¿Guardia militarizada?
De hecho, siempre lo fue. No habría sorpresa. Pero para algunos lo es. Tampoco sorpresa debería causar que las recurrentes, repetitivas, viejos argumentos regresen nuevamente, y, con ello, devolverle a la gente el miedo y el susto que produjo en las psiques el confinamiento y la pandemia. Una de las expresiones es “militarizar”, resultado automático del decreto presidencial que sugiere ingresar a la Guardia Nacional al ejército. Sin más retórica que la de negarse a sí mismos, la oposición, olvidando su poca crítica vertida antes en asuntos de seguridad y uso militar en ella, danzan en torno a una hoguera para atizar más fuego. Ni la guerra de Calderón ni el peñismo movieron a las fuerzas armadas de esa estrategia porque se trataba de continuar con “madrazos y balazos” y darle a la seguridad un carácter fuertemente violento… que lo es. Esa estrategia ha sido la base durante muchos años y habría formado parte de esa orientación “militarista” imperante en ciertos círculos políticos. Desde Zedillo ya se creía que la única salvación de la inseguridad sólo se podía lograr con la disciplina, organización y capacidad de fuego militar. Esa fue la lógica ordenada por los civiles.
En los cambios hechos en las instituciones militares en México. -la intención para formar un Estado Mayor Conjunto, la Comandancia del ejército, el control y operatividad de aeropuertos y puertos-, la que más reacciones ha causado ha sido la creación de la Guardia Nacional (GN) y ahora, su posible inclusión al ejército, la derecha, la rechaza; la izquierda, la justifica. Voces “autorizadas” desde la ONU recomiendan privilegiar el mando civil, la civilidad de la seguridad pública, Amnistía Internacional pide reconsiderar la decisión, la frase “abrazos no balazos” parece no sostenerse.
Palabra difícil y compleja la “militarización” no puede asociarse al caso mexicano pero su propaganda produce miedo. Pero debido a la violencia en algunas zonas del país, el requerimiento de la GN y militares han sido recurrente y no se puede comparar con el “militarismo” realizado por el calderonismo. A Baja California llegaron 350 efectivos para apoyar a los cuatro municipios donde de pronto apareció la violencia urbana, cuyo objetivo fue paralizar la ciudad -en rutas de transporte, comercios cerrados, alejar el turismo-, infundir miedo y obligó a la gente a encerrarse y permanecer en casa. Ni fueron tomados los siete municipios de este estado, ni llegaron miles de soldados, ni se declaró el Estado de sitio, como para decir que la llegada de los refuerzos federales “militarizó” ese estado.
Sí llama la atención que en algunos casos de esta forma de violencia efectuada en varas zonas del norte del país, la responsabilidad fue atribuida a bandas de narcotraficantes, pero en otros fueron “civiles” o “grupos armados” los que quemaron vehículos o incendiaron gasolineras, de acuerdo con la prensa. Las detenciones hechas responsabilizan a un cártel. En los otros faltarán declaraciones para conocer si hay otros elementos que muestren intensiones de “calentar la plaza”, quitarse la máscara y exigir “madrazos no abrazos”.
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