Sexenio
Algunas informaciones otorgan y reconocen el innegable crédito al gobierno obradorista de haber cumplido casi todas las promesas de la campaña política: 98 de 100 (Reforma, 1 septiembre 2024). Por ello no debería sorprender que las promesas mostraron los millones de votos y una -tampoco sorprendente- mayoría representativa. Ni sorprender debería que la próxima presidenta continúe con un legado sexenal no visto, quizá, desde el cardenismo. Si se toma en cuenta que antes de 2018 los gobiernos “neoliberales” tuvieron esa continuidad defendida no precisamente envueltos con la bandera nacional, cuya carta de presentación fue la privatización de práctiamente todo lo que oliera a Estado.
La ruptura sexenal llegaría en 2018. El giro no radical del timón hacia la izquierda fue la diferencia y, quizá, el inicio de otra época. No lo sabemos. El regreso a un status para la atención de “lo social” por encima de lo oligárquico, representa un salto cualitativo desde el punto de vista de una práctica política inclinada hacia “el pueblo”. El balance del obradorismo quedará en la historia como un gobierno que despertó a la política, que la sociedad se “politizó” desde la izquierda y desde la derecha. Hasta los medios tradicionales y conservadores tuvieron que permitir debates, polémicas y un griterío por algunos y algunas no visto antes. Anclado en ciertos valores políticos del Maderismo, la 4T removió ciertos escombros -no todos- de un régimen político reacio a cambiar vía las reformas. El reformismo llevó a este gobierno a realizar acciones históricas. Podrán decir que la forma no fue la correcta. Puede ser, pero que las olas se movieron, se movieron. Para muestra basta un botón: el Poder Judicial, el cual sin un congreso constituyente -un pendiente no hecho- para refundar el estado de cosas heredado desde 1917, era necesario reformar.
Atacado desde muchos frentes desde antes y después como presisente (que se reelegirá, que expropiará, que seremos Venezuela -el referente ahora de moda de la derecha-), el presidente Obrador afectó intereses económicos intocables, en los cuales los medios de manipulación privados son el punto de un conflicto y disputa por espacios propagandísticos. En su momento, en el principio de la ofensiva mediática, de prácticamente todos los medios, plumas, locutores, voces de la misma suela, la politóloga Soledad Loaeza comparó al presidente Obrador con Napoleón, el pequeño, por aquello de querer abusar de su posición.
Los logros cumplidos tuvieron una fuerte carga de legitimidad y de aceptación de una gran parte de la sociedad. Hay que tomar en cuenta que a mitad del gobierno la pandemia apareció -o la hicieron aparecer-, como un riesgo para el rumbo del gobierno, y que propició un estancamiento en el crecimiento económico a nivel global, la 4T devolvió al Estado una importante presencia. La crítica viene aquí de la falta de crecimiento de un 6% anual, pero el mundo se estancó como consecuencia de la pandemia y la guerra en Ucrania. Bueno, ni el gobierno foxiano, el adorno de la llamada “transición a la democracia” lo logró… Sin pandemia.
Pendientes hay. La reforma militar, que pese a que la guardia nacional ha regresado como apoyo a las labores civiles de seguridad, y al ejército, mostró la importancia gradual que han tomado las fuerzas armadas pero que no es soprendente si se observa antes de 2018, un importante apoyo para los civiles en obras, y en la seguridad interna. Pero en su toma de poseión quedó claro con los dos cadetes detrás de él, algo que se repetirá y que tampoco debería sorprender: la inclinación cívico-militar imprescindible como gobierno.
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