¿Cómo logramos la paridad efectiva de género?
A Margarita González López, sindica municipal de Amatenango del Valle la conocí en una reunión en el Congreso del Estado de Chiapas. Su caso me llamo la atención desde que la escuché por primera vez en el edificio del Poder Legislativo.
Margarita fue electa en las elecciones de Julio del 2015, pero nunca pudo ejercer. Su esposo, Domingo Díaz Cruz es quien desempeñó el puesto. Ella tuvo que salir de Amatenango del Valle e irse a vivir a Teopisca porque su esposo, de quien ya se separó, la golpeaba cada vez que la veía porque ella reclamó ejercer el cargo por el que fue electa.
Margarita González López tiene 42 años de edad. Es indígena tzeltal, pero ya no habla su lengua materna. Terminó la primaria. Tuvo cuatro hijos con Domingo Díaz Cruz con quien vivió durante 28 años. Todos sus hijos son ahora mayores de edad y ninguno vive con ella. Se fue sola a Teopisca porque en Amatenango del Valle no sólo no pudo ejercer su puesto, sino temía por su vida. Interpuso denuncias ante los juzgados de paz de la región; también pidió la intervención del presidente municipal, Marcelino Gómez Navarro; habló con las diputadas de la Comisión de Equidad de Género y con una representación de la Secretaría de Gobierno. Nadie intervino para defenderla.
El candidato a síndico municipal era su esposo, Domingo Díaz Cruz; pero el resolutivo de la Corte de que se respetara la paridad electoral en las candidaturas obligó a todos los partidos políticos hacer cambios de última hora en sus planillas para los Ayuntamientos. Para lograr cumplir con la cuota de género, los candidatos presentaron en muchos casos como aspirantes a sus esposas, pero ahora ellas no están ejerciendo el cargo, sino ellos. Esto es lo sucedió en Amatenango del Valle.
Cuando platiqué con Margarita me preguntaba cómo una mujer indígena con primaria terminada y que toda su vida se había dedicado a tareas del hogar se construyó para decidir que quería ser autoridad en su comunidad, cuál era su motivación, su historia. Quería saber cómo todo eso había terminado en una tragedia para ella y con la omisión de todas las autoridades.
Margarita no era el único caso que se registraba de violencia política de género. Las historias de sindicas, regidoras que nos las dejaron tomar posesión, que jamás cobraron un cheque por su cargo, que las hicieron firmar papeles sin siquiera leerlos, se cuentan en Chiapas por montón.
Además de los casos de las alcaldesas que solo lo fueron porque el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC) les dio su constancia, pero en la práctica jamás ejercieron.
A partir de la obligatoriedad de la paridad de género se configuraron nuevas formas de participar en la política.
El periodismo ha sido para mí un oficio muy generoso, pero a veces no nos permite ahondar en casos específicos, el diarismo nos “come”, la noticia del día siguiente deja a un lado la del día anterior, por eso sabía que abordar los casos de las mujeres que participan en la política electoral no podía ser solo desde el periodismo así que decidí dedicar mi trabajo de investigación de la Maestría de Estudios Culturales (MEC) a las “Experiencias de resistencia y violencia en la participación política de las mujeres en Chiapas” esto a partir de la obligatoriedad de la paridad de género que se consideró en las reformas electorales del 2015.
Durante este tiempo he conversado con mujeres que han participado ya sea en el proceso electoral del 2015 ó 2018 como candidatas, todas ellas generosas han dado su tiempo a esta investigación, contado su experiencia. El trabajo aún está en proceso así que dar resultados es un poco prematuro. Sin embargo, hay situaciones que son evidentes.
Las condiciones adversas
La situación en la que las mujeres arriban a la política es diferente que la de los varones, quienes históricamente han estado en el espacio público. Las mujeres entran en un terreno que les es desconocido y está saturado de reglas patriarcales, cada una genera estrategias para “sobrevivir” en un ambiente que han diseñado los hombres para ellos.
Las cifras oficiales señalan que las mujeres somos las que menos acceso tenemos a la educación, salud y patrimonio, quienes más sufrimos acoso laboral y sexual, las que más horas dedicamos al trabajo doméstico. Estas cifras explican, en parte, por qué la participación política de mujeres es menor que al de los hombres.
Es difícil que una madre soltera con dobles o triples jornadas laborales le quede tiempo para hacer vida en un partido político; es difícil que una mujer tenga los suficientes recursos económicos para dejar de trabajar y dedicarse a una campaña política; es difícil que una mujer que ha sufrido acoso sexual toda su vida decida entrar a un terreno en el que la mayoría son hombres, quienes además insisten en que el tema de la paridad de género no es tan importante que mejor hay que hablar de “la opresión a los partidos políticos” (el ejemplo que doy no es metafórico, eso dijo el representante del partido Morena en el IEPC, Martin Dario Caserez en el conversatorio: lucha por la defensa de la paridad).
