El Bukele colombiano perdió
Rodolfo Hernández pretendió ser una especie de copia del presidente salvadoreño Nayib Bukele en la campaña presidencial de Colombia. El candidato perdedor llegó a compartir en sus redes sociales que Bukele era un “ejemplo para Colombia”. Víctor López, un oscuro asesor político español, ha sido parte del equipo publicitario de ambos personajes. Probablemente el asesor y el éxito electoral de Bukele llevaron al excandidato colombiano a la burda imitación, con la expectativa de arrasar en las elecciones. Algo que no sucedió. Gustavo Petro se impuso en los comicios del histórico 19 de junio, donde por primera vez, gobernará un político considerado de izquierda.
¿Qué simboliza Bukele en América Latina? ¿Por qué políticos no salvadoreños pretenden convertirse en imitaciones de Bukele? No deja de ser curioso que una figura del país más pequeño de Centroamérica tenga tanta repercusión política en otras áreas de la región. En México me he encontrado con personas que se declaran admiradoras de Bukele. Admiradores que también se detectan en Guatemala, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Estados Unidos o como ha sido evidente en los últimos días, en la contienda electoral colombiana.
Bukele se ha caracterizado por ser un político con una publicidad engañosa efectiva. Se vende como un político outsider, un tipo que encara con la fuerza del Estado a los grupos criminales, irrespetuoso de los derechos humanos y de los cánones básico de la democracia liberal “ha logrado” neutralizar a las maras o pandillas, cuyos miembros son maltratados o torturados en las cárceles lo que se traduciría en la baja de homicidios. Además, en la narrativa de la publicidad engañosa, ha castigado a la clase política tradicional de izquierda y de derecha, por sus actos de corrupción. En síntesis, Bukele encarna al personaje que cumple los deseos de una población cansada de políticos corruptos e incapaces y de la delincuencia organizada, males compartidos en América Latina.
Este performance le ha generado réditos que se traducen en altos niveles de aprobación dentro de El Salvador, tal como lo muestran distintas encuestas de opinión pública naciones e internacionales. Por más que se ha demostrado que Bukele ha pactado con líderes de organizaciones criminales y les ha proporcionado grandes beneficios, por más que el período más violento en El Salvador desde el fin de la guerra (1992) se ha registrado en marzo de 2022 (durante el período de Bukele) con un baño de sangre que demostró una fractura en el pacto Bukele-maras/pandillas. Por más que lejos de ser un outsider, es un político tradicional de derecha que se catapultó desde el partido de izquierda que se derechizó en el poder (entre 2009 y 2019). Por más que tiene hundida la economía salvadoreña expresada en el rotundo fracaso del Bitcoin. Por más que se han demostrado casos de corrupción en su gobierno, fundamentados por la Comisión Internacional Contra la Impunidad (la cual cerró cínicamente cuando había sido una de sus grandes promesas de campaña). Por más que los problemas estructurales continúan acentuándose en El Salvador, es innegable que tiene una popularidad envidiable para cualquier político de América Latina. Por ahora, la apariencia tiene más peso que la realidad en El Salvador.
De esto quiso hacer su bandera ganadora Rodolfo Hernández en Colombia. Huyó de los debates. Montó su campaña en un eje de trivialización de la política a través de Tik Tok o Twitter. Entre ridículos y obscenidades pretendió criticar el orden establecido, sin propuestas sistemáticas, además de claras contradicciones en su contenido: lucharía contra la corrupción cuando él estaba involucrado en ella; sería un outsider cuando ya había sido alcalde, etc. En Colombia la publicidad engañosa y trivial no fue efectiva. Perdió. Para bien de Colombia, no tendrán un Bukele.
Cierro con la transcripción de dos mensajes de un par de amigos colombianos con quienes hemos coincidido por razones académicas en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, enviados la noche del triunfo de Petro. El primero expresa su alegría por el triunfo de Petro: “no imaginas la felicidad. Nunca alguien de izquierda ha gobernado Colombia. Nunca. Esto es histórico”. El segundo, además de la alegría, el gusto de haber derrotado a una tendencia regional: “ganó la mejor opción para Colombia, hoy es un día histórico, el principio de un cambio que nos ha costado demasiada sangre y dolor. Y nos ha salvado de nuestro Bukele criollo, el exalcalde de Bucaramanga era una mezcla de Trump, Bukele y Bolsonaro, un facho camuflado”.
Enhorabuena por Colombia. ¡Háganlo bien por Latinoamérica! La región necesita con urgencia más procesos democráticos de izquierda (tomarse en serio el ejercicio político) y menos Bukeles (publicidad política engañosa efectiva). Esta es la gran lección colombiana.
Carlos Mauricio Hernández
Posdoctorante salvadoreño en CIMSUR-UNAM
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