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Viven en su burbuja. Esta fueron las palabras usadas por el historiador Lorenzo Meyer, cuando le preguntaron su opinión sobre el panfleto publicado por un puñado de intelectuales “demócratas” enmascarados unos, desenmascarados otros. Haciendo el papel teatral de “luchadores” contra, a estas alturas, todo contra la 4T, antiguos comunistas, troskistas, de una “izquierda” que hasta el mismo Judas es pequeño ante semejante cambio ideológico, en una foto que muestra el apoyo a la coalición de, nada menos que la encabezada por el PRI-PAN, binomio de un pasado donde ellos mismos fueron víctimas de -y también su razón existencial- de sus críticas, persecuciones, arrestos, madrazos y cárcel. Pero ahora, como afirma Meyer, perdieron varios privilegios en el campo de la cultura dominante precisamente por la mayoría de ellos.
Ellos, como la iglesia, o algunos empresarios -no los obreros, no los campesinos no las fuerzas armadas-, abanderan y se dicen ser los únicos portadores y dueños del monopolio legítimo de la democracia. Sólo ellos. Una de sus frases discutibles es que hay un peligro de autoritarismo encabezado por la el gobierno obradorista, pero la realidad es que ese autoritarismo viene del pasado priísta, como afirma el historiador. Eso mañosamente no está en esas letras y sí un clasismo y una pose.
Algunos de ellos añoran que, debido a esas redes tejidas desde una cómoda figura cortesana las ventajas de la cercanía con el Príncipe y volverse “escritor” famoso intelectual requerido. En el fondo hay esa especie de añoranza de lo perdido, de tener pensiones vitalicias otorgadas a la velocidad de la luz. En ese fondo de la añoranza se encuentra en el rincón dantesco el encanto perdido de la vanidad intelectual, la posición ganada, otorgada por el poder, los premios, los espacios. El precio es alto y ni lo orgánico gramsciano lo justifica, siempre y cuando justifiques lo injustificable… como el fraude electoral de 1988.
Domingo electoral. El espacio de los ciudadanos, acudir para someter a los gobernantes a un modelo aceptable de democracia cargado de varios faros teóricos occidentales. Lo inédito ahora es que por primera vez la izquierda -que gobierna por primera vez, como en Colombia- será sometida a ese llamado electoral que tantas discordias tuvo en el XIX y XX en este país, que legitime y legalice una alternativa aceptable para la mayoría. Como en 1988, la reivindicación de las posibilidades de la utopía continuará, o regresaremos donde la oligarquía sigue hambrienta para volver a servirse del menú “neoliberal”, que en términos llanos es vender y saquear.
2 de junio de 2024: hasta esta fecha ha llegado la historia política mexicana. Muchas episodios, hechos, recuerdos, luchas, fraudes, represiones, han pasado desde que la República liberal en 1857 triunfó, desde que el llamado a las armas de Madero contra -aquí si- la dictadura, desde que el general Cárdenas nacionalizara el petróleo, desde que Emiliano Zapata luchara desde su Comuna (Adolfo Guilly dixit), desde que los estudiantes que marcharon esa tarde gris hacia Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 para ser recibidos con balazos del diazordismo, cara real de ese autoritarismo mexicano, desde que el zapatismo replanteó el viejo problema histórico abajo a la izquierda olvidado…, desde estas y otras luchas acudirá la izquierda a su primer juicio llevando consigo el camino del reformismo, luchando desde hace casi seis años contra muchos frentes aliados de la derecha política. En ello ni la involución de unos le será obstáculo.
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