Validar
Para P.
En esta ocasión los “expertos” a modo no se dejaron ver en los monopolios televisivos. No vimos una “mesa de análisis”, como suelen instrumentar antes, durante y después de eventos electorales. Ellos, los que ya conocen y de los cuales no se debe usar mucha tinta, optaron por minimizar la consulta para la revocación del mandato del gobierno en turno. Por ahí un canal público hizo la cobertura nacional. Fue el canal 11. Los otros, los privados, no dieron ampliamente la cara, o de plano se fueron de vacaciones. En esta ocasión tuvieron que corroborar lo que muchos mexicanos en movimiento decidieron sobre el llamado a las urnas del gobierno para revocar o validar un mandato en proceso. La factura hacia la recta final suscrita a favor de continuar.
Si asumimos el hecho de que en este país la participación de las masas es limitada, tendríamos que aceptar que este reciente ejercicio de revocación del mandato -acudir al llamado, emitir su opinión, salir a la calles-, fue histórico. Si nos comparamos con países con una alta participación social, como por ejemplo Chile, o España (convocados más de dos veces a votar en los últimos años), nos vemos frente al mundo como unos tímidos principiantes, porque en estas naciones convocar a los gobernados parece ser algo normal.
Lo ocurrido el domingo pasado en México es un ejercicio del que deberíamos acostumbrarnos más. Pareciera un mundo vedado para algunos y permitido para otros. Ejercicios en los que la gente participa, oída y tomada en cuenta. El del domingo pasado es uno de los recursos con que cuenta la población en general en su relación con el gobierno. Algo así como un diálogo de éste con la sociedad, a la que se le preguntan aspectos para considerar a un gobierno malo o bueno, responsable o demagogo. Entre las otras alternativas donde se pone a prueba el mandato consultando a la gente, existen, además de la Revocación de Mandato, el Plebiscito, el Referéndum, la Segunda Vuelta, y hasta el pecado de la historia nacional: la reelección presidencial.
Para los anclados desde la base del “orden”, llamar a las gentes para opinar es sinónimo de “insurrección”, palabra muy cercana, según esta base, a la revolución. Hay en ello una sensación de temor, miedo, incluso, en algunos, pánico, de ver a las gentes asumir una participación, al estar en mucho tiempo, sin opinar, en una palabra, participar. Masas que participan, conocen, hablan, discuten. Acelera una conciencia de las cosas públicas. Corre al lado de la “politización”. Esta inició cuando los estudiantes en 1968 salieron a protestar y rebelarse contra el autoritarismo del viejo régimen. A partir de ahí, ha continuado por senderos y luch@dores mucho más desde la izquierda con la intención de que la política cambie y se transforme en algo más justa. No como botín sexenal.
La acción de las masas asusta a algunos. Mejor que no participen. El miedo opositor a la revocación del mandato es ser juzgados por la historia, corridos del gobierno por la sociedad…, si regresan. En su anticuada y conservadora lógica, es mejor una sociedad cerrada que una abierta.
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