Ciudadanos de segunda clase
No es menosprecio, pero indudablemente los chiapanecos somos ciudadanos de segunda clase.
No es menosprecio, pero indudablemente los chiapanecos somos ciudadanos de segunda clase.
Esta pregunta, para interpelar a Perú, vale para nuestro país y para nuestra entidad.
Los hechos salvajes abundan en Chiapas: un hombre cincuentón es asesinado a pedradas frente a sus hijos en un rancho de Villaflores, una mujer es apuñalada por su esposo en Coita, un septuagenario es muerto a garrotazos en Las Chicharas en Frontera Comalapa…
La exhibición del enriquecimiento de Ángel Aguirre y José Murat, exgobernadores de las entidades más pobres del país, renueva las esperanzas de que Juan Sabines Guerrero, el dilapidador mayor de los recursos estatales, sea investigado.
Nuevos virreyes, rodeados de una corte prepotente e inútil, han emergido en diversas partes de México. El actuar de esta casta esperpéntica no sería perjudicial si solo sirviera para entretenimientos de banqueta, de cantinas y de cafés, pero al controlar poderes locales omnímodos se convierten en problemas monumentales ahí donde sientan sus reales.
Una estrategia que han implantado los gobernadores, en este escenario de redes digitales sociales, es degradar y difamar a periodistas incómodos. En Chiapas los consejeros de Palacio atizan para que se regrese a esta práctica que empleó con poco tino Juan Sabines y que le dio muy malos resultados.
Hay personas que son eternas. Mi maestra Dolores Castro tiene ese maravilloso privilegio. Sus clases, que no provenían de libros sino de su vivencia con protagonistas de nuestra literatura, se convertían en una plática confidencial de aquellos sus andares.
Con el decomiso ejecutado en contra de Radio Bonampak queda claro que el gobierno actúa en contra de radiodifusoras no concesionadas solo cuando es presionado por los empresarios radiofónicos o cuando la línea editorial es crítica respecto al Estado.
Cuando le dieron posesión como titular de la Juventud, a Carlos Arturo Penagos Vargas le dijeron que debía ponerse en forma, que no querían a un obeso como dirigente del deporte en Chiapas. Se disciplinó: empezó a correr, a nadar y a pedalear bicicletas. En poco tiempo bajó diez kilos. Sabía que su permanencia tenía que ver más con la imagen que pudiera proyectar que con la eficiencia en la institución y a eso se empeñó. A finales de 2014 se propuso pintar su nombre por todos lados de la ciudad y lo ha logrado, pero ha ido más allá, […]