Olímpicos

Paris 2024
Foto: @juegosolimpicos

Sin Rusia los juegos olímpicos en París, qué chiste. Eso me dijo el taxista, que no dejaba de ver su celular. No tuvieron el imán anterior. Rusia no fue invitada. Sí Ucrania, sí Israel. Qué criterios -¿de quién?- ya a estas alturas, ni raros ni creíbles. Dejar de lado, no invitar a ese super evento deportivo a unos de los más fuertes exponentes en prácticamente todos los deportes, fue como competir con ventaja. Lo digo principalmente por Estados Unidos y China. Para pensar por qué Israel sí participó, en necesario recurrir a la idea de que todo aquél que haga o provoque una guerra, no será invitado. Pero no así y, bueno, en las últimas guerras -Yugoslavia, Irak, Afganistán- no vimos que los Estados Unidos estuviera ausentes. Recuerdo que desde que las tropas soviéticas cruzaron la frontera afgana, el mundo del deporte olímpico no había otorgado la tarjeta de invitación sólo a las naciones no beligerantes.

Recordemos entonces el quid del asunto. Si Rusia invade Ucrania, no participa; pero si Israel hace su 11 de septiembre, sí puede participar. Lo mismo Ucrania, la nación “héroe”, la consentida de los occidentales. Sin embargo, Ucrania no es lo mismo que Rusia en temas deportivos. Una vez fueron una “nación”. Pero desde que el “factor Ucrania” pasó a ser parte de la estrategia atlantista y un alfil táctico frente a Rusia desde los tiempos de Gorbachov, esa “hermandad” se vino abajo.

Ni el morbo pudo ser explotado por los medios del entretenimiento para fomentar la competencia deportiva. No lo hicieron. Quizá hubiera sido más emocionante ver cómo lucharían por las medallas los rusos y estadounidense en varios deportes, por ejemplo, el volibol o el basquetbol.  Se hubiera aprovechado a todo lo que da esa rivalidad en las redes y posiblemente la audiencia hubiera subido. Toda la infocracia a su máximo, diría Han.

Fueron los huegos olímpicos más multiculturales, dijo unos de sus organizadores. También los que construyeron una “cultura de la paz”, agregaron. Este asunto se hubiera aprovechado al máximo, tomando en cuenta la situación en la que se encuentra el mundo: la amenaza de la guerra. El tema en el momento de la clausura era la oportunidad. Imposible, pero imaginarlo no cuesta nada: Roger Watters, el ícono de la paz, prácticamente el único desde el rock, era el indicado. Tampoco recuerdo haber escuchado Imagine de Lennon, ni la 9ª sinfonía de Beethoven.

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