Recibe Oscar Oliva Premio Internacional de Poesía “Ramón López Velarde” 2013
Discurso íntegro del poeta Óscar Oliva Ruiz al recibir el
Premio Internacional de Poesía “Ramón López Velarde” 2013
Amigas, amigos:
Me siento muy honrado de que la Universidad Autónoma de Zacatecas “Francisco García Salinas”, me haya otorgado el Premio Internacional de Poesía “Ramón López Velarde” 2013, y también agradezco a los miembros del Comité Ejecutivo del Premio, que seguramente vieron en mi obra un esfuerzo creativo sostenido durante muchos años.
Ramón López Velarde, es uno de los poetas en lengua española, que más admiro y amo. Su juventud y su poesía siempre estarán en el mundo. Qué afortunados somos con los versos inolvidables que nos dejó, como inolvidables son los versos de Juan de Yepes, Rubén Darío y César Vallejo. No es casual que invoque en estos momentos a estos poetas, y los ponga junto a Ramón. Tienen en común maravillarse de las cosas grandes y pequeñas, en las exaltaciones y conflictos de la razón y el gozo, siguiendo, cada uno, en la época que les tocó vivir, los resplandores del temprano universo. Como tampoco es casual que estos 4 poetas hayan nacido en pequeños pueblos de sus países, Juan en Fontiveros, Ávila, Rubén en Metapa, César en Santiago de Chuco y Ramón en Jerez, Zacatecas. Y que los 4 sean casi santos, porque amaron, de distintas maneras, la vida en comunión con la palabra.
Fue en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, allá por 1954, que el profesor Andrés Fábregas Roca, catalán, combatiente comunista en la guerra civil española, me regaló El son del corazón, libro que aún conservo.
Me gusta mucho, pues eso siento cuando leo a López Velarde, que haya dudado de la posibilidad de que su poesía se quedara extraviada, a la mitad de un camino inconcluso, y con ella, él mismo. Duda que los auténticos artistas siempre han experimentado, y los hace ser nuestros iguales.
Me gusta mucho los momentos más altos de su perfección, los poemas que de tanto trabajarlos los hizo más profundos, o más leves, como si abriera y cerrara las llaves de “un canto como vena de agua que solloza.”
Cuando Ramón escribió, había ya una poesía obsesionada en una retórica de expresión excedida. Es decir, una poesía cerrada. Él escribe desde lo fugitivo y frágil, hace la descripción del paso del tiempo, el rápido salto de la vida y la fuerza de la naturaleza erótica. Esa fue su apresurada aventura. Nos heredó una poesía abierta.
El poeta Marco Antonio Campos, escribió en El tigre incendiado: “La de Ramón López Velarde es una obra que se renueva día tras día y siempre fresca como el agua de un río limpio.”
Lo que yo quisiera para mi poesía es ocupar espacios hasta ahora inéditos o poco trabajados en mi obra, por la prisa de la vida diaria, cada vez más compleja y externa. Experimentar la pasión por lo actual, que contiene de una manera lúdica el pasado y el futuro. Evitar la poesía cerrada, para abrir los bosques frescos. Acercarme a lo más metafórico que nos aporta la ciencia, a sus realizaciones y ficciones. Trabajar, con imperiosa necesidad, en diferentes frentes y fuentes del conocimiento, de la literatura y de las otras artes. Tener en cuenta y tratar de manejar las nuevas tecnologías que están transformando el viejo oficio del arte de la poesía. Y como dice el ensayista y teórico de las nuevas tecnologías, Javier Celaya: “Entender la compleja y cambiante realidad digital que nos está tocando vivir es difícil, pero a la vez puede ser un Viaje a Ítaca realmente apasionante.”
Así, en el vértigo, en este tiempo de asesinos, (como dijo Jean-Arthur Rimbaud), se debe estar en cualquier lugar del planeta, y se puede escribir sobre las similitudes y diferencias de historias y geografías, sobre la pérdida de las masas de hielo en el planeta, de las extrañas migraciones de fauna y flora, y mirar más lejos en el universo, como lo hace la astronomía electrónica, porque significa mirar atrás en el tiempo. Volver a retomar que la metáfora es una forma de conocimiento, de pensamiento, de imaginarse cosas, de acercarse a cualquier situación inédita. De no olvidarse que la poesía ha sido siempre social y política, cuando se está en la búsqueda genésica de las palabras. Sin olvidar, que a lo sumo, el poeta es nada más un receptor, un cronista. No caer, como en el siglo pasado, en el juego inútil del mesianismo; no creerse, y gritarlo a los cuatro vientos, que se es la voz del pueblo, porque eso es y ha sido inmoral. Y volver a leer a Ramón López Velarde.
Vivimos años de incertidumbre, en un país cada vez más golpeado por el terror y las injusticias sociales, por una guerra que ha cobrado ya miles de muertos, desaparecidos, desplazados, y una humanidad sufriente en el lomo de un tren llamado La Bestia, o en un desolado espacio llamado mi casa.
En enero de 1994, saludamos con entusiasmo el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Hoy, a las puertas del XX aniversario de esa gesta, saludamos la resistencia y la vitalidad de este mirar más lejos en la búsqueda genésica de las palabras. Estoy seguro que las y los poetas indios de Chiapas, nos encaminarán a los resplandores del temprano universo.
Hace unos días, el poeta Yves Bonnefoy, galardonado con el Premio de Literatura en Lenguas Romances, en la FIL de Guadalajara, dijo: “En Francia nuestras universidades tienden a colocar a las ciencias humanas y al debate de las ideas en primero plano de sus intereses y la poesía no es considerada una necesidad fundamental”.
Qué bueno, I.Q. Armando Silva Chaire, Rector de la Universidad Autónoma de Zacatecas, que en esta ilustre Universidad, la poesía sea considerada una necesidad fundamental, y que ojalá otras universidades del país tomen nota y comiencen a impulsar esta “memoria segunda que se prolonga misteriosamente en medio de las significaciones nuevas…”, como decía Roland Barthes.
Muchas gracias.
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