“Hacer música es como hacer el amor a una mujer”: Gerardo Ventura, Contrabajista.

con trabajo editado

Para Gerardo Ventura hacer música es como hacer el amor a una mujer. El instrumento comienza a ceder si el ejecutante sabe exactamente donde tocarlo. Enamorarlo hasta que logre un ritmo armonioso y entonces, todo sucede, en la plenitud de los acordes.
El recuerdo de la algarabía de las fiestas de su pueblo en San Pedro Tapanatepec, Oaxaca; persiste en su memoria. De su niñez brotan imágenes cuando ejecuta una pieza musical. Su mirada tiene ese gozo de la infancia, al descubrir el mundo con ojos nuevos.
Durante su adolescencia en Cintalapa de Figueroa, Chiapas; el Maestro Javier Toledo del “Mariachi del Valle” lo inició en el camino de la ardua disciplina. De esa primera etapa recuerda también con admiración a los maestros Moisés Mandujano quien lo acercó al contrabajo y a Noé Archila.
Aunque se vio tentado a ser piloto aviador, deseo que lo llevó a estudiar la preparatoria con la finalidad de cursar la carrera, la música lo sedujo nuevamente pero ahora sin tregua.
Decidido, estudió en el Instituto Superior de Música del estado de Veracruz, donde cursó la licenciatura en Ejecución de Instrumentos Orquestales bajo la tutela del gran contrabajista Carlos Villarreal (Generación 2003-2009).
Armonía, contrapunto, historia, fueron parte de su perfeccionamiento en el ISMEV. Composiciones de Johann Sebastian Bach, Ludwig Van Beethoven y Wolfgang Amadeus Mozart fueron logradas después de someterse a infinitas horas de ensayo.
La Orquesta Sinfónica de Chiapas fue el enlace profesional para regresar a nuestro estado. Durante casi cinco años ha sido su principal actividad: es el contrabajo principal de la orquesta.
Para él, la música es un don genético, debe haber ritmo y disciplina, sino no hay nada que hacer. “Siempre hay que buscar colores para expresar imágenes que se crean en vivo”. Verlo tocar es una experiencia lúdica. Su expresión corporal delata que lo disfruta y hace hincapié en esas imágenes que recrea de su niñez.
Pero su formación académica no podría estar completa sin lo que experimentó en la calle. Esas “tocadas” de jazz le han dado a su música una cualidad orgánica. El rigor del estudio profesional de la música lo complementa con lo visceral del “Impro”. “En la Universidad te enseñan a tener cierta postura al tocar y aunque tu cuerpo te pida un balanceo debes mantenerte firme; en la ejecución diaria te permites tener una expresión corporal libre, disfrutar del instrumento”, asevera.
Y esta búsqueda del encuentro con el público fuera de las salas cerradas para orquesta, lo ha sostenido durante un año y cuatro meses en conciertos sabatinos en el Museo de la Ciudad y actualmente todos los viernes en la Galería Rodolfo Disner.
Su propuesta artística es integrar los instrumentos de orquesta en canciones regionales, con armonías de jazz, como El Sapo, El Huapango de Moncayo, La Tortuga del Arenal, pero su mejor reto son las composiciones propias como la de “Coqueteando”. Relata que previo a un concierto con otros músicos, en el camerino comenzaron a improvisar, les agradó tanto que decidieron interpretarla ese mismo día, y es ahora una de las melodías más solicitadas durante sus presentaciones.
Gerardo Ventura ha combinado la ejecución con la docencia, pero su congruencia artística y moral lo ha llevado a renunciar a impartir cátedra en universidades que carezcan de ésta. Su búsqueda va más allá del rigor académico o de la satisfacción económica, tiene que ver con la entrega sin cortapisas, sin límites.
Durante sus conciertos interactúa con el público. Los convierte en cómplices y hasta los hace cantar. Lejos queda la imagen del músico de orquesta inamovible, le complace más que conozcan el instrumento e incluso lo incita a gozar de una experiencia sensitiva, casi orgásmica.

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