Paz armada
1648: la paz de Wettsfalia, 1815: fin deL imperio francés y el tratado de paz de Viena, 1919: fin de la primera guerra mundial, decadencia del imperio inglés y la paz wilsoniana, 1945: pax norteamericana y surgimiento de la URSS. Todas han sido determinadas por la construcción de las coaliciones para vencer a un polo que dispute el status quo de una potencia. Todas ellas definidas por la guerra y la paz para un proyecto, un “nuevo orden internacional”, cuyo base ha sido, después de 1815, la defensa del capitalismo occidental, cuya ideología que la viste es el liberalismo, también parida en suelo europeo.
Estos pactos han estado hoy ausentes. La dinámica internacional esta colapsando la seguridad internacional, orillándola hacia el terreno bélico, en los hechos, en proceso de una preparación. Fueron Francia, España, Inglaterra, las potencias dominantes durante siglos. Conquistar, colonizar, esclavizar, extrae recursos estratégicos para llevarlos las metrópolis era y es la pauta, la piedra angular de esa geopolítica. Después llegó la hegemonía norteamericana, quien, junto con la ex URSS, configuraron la llamada bipolaridad. A esta se le añadió China. Entonces no hay un “mundo bipolar”, sino uno “tripolar”. En esta situación estamos. Además, la formación de coaliciones está en marcha: la del presidente Putin con naciones cercanas como Corea del Norte, Vietnam, Irán, India, y, sobre todo, con Xi Hinping, donde una preocupación no menor es la con Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur constituyen un bloque en el indopacífico, una zona geoestratégica que se ha convertido en un espacio vital para la OTAN, la otra coalición.
En 75 años esta alianza militar los cumplió con un mensaje de defensa y seguridad regional e internacional hacia China y Rusia, discursos con sabor a “nos estamos preparando, ampliando, aliando. Nadie nos detendrá”. En ese camino estratégico, está fortalecer a “largo plazo” a un posible pero peligroso socio, Ucrania, porque está en el “interés de su seguridad”, resucitando el viejo lema estratégico de Truman que consistía en justificar el miedo a la agresión de la URSS y del pacto de Varsovia -que nunca ocurrió y razón de ser de la alianza-.
Pero el mensaje maquiavélico tiene nombre: para la otra “coalición”: China, Rusia, Corea del Norte, Irán; pero sobre todo Rusia donde Ucrania conforma una guerra “regional”, pero con riesgos de que la línea roja sea rebasada, porque el propósito de la estrategia surgida en la última cumbre en Washington fue continuar considerando a este vecino ruso como un espacio estratégico, en la que la “base industrial” será prioridad. O sea, más equipo e infraestructura militar, un lenguaje ofensivo para ser captado por la otra parte, como amenazas al territorio donde la OTAN tiene presencia militar y balística, al que Ucrania no ha sido ajena.
El presidente Macron había declarado hace un par de años que la OTAN tenía “muerte cerebral”, por aquello de que por un lado, Europa requiere su propia seguridad o alianza militar; por otro, su razón de ser anticomunista había fenecido. Pero no ha padecido ninguna de ambas. Todo lo contrario: avanza hacia lo que después de un buen tiempo sin guerra a gran escala, la frase del historiador D. H. Caar en el contexto prebélico entre 1918-1938 se vuelve relevante: “la paz armada”. En la actualidad no necesariamente es la carrera armamentista de esos años, también vista después de 1945, pero de que se ven preparativos, no hay duda.
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