Las condiciones en las que participan las mujeres en la política son adversas por eso son necesarias medidas afirmativas como la paridad de género que ayuden un poco a emparejar la cancha.
Hagan de cuenta que dos personas van a correr 100 metros planos, pero una de ellas está lesionada y no un poco lesionada, sino muy lesionada. El árbitro le dice a esa persona lesionada que le va a dar 30 metros de ventaja para emparejar un poco las cosas y al final ella gana con todo y sus lesiones, pero el árbitro le dice que renuncie a su premio y que se lo entregue a su “compañero” que está bien sanote y que corrió la competencia con todas las condiciones favorables.
Ese árbitro que está quitándoles “el premio” de forma abusiva a las corredoras en Chiapas tiene nombre y apellido. Es el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Partido Chiapas Unido, Partido Mover a Chiapas, Partido Nueva Alianza y Partido Revolucionario Institucional (PRI), los cuatro primeros institutos políticos aliados del gobernador del estado, Manuel Velasco Coello.
Si bien, que sean mujeres las que lleguen a puestos de representación popular no es garantía de que luchen por los derechos de las mujeres –hay que ver cómo la representante del PVEM, Olba Mabel López Pérez defiende las prácticas violatorias a los derechos políticos de las mujeres de su partido o cómo las legisladoras actuales no pudieron jamás articular una agenda feminista-, es derecho de todas el poder acceder a estos espacios.
¿Qué significa la paridad electoral?
De acuerdo con diferentes tratados internacionales y con la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, las mujeres tienen derecho al acceso igualitario a las funciones públicas de su país y a participar en los asuntos públicos, incluyendo la toma de decisiones; sin embargo, en la práctica, como sucede en la mayoría de las democracias occidentales, las mujeres han sido relegadas en el ejercicio público del poder
Con la finalidad de lograr ampliar la participación política de las mujeres se han tomado diferentes medidas en el nivel internacional, una de ellas ha sido la obligatoriedad de la paridad de género.
Esta medida, coinciden diferentes autoras es una forma afirmativa efectiva que obliga a los partidos políticos e instituciones electorales a impulsar la participación femenina en la vida política de la sociedad.
En el proceso electoral del 2015 en Chiapas se obligó a los partidos políticos postular a mujeres en los diferentes espacios de representación popular. Como resultado de esa posición, en 38 municipios de Chiapas ganaron mujeres —cifra que se redujo a 35—, el número más alto en la historia del estado. En algunos casos son sus esposos, hermanos o padres, quienes desempeñan sus funciones. En otros, las mujeres han tenido que desarrollar estrategias para ejercer, marginal o a veces plenamente, sus puestos.
¿Cómo llegamos a la igualdad de género y evitamos la violencia política en contra de las mujeres?
La paridad de género es una medida afirmativa para llegar a la igualdad de género en los procesos electorales. No es lo mismo paridad que igualdad, aunque se suele confundir. Para llegar a la igualdad de género es necesario que la paridad sea efectiva y en Chiapas eso no se ha logrado.
Para lograr la paridad es necesario que los partidos políticos inviertan los recursos económicos destinados a formar cuadros de mujeres –en Chiapas es el 6 por ciento de sus recursos-; que las autoridades electorales hagan valer la paridad en las candidaturas y no dejen que los partidos se burlen de la Ley; que se promuevan redes de acompañamiento para las mujeres que participan en política; que las autoridades atiendan las denuncias que ellas interponen.
Lograr la igualdad de género en la política es una cuestión estructural. Difícilmente vamos llegar a ella, sino trabajamos en las cuestiones de fondo.
Se necesitan políticas públicas claras y eficientes para que los trabajos de cuidados no solo recaigan en las mujeres (lo personal es político), que esos trabajos de cuidado, que desempeñan las mujeres, también se realicen en mejores condiciones.
Los tres poderes y niveles de gobierno deben realizar acciones para que las mujeres tengan garantizado el acceso a la educación, salud, educación, la seguridad, el patrimonio.
La política hay de “despatriarcalizarla” y ahí también tienen mucho trabajo por hacer las mujeres que ya están en puestos de decisión.
La paridad de género es solo una, una de muchas medidas para lograr la igualdad de género. Si no somos capaces de defender, garantizar, respetar solo una medida para lograr el objetivo máximo no vamos a poder llegar a él, de ahí la importancia de hacer valer la Ley, de que sea efectiva la paridad. No es democracia sin la participación de las mujeres.
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