Lo nuevo necesita amigos
Te cuento algo, hace tiempo cuando trabajaba para la burocracia chiapaneca tenía la responsabilidad de dirigir una «pequeña» área de informática donde me ocurrió lo siguiente: Tenía la intención de procurar servicios de Internet para el público en un parque que se encuentra en el mercado 5 de mayo, había modo de pagar ese servicio a través de un movimiento contable y de ahorrar por otro lados, consideraba que era algo que podría aportar algo positivo a los ciudadanos.
Sin embargo estaba el problema de la infraestructura, no teníamos dinero, pero por fortuna del destino ocurrió que unos muchachos muy jóvenes de la Universidad Tecnológica de la Selva habían llegado al área para realizar su «Servicio Social», así que les propuse el reto, teníamos muchas computadoras obsoletas y en mal funcionamiento apiladas y casi a punto de terminar en la bodega del Gobierno del Estado para su baja definitiva.
Ellos me presentaron sus ideas y les mencioné que tenían todo el apoyo necesario. El resultado me impresionó, en menos de 10 días tenían todo funcionando, habían revisado cada equipo y pieza por pieza habían reusado lo necesario para el proyecto. No hubo quejas, ni falta de compromiso, muy al contrario.
Esta experiencia me permitió aprender una lección, lo nuevo, los jóvenes los muchachos que ahora mismo están en nuestras escuelas necesitan una oportunidad no en el sentido económico sino de confianza para asignarles responsabilidades importantes, nos podríamos llevar una grata sorpresa.
Te cuento esto porque quiero compartir la historia de otro joven llamado Aaron Swartz que nació en 1986 en Chicago Illinois y quién desde muy pequeño le entusiasmó mucho la tecnología (como ocurre en todo joven), pero Aaron Swartz además de consumir información y programas, como regularmente ocurre, comenzó a producir ideas, entre estas estaban las propuestas para la solución de los problemas derivados de la facilidad que hay en la tecnología para copiar y compartir información que no es nuestra.
Como seguramente sabes copiar un album de música o textos completos sólo requiere el esfuerzo de seleccionar y utilizar las teclas Ctrl+C y Ctrl+V las veces necesarias, así que a diferencia del pasado «piratear» es cosa fácil y es un problema para los creadores que tiene que o quieren vivir de su creación (y no andar buscando empleo en algo que no les gusta).
Aaron Swartz y otras personas se les ocurrió un proyecto que ayudará a los creadores a proteger sus obras en un marco legal intermedio que permitiera dar a conocer sus obras pero también los protegiera de un robo.
Este proyecto se conoce como Creative Commons:
Creative Commons define el espacio que se encuentra entre el espectro de la protección absoluta de los derechos de autor – Todos los derechos reservados – y el dominio público – Ningún derecho reservado -. Las licencias te ayudan a conservar tus derechos autorales invitando a usar tu obra bajo el esquema de “- http://www.creativecommons.mx/que/#sthash.8WpdV2yo.dpuf
En él trabajaron varias personas entre ellos Lawrence Lessig y el propio Aaron Swartz quién redactó el documento de la iniciativa a la asombrosa edad de 15 años.
Esta iniciativa permitió a muchos creadores compartir su obra bajo un marco legal que permitía una protección jurídica y moral de su obra, creando también una promoción y fomento al respeto de aquellas obras originales y que el usuario no sólo descargara logotipos o fotos a través de Google a diestra y siniestra.
Conforme pasaron los años Aaron Swartz participó en otros proyectos muy importantes en Internet aunque muchos de ellos no han sido muy conocidos por el usuario promedio, entre ellos destacan: Redacción de la especificación RSS 1.0 que permite compartir titulares o las últimas actualizaciones de los sitios de internet, la implementación para la aplicación de documentos RDF/XML que permite una Web con mejores estándares que permitían con ello una mejor manera de compartir información.
También creó una gran conciencia activista y esto lo llevó a no comprender cómo ciertos grupos basaban su poder en la adquisición y secretismo de información. Un ejemplo de esto estaba en la propia Academia Científica que a través de su sistema JSTOR almacenaba documentación científica que no estaba disponible para el público a menos que pagaran una suscripción o que perteneciera a alguna de las instituciones académicas que pertenecieran al sistema JSTOR.
Aaron Swartz se encontraba indignado al saber que el conocimiento científico del mundo, cuyo espíritu primario era la mejora de la humanidad, estuviera encerrada en términos legales como una cuestión de Derechos Reservados. Su ímpetu le movió a hackear el sistema JSTOR y descargar 4.8 millones de artículos científicos los cuales dispuso de forma pública para su consulta.
Esto llevó a una reacción legal por parte de los «propietarios» de dichos documentos y plataformas tecnológicas donde se publicaban para distribuir a los suscriptores autorizados. Aaron Swartz de un día para otro tenía una demanda que le amenazaba el tener que pagar 4 millones de dólares y 50 años de cárcel en caso de encontrarse culpable. Tenía 25 años.
Lamentablemente la «justicia» fue implacable contra él, Aaron Swartz cayó en una terrible depresión y el 11 de enero de 2013 fue encontrado muerto con una edad de 26 años. Su muerte dio lugar a diversas especulaciones como la que tenía que ver que el propio Aaron ayudó a Wikileaks para liberar información secreta y por ello hubo una acción para perpretar su muerte por parte de los servicios de inteligencia estadounidenses.
Sea como sea habría que dar una oportunidad a los jóvenes, sobretodo en nuestra sociedad chiapaneca tan encerrada en sus usos, costumbres y tradiciones que se pretenden inmutables. Lo nuevo requiere amigos. Las nuevas mentes nos podrían rescatar.
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