El perdón
Por supuesto que hay más ejemplos de pedir perdón o no hacerlo. Y también, poco es el espacio aquí para analizarlo, porque rebasa el nivel estacionado solamente en la religión o en el derecho, ya que abarca la moral, la ética, y se coloca en el lugar maquiavélico de la decisión política y la guerra total, en ocasiones. Detrás del perdón está la muerte, la devastación, el exterminio, el crimen de lesa humanidad, el genocidio. Varias expresiones como resultado de otro pasado, lo que no significa que los dejara dormir.
Para otros -como Estados Unidos, España, Inglaterra-, el pedir perdón no es una obligación moral. Hay rechazo, asombro, silencio. El caso norteamericano frente a Japón es ilustrador. Al respecto, resulta “inocente” la actitud del creador de la bomba atómica, el físico Robert Ophenheimer, de acuerdo con la versión de Cristhoper Nolan en su reciente película. El físico parece pasar de ser un hombre animado y orgulloso, a uno atormentado y arrepentido, después de conocer el real propósito del proyecto Manhatan. Pero la política y la guerra son más complejas. Una vez lanzada las fuerzas de la muerte ya no hay poder que lo detenga. No hubo una moral acerca del lanzamiento de las bombas sobre un Japón vulnerable, cuyo territorio ya había sido antes masivamente bombardeada por la fuerza aérea norteamericana. Así lo justificó el expresidente Truman, que representa la base del no perdón expresado por Obama: “Hemos usado (la bomba) contra aquellos que nos atacaron en Pearl Harbor sin previo aviso, contra aquellos que han hecho pasar hambre, golpeado y ejecutado a prisioneros de guerra estadounidenses, contra quienes han abandonado toda pretensión de ser dóciles al derecho internacional de guerra. La hemos utilizado con el fin de acortar la zozobra de la guerra…”
Las otras posturas están relacionadas con el etnocidio español en América Latina y con los bombardeos angloamericanos -1000 aviones- a las ciudades al final de la segunda guerra mundial, como ocurrió en Dresde, donde murieron entre 25.000 y 40.000 alemanes durante las noches del 13 y 14 de febrero de 1945, seis meses antes de Hiroshima, lo que pudo ser el preámbulo. Por su parte, el sí ofrecido está a cargo de la Iglesia católica, el reino holandés y el gobierno alemán; los daños del colonialismo caben para los primeros, la guerra para el segundo. De entrada, el pedir perdón es aceptable, pero no sabemos si es justo. Sin embargo, algo “bueno” ocurre en las personas porque quizá la moral religiosa es fuerte, o quizá sus valores éticos están firmes, pero en los Estados el comportamiento puede variar de acuerdo a su propia historia violenta y por los daños causados. Éstos no creo que teman ser llamados a la Corte Penal Internacional, como ha sucedido con los “criminales de guerra”, el banquillo de los acusados puede esperar. En los otros casos, un exconvicto -Nelson Mandela- que perdona a su verdugo, y un gobierno -salinista- que ofreció “perdón para todo aquel rebelde que fue engañado…”, el luchador contra el racismo fue seguramente “perdonado” por la historia… Si el perdón fuera un requerimiento medular de las relaciones internacionales, la siguiente frase sería la pauta: “entre las naciones como entre los individuos, el pedir perdón es la paz” parafraseando a Benito Juárez, quien no perdonó a Maximiano de Habsburgo.
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