De fusiles y otras versiones

Foto: Pixabay

Por Hernán Brizuela Casimir*

Hace ya varios años, un buen amigo hizo una crítica llamada fusil contra fusil. En perspectiva y yendo introspectivamente hacia las fronteras polisémicas del concepto vertido en el texto, ese título del camarada tuxtleco nos lleva a otro campo en el que la guerra de cuál banda toca mejor la misma canción, es solo un aspecto del fenómeno.

El punto particular que abre el panorama de este debate (si es que pudiera denominársele así) reside en la interesante situación, bastante cómica, por cierto, de hacer (o formar parte de) una banda de covers que critica a otras bandas de covers.

Al parecer los coveristas rockers que se consideran de pedigree, son mejores que cualquier otro coverista. O eso creen ellos en su percepción algo estereotipada.

El supuesto abolengo que cargan en sus rockeras venas y hombros es el que les da la autoridad moral (y casi omnipotente) para tocar a Zeppelin, Sabbath o cualquier otra banda de «verdadero rock» pero aquellos que se inclinaron por tocar el llamado rock en tu idioma sufren de bullying (o castre perpetuo en términos antiguos) porque eso no es rock ni mucho menos música buena.

Lugares comunes con La planta, el final, maldito duende, triste canción, de música ligera y demás canciones de «rock» y pseudo rock en Ñ sirven para escuchar y leer en palabras de los elegidos por los dioses del trueno y el rocanrol que el género solo sirve para cantarse en inglés y que bandas como Caifanes y Soda Stereo, a pesar de su repercusión internacional, son pura basura y más bien que no entienden porque existen.

Ni hablar de la opinión que tienen sobre otras bandas reconocidas que incursionaron en sonidos de orientación más pop como Fobia o Maná. En esta reflexión no estamos analizando el punto de la propuesta rockera. Si no a los mismísimos creadores del fusil cuya acción es denostar en automático a las bandas de covers que tocan ese tipo de rolitas. Y bueno. Si no es rock y si se trata de manifestaciones musicales como el pop el reguetón, el grupero, etcétera, el elitismo del rockero de pedigree es de lo más terrible que puede encontrarse.

Discriminan, se mofan, hacen y difunden memes criticando lo que ocurre en los barrios, bailes de pueblo, etcétera. Se sienten seres elegidos por el Dios de la música. Pero nada es más lejano que eso. Desconocen, al parecer, el concepto de melomanía. El melómano, aunque escucha de todo sí discrimina, generalmente escucha lo que él considera mejor dentro de cada propuesta musical, pero tiene un abanico realmente amplio y no reduccionista (solo rock en inglés de los 60-80’s).

Un rockerito de pedigree es incapaz de escuchar, solo porque sí, salsa, música tropical, tradicional, pop, metal, etcétera, por considerar como música de segunda o tercera. Jamás podrá pararse corriendo a bailar o vibrar de emoción si escucha los primeros acordes de aquella mítica letra que dice:” Quiero contarte mi hermano, un pedacito de la historia negra, de la historia nuestra, caballero.» O aquella otra que en un lamento dice: «Lejos estaba de pensar que serías mi penitencia. Cuánto tiempo he de llorar cuesta caro la experiencia.» O ese recordatorio que canta soñando» La casa de mis abuelos pa’ los años de la infancia soñaba con tantos cuentos que no cabían en la cama.»

O sentir cómo se enchina la piel por sentir el llamado de la música. Cello suite no 1 de Bach, patria de Blades, sitya loss de Eddie Kenzo (entre muchísimas más) y no sólo por un espectro de toda esa grandiosa invención.

La guerra del fusil contra fusil es realmente necesaria porque hay consumidores de ambos lados. Lo triste es la incapacidad de hacer música propia y vivir económicamente hablando, de las glorias de otros. Toco igualito las de Hendrix. Toco impecable a Satriani. Nadie canta ni toca tan chido las de Purple o las de Bon Jovi. Pero en propuesta (música propia) son un cero a la izquierda (o para reivindicar a todos los zurdos: son un cero en la escala del do re mi…). Entonces el coverear les queda magnífico pero el crear les queda terrorífico.

Así que criticar a unos grupos que tocan covers formando parte de otra banda que toca covers es un absurdo. Un chiste. Una broma de humor agrio. O en términos del príncipe de la canción: «… es verdad soy un payaso. Pero ¿Qué le voy a hacer? Uno no es lo que quiere sino lo que puede ser»

Esos grandes rocanroleros aseguran que los años gloriosos del rock ya fueron y desconocen, no reconocen, discriminan, por puro afán, a esas bandas que afortunadamente siguen haciendo buen rock. Lamento que para los rockers de pedigree no sean propuestas interesantes porque el rock bueno solo se creó allá a finales de los 60’s los 70’s y parte de los 80’s. Guns es basura, así como Nirvana, Radiohead, Pulp o Arctic Monkeys pues.

Hoy, en pleno siglo XXI, el rock sigue brotando y mostrando que está vivo. Fontaines DC, Black Midi, Greta Van Flet, etcétera. Grupos fuera del foco y la percepción de los rockers de pedigree porque viven atrasados y atrapados en una burbuja.  No es lo mismo ser rockero de corazón, como dice el antiguo slogan, que ser un ignorante o un clasista simplón.

La música es parte de la esencia de todas las culturas. Así que, haciendo una cita final del gran Miguel Ríos, anotaré dos lecciones para aquellos covereadores rockers de pedigree:

1)  «Todas las horas hieren. Solo la última te puede matar. Vive y deja vivir. Vive y deja vivir, nada más.

2) La vida sin música sería un error.

*Antropólogo con especialidad en lingüística. Maestro en lenguaje y educación por la UV. Académico de la facultad de antropología UV

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