Alentar la crítica incómoda
La relación entre los políticos y los periodistas profesionales, siempre ha sido incómoda. Los primeros tienen afanes siempre de controlar la pluma y los segundos de sacudirse el control y a los censores oficiales.
Hay políticos, pocos, muy pocos, que toleran la crítica e incluso la alientan. Son los que han tenido una larga trayectoria en la vida pública y no les incomoda que a veces se ventilen sus metidas de pata y sus desaciertos. Lo toman con tranquilidad y como el pago mínimo que deben sufrir como funcionarios.
Los políticos jóvenes, los que han hecho una carrera meteórica, son menos susceptibles a la crítica; es más, persiguen con fiereza y exabruptos a los periodistas.
En el gobierno del general Absalón Castellanos se intentó controlar a los medios locales. Juan Balboa rompió el cerco y publicó en Proceso un reportaje que se hizo célebre: “Las transas de mi general”.
En tiempos más remotos, también de administraciones de generales, coroneles y gobiernos emergidos de la revolución, el control siempre conllevó amarguras.
Las estocadas vinieron en forma de papeles mimeografiados que se repartían de forma anónima. Y eran toda una celebración.
Hoy, con el internet, las críticas se potencializan, y nada cuesta apachurrar un botón para soltar miles de palabras que descalifiquen, destrocen y hasta insulten a los gobiernos.
Por eso, una responsabilidad del Gobierno es alentar la crítica responsable y el ejercicio profesional del periodismo, aunque a veces resulte incómodo.
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