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El presidente considera a las fuerzas armadas como parte de el porque él es pueblo. Podría decirse que son parte de un mismo origen social porque el presidente es pueblo. En unas fuerzas armadas sin una marcada tradición oligárquica, esta asociación resulta ser algo ad hoc para el proyecto de la 4T. (En una de las últimas transformaciones aludidas al discurso obradorista, el de la revolución mexicana, el ejército fue un sujeto político fundamental y se constituyó en uno de los pilares del régimen revolucionario.)
Las concesiones ordenadas por el presidente a los militares son muestra de esta “nueva relación” entre el poder civil y el militar. No sólo porque de forma inédita, el nombró a los secretarios de Defensa y Marina, descartando la tradición sexenal de tomar en cuenta la terna que presentan los secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina salientes, al presidente entrante, sino porque el otorgamiento de, por ejemplo, la construcción de un aeropuerto al ejército o darle la administración de los puertos a la Marina, corroboran, asimismo, que el apoyo de las fuerzas armadas tienen un costo. Primer mensaje
¿Desde cuándo no se veía una foto así? Dos cadetes, mujer y hombre, detrás de la mesa directiva del Congreso convertida en ese momento en el representante de la Nación, en la toma de posesión del presidente Obrador en 2018, después de tres intentos por ganarla. Como Salvador Allende, como Luis Ignacio Lula. Más aún: el cadete le ayudó a colocarle y ajustarle la banda presidencial, frente a la mirada punzante de otro Porfirio Muñoz Ledo y de un desfigurado Enrique Peña. Segundo mensaje.
Es cierto, algunos de sus antecesores aparecieron rodeados de oficiales del ejercito mexicano, como mostrando una custodia, una protección y, sobre todo, una lealtad al comandante supremo de las fuerzas armadas. Pero, ¿cuál presidente no ha requerido del soporte de los militares? Carlos Salinas, para legitimarse, su quinaso, Zedillo contra el EZLN, Fox, contra estudiantes, Calderón, en su guerra, Peña, en la continuación de esta “guerra interna”, con Obrador, la Guardia Nacional y su legalización de sus acciones policiacas no conseguida por su antecesor. Tercer mensaje.
¿Es esto una “militarización”? ¿El requerimiento castrense actual lo convierte en una gobierno cívico-militar? Sobre el primer enunciado , la seguridad pública sí se ha militarizado constantemente desde Zedillo; pero decir que todo el país se ha “militarizado”, me parece exagerado, aunque las ley de la Guardia Nacional permite llenar un vacío en el que se encontraban las fuerzas armadas hasta Peña; un vacío llenado con la GN y que en el fondo continúa con lo que la derecha está de acuerdo desde Fox; vacío en el cual no caben las policías, que serían un estorbo muy corroído por la corrupción, cuya cúspide fueron las labores del exsecretario de seguridad pública Genaro Luna, un civil.
El otro enunciado tiene peso si se toma en cuenta el número de cargos ocupados en el gobierno por militares, principalmente en las instituciones policiacas. En el gabinete obradorista dos son los puestos a cargo de militares. La GN al dirige un militar pero depende del ejército. Si la secretaría de Seguridad sería ocupada por un militar, y no por un civil, entonces serán cuatro, las cuales son pocas con relación a los puestos civiles. Cuarto mensaje. Pero en los mandos policíacos los encargados sí han sido desde años militares o marinos retirados o con licencia los encargados. La intensión ha sido militarizarla o integrarla a la SDN, una lógica seguida por priístas, panistas y morenistas. La reiterada muestra de respeto y reconocimiento del Ejecutivo hacia las fuerzas armadas deja claro el mensaje. Pero cada vez que se habla del papel militar choca con un legado sexenal: las consecuencias, principalmente porque se trata de hacer rendir cuentas al ejército, si que un civil responsable aparezca. Como si el personal militar hiciera cosas de forma independiente… ¿o sí?
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