Gariteos
La trama oscura que muchos guionistas de Holywood desearán haberlo imaginado sobre una pandilla que usó a la política como negocio rotándose el poder sexenio tras sexenio entre ellos tiene fuertes vínculos con PEMEX, porque para que la llamada “reforma energética” se aprobará –para dar paso a la privatización a través de la participación de la empresa privada-era necesario corromper a algunos “representantes del pueblo” para que votaran a favor de ella. O sea, sobornarlos con dinero. El general Álvaro Obregón nos estará mandando una sonrisa, asintiendo la cabeza, como diciéndonos: -nadie resiste un cañonazo.
Según se informa, el gobierno en turno en ese entonces (Enrique Peña, 2012-2018) requirió de dinero para comprar el voto de políticos y de la oposición. También y como parte de una campaña –sabremos después quien la paga- planeada para golpear, esta vez algunos intelectuales serviles al poder en turno, trataron de desviar la atención, por lo que el exfuncionario de Peña, muestre, revele u oculte en lo que sería el mayor escandalo de corrupción conocido hasta hoy. El otro dado cargado es el papel de la empresa brasileña Odebrecht, dedicada a sobornar a políticos del continente para obtener concesiones en la construcción. El dinero también incluía mocharse en las elecciones, como se argumenta ocurrió con la de Peña, quien fue apoyado por esta empresa.
Ya desde 2017 las autoridades mexicanas intentaba investigarla por motivos precisamente con el flujo de más de mil cien millones de dólares en su reparto de sobornos en México. La empresa admitió también que dio sobornos a políticos argentinos. El asunto ha sido, entonces, hemisférico. Casos muy parecidos ocurrieron en Perú, Colombia, Argentina, y trae un lastre de mucho dinero. Lo hecho por la empresa ha llevado a la cárcel a funcionarios argentinos, peruanos, brasileños. (Uno de ellos fue sorprendido in fraganti tratando de ocultar 9 millones de dólares en un convento, como lo informó el periodista Carlos E. Cué en enero de 2017.)
El asunto Lozoya muestra que para lograr romper la barrera constitucional donde el petróleo es propiedad estatal, cómo en nuestro país, e iniciar su privatización, es necesario el recurso de la corrupción en la quinta columna, la cual juega el juego de forma desventajosa para el país pero muy ventajosa para ellos desde el punto vista económico y también político en recompensa por sus favores en puestos en organismos internacionales, o universidades extranjeras. En el fondo es una entrega de una empresa, algo denominado por algunos como capitalismo de cacino, debido al engranaje entre los intereses empresariales y la corrupción política para favorecer en el caso mexicano, mediante el denominado “Pacto por México”, a la plutocracia y a la clase política, que funciona como una red que controla cierta prensa, la televisión, intelectuales, y revistas serviles del gobierno en turno antes de 2018. Ahora uno de sus integrantes tiene su turno del juego. Emilio Lozoya Austin, exdirector de…, adivinaron, PEMEX, quien en 2013 creía que esta empresa estratégica para el Estado, debería estar entre las cinco grandes del petróleo, lo cual era imprescindible hacerle una “reforma energética” para no quedarse rezagada, el que huyó y hoy regresó para negociar su libertad o su traición.
Los pronósticos positivos de los privatizadores estaba por venir. Sólo faltaba permitir la participación privada y ya. Eso era el propósito mediático y para eso sirve cierta prensa: que el PIB subiría un punto, que la producción aumentaría, que se dejaría de importar gasolina, que reduciría la importación de gas. Pero los resultados para la hostigada empresa por los eran negativos: extracción baja, endeudamiento, reservas disminuidas, entre otras cosas más. Si en otros lados ya la cárcel es habitada por políticos sobornados, y si el dueño de Odebrecht está preso, no veo porqué en México siga siendo un país donde se crea y se dice que no pasa nada. La barra libre se acabó, dijo Buscaglia. Quizá viene la cruda. Digo yo.
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