Embajada

Embajada de México en Ecuador.
Foto: Cortesía

Estaba solo. No había al lado de el, ni el encargado del operativo ni el vicepresidente, ni el jefe de su partido político, ni las fuerzas armadas ecuatorianas. Sólo dio su conferencia de prensa el presidente Noboa. Solo dio la cara para tratar de justificar lo injustificable: la decisión de invadir la embajada mexicana. -Fue por seguridad nacional-, -dijo-. ¿No le comunicaron sus asesores que el tamaño del atrevimiento? ¿Qué esperaba?: ¿aplausos? ¿Marchas de apoyo? Pudiera parecerse al caso del expresidente peruano Castillo destituido por querer cerrar el Congreso y mal asesorado. Ahora está en la cárcel.

No se explica cómo un presidente como el ecuatoriano haya decidido invadir la embajada mexicana, sobre todo por los costos. La primera cuestión tiene que ver con la próxima consulta social en ese país con la finalidad de legitimarse logrando el “apoyo” de una nación que vive bajo el miedo, la amenaza y el terror de la violencia y el Estado de sitio. Si esa era su apuesta, le aconsejaron mal. Aunque el, un empresario joven, joven también en la política, podría haberse enojado por las inoportunas declaraciones del presidente mexicano sobre cómo llegó a ser presidente, y por ello ordenó utilizar la fuerza policial y militar, algo que ya se viene haciendo desde aquella supuesta incursión del narcotráfico en una estación televisiva, que sirvió seguramente para lograr apoyo en algunos segmentos sociales. No se sabe. Pero sí sabemos que ciertos operativos también conocidos como “montajes”, sirven y salvan gobiernos y son recurrentes desde aquel el 11 de septiembre de 2000.

Como estarán las cosas en las relaciones internacionales que un exvicepresidente es sacado arrastrado como una res. Ya Israel había mandado un severo mensaje cuando bombardeó el consulado matando a un importante militar -otro más- violando la soberanía libia y la de país persa.  Cómo estará la práctica de la política nacional e internacional para ver al jefe de la embajada mexicana ser arrollado, y el, asustado, decir como pudo, que era increíble. También alcanzó a gritar: ¡lo pueden matar!, al ver que el exvicepresidente era llevado en un carro blindado y llevado curiosamente a un hospital militar.

Efectivamente ni el tirano Pinochet hizo semejante atrevimiento. Ni Hitler le habría ordenado a von Ribentrop allanar la embajada soviética durante los preparativos bélicos. Y como se ha comentado, ni la Inglaterra imperial, pese a intentarlo, pero por vías legales, ingresó a la embajada ecuatoriana donde se encontraba asilado Julian Assange. Después, vimos como el también fue sacado colgado de pies y manos por personal policiaco, después de varios años viviendo en esa embajada. El exvicepresidenre Glass estaba en la mexicana desde diciembre de 2023. Poco tiempo. Se le hizo fácil al presidente ecuatoriano entrar, sacarlo, y usarlo como un objetivo de la justicia pero no como perseguido político, como argumentan muchos de los excolaboradores del expresidente Correa, también refugiado en Bélgica. Uno de los primeros pasos en estos casos era que Ecuador llamara a consultas al embajador mexicano, pero procedió a considerar como una persona non grata a la embajadora. El gobierno mexicano, por su parte pudo igualmente haber llamado a consultas a la embajadora para que en persona comunicara la situación prevaleciente antes de la crisis. El resto de la historia ya la sabemos. Finalmente, en las embajadas hay agregados militares, navales, terrestres y aéreos. Este personal es el encargado de los enlaces institucionales con las fuerzas armadas del país anfitrión. En el momento del allanamiento no se ve ningún oficial mexicano ni en la foto de regreso del personal de la embajada. Sólo se alcanza a ver al jefe encargado de la embajada defender, como dijo austado, la soberanía nacional, algo que los militares saben lo que es.