Intervención

Conferencia de prensa matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador en el Palacio Nacional.

Como consecuencia de las fricciones entre su gobierno con el embajador norteamericano, el presidente Obrador pudo haberlo llamado a consultas. No lo hizo. Esa decisión hubiera constituido un paso delicado en una relación compleja, difícil, históricamente conflictiva, debido al intervencionismo norteamericano basado en su expansión territorial, en su política exterior cimentada en los principios de la doctrina Monroe, y en su innegable brazo armado.

Lo cierto es que la intervención en asuntos internos es una práctica política añeja de los Estados Unidos. No es algo nuevo; se ha formado bajo la forma estatal más allá de casa, que incluso se adhiere a los postulados de su seguridad nacional, entremezclados  con la diplomacia, acciones militares, espionaje, contraespionaje, acciones encubiertas, golpes de estado, y sutiles formas para reclutar y establecer vínculos estratégicos con políticos, militares, partidos políticos, organizaciones estudiantiles, intelectuales, académicos,   sindicatos, y ahora con las llamadas ONGS, como algunas que pululan y recientemente motivo de serios y fuertes cuestionamientos desde el gobierno. Al respecto, Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad declaró haber recibido “donativos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) -una de las agencias ligadas al departamento de Estado (agregado mío)- durante seis años, mismos que concluyeron en diciembre de 2023. A nosotros nos financió durante seis años”, declaró su titular. La nota al pie de página que seguiría aquí es la penetración, encubación, procedimiento, adhesión, de “acciones políticas” llevado a cabo por las agencias o la comunidad de inteligencia, donde sobresale de forma singular, la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

El contexto ahora es un asunto jurídico, que tiene que ver con las reformas pendientes del gobierno obradorista, como la que se intentará con el Poder Judicial, uno de los tres poderes que forman la base de la democracia liberal y que pese a lo que se dice desde la oposición, no es ni ha sido “contrapeso” al Poder Ejecutivo. Al lado de este movimiento están las  amenazas oportunistas de las llamadas calificadoras, como Stanley Morga, “grupos de presión”, recomendando que las inversiones se pueden ir de México. De esta forma se vuelven una parte del conjunto de la oposición muy derrotada políticamente en las urnas. El otro lado de la disputa se encuentra MORENA, ganador de las mayorías y representante de una legitimidad, del “voto del pueblo”. En este dilema se diluye lo que para algunos intelectuales, otrora voz de los medios y del poder político y económico. Que respeten la voluntad popular, esgrimen desde el “Tercer Estado”; es una “concentración del poder” y el final de la democracia, vituperan desde el lado privilegiado con una vehemencia “heroica”.

Ambas cosas se filtran en el túnel de otra extracción para llevarse a un capo. Bomba mediática que venía acompañada de una avanzada desde varios frentes: un libro, hasta el recordatorio del otro lado de la frontera imperial de enviar a los marines. No habría aquí sorpresa si no se tratara de estar frente a un momento de un cambio en el interior del régimen político mexicano. Existiendo satélites sofisticados en el Comando Norte, es poco comprensible no haber procedido antes conociendo la ubicación del señor Zambada. Aquí, la entrada norteamericana en territorio mexicano ha sido denunciada como una violación a la soberanía nacional, aspecto central en la que se basa una función de las fuerzas armadas mexicanas. Si éstas no fueron informadas,  si los norteamericanos entraron sin comunicar, entonces ni el director de cine Denis Villeneueve se le hubiera ocurrido hacer un guión que superara su la versión Sicario, donde la DEA, FBI y mercenarios entran a México como en su casa.

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