Con los desplazados de Venustiano Carranza, desvalidos, ambulantes y airados, girando en círculos de protestas, va también el estigma de Carmen Orantes. Desde la tumba parece que El Tío Carmen, fallecido a los 97 años, siembra aún el miedo con su nombre y su pasado caciquil, en aquel municipio emblemático de lucha campesina y conflictos agrarios incesantes. Los rostros curtidos de estos hombres y mujeres indígenas y mestizos asoleados y atropellados en sus derechos humanos, trazan interrogantes : ¿Cuántos muertos más para recuperar la legalidad y la civilidad en Carranza?
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