuncia.

Es ojo de luz y sombras que  reclama, juzga, salva o condena,  depende a quién o qué eternice en sus parpadeos que se propagan  en internet.

Imágenes que nos trasladan a las Cuevas de Altamira,  donde estuvo una  de las forjas de las necesidades, las demandas y el embeleso de la humanidad.

Fotografías a colores,  en blanco y negro,  que nos llevan a los campos y las ciudades con la veracidad del instante,  la fuerza del suceso o la tranquilidad de la contemplación  creados por quien obtura la cámara.

Aparato  al hombro o al  cuello, el fotógrafo globalizado, el fotoperiodista  chiapaneco  no requiere  mucho para construir  las bitácoras que serán la historia que, al momento o después,  todo ojo vera y enjuiciará

El hombre o la mujer aprietan   la cámara como se dispara  un fusil desde  la recóndita espesura de la montaña, o de la plaza más concurrida del mediodía de protestas.

Bruno Gutiérrez es ojo de vidrio. Calza zapatos de gamuza  que lo  llevan  imparable   a lugares consabidos donde germina la noticia diaria, como también a atmósferas  de insospechadas sorpresas.

Bruno afirma que un buen  fin de semana, de año o en vacaciones, coge cámara , mochila , se mete en su escarabajo, un VW 1984, y se adentra en la biodiversidad de la selva y los bosques de Chiapas para captar   con  las miradas ciclópeas  del artefacto los animales  en sus estancias  más primitivas posibles.

Los caminos hacia la  naturaleza,   de cara al viento, al sol, bajo las lluvias  incesantes, transforman temporalmente  al joven fotógrafo  en  nutria  diseñadora de empalizadas, en tímido  y vulnerable pavón.

Regresa con algo de  la  danta,  la mantis y dragoncillo terroso para enfrentar  la dureza y el orden engañoso  de la ciudad sin treguas  para la contemplación y el deleite.

En esta otra selva de concreto y hoyancos   el trabajo de Bruno transcurre a puro  flashazo, a ráfagas tupidas que arroja la cámara Lumix cada vez que atrapa  a los protagonistas de la política, del gobierno y a los manifestantes de calles  plazas públicas.

Va El Cíclope urbano mirando y atrapando con imágenes las angustias, los  miedos  y las pequeñas conquistas ciudadanas.

Bruno, Conejo, afirma que  Tuxtla Gutiérrez  desde el prehispánico Coyactoc ha sido campo florecido de batallas en el que, por ahora, los cerdos de la política y el gobierno continúan alzándose con las victorias.

El joven fotoperiodista, hijo de mecánico automotriz, habitante del barrio El Magueyito, cree y confía, sin embargo,  que una denuncia en imágenes bien documentada puede cambiar y aliviar ,  en cierto modo y medida, tanto coraje y frustración ciudadana contenida y acumulada.

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