Matrix o guasón
En esta ocasión no se han oído las voces entusiastas y gritonas de un patriotismo chafa desde las viejas y anticuadas y conservadoras televisoras, como suelen hacerlo al acercarse un juego de la selección nacional en fecha FIFA, y que en estos momentos haya servido de apoyo al gobierno frente a la pandemia. Tampoco, y como también lo han manifestado dramáticamente “amar a México”, colocarlo por encima de todo en su otro México, cuando conviene al consumo, le han dado importancia adecuada a las conferencias en vivo de los encargados de la salud. Sólo algunos empresarios tardíamente decidieron expresar un tímido apoyo, como el dueño de TV azteca. Pero no se ha visto una extraordinaria y urgente campaña nacional, como por ejemplo, mesas redonda con invitados, en los principales medios masivos de televisión para lograr concientizar a muchos de los riesgos de la pandemia. Quizá porque están rebasadas por las llamadas redes sociales, pero lo que se ve es una calculada distancia en un momento no vivido en el país desde la última emergencia nacional presenciada en los sismos, aunque la diferencia es que esta coyuntura es nacional. Ciertamente hubo una transmisión y la respuesta de la audiencia fue de millones. Así es aún el peso de los tradicionales medios privados para el control de las masas debido a su ventajosa cobertura y por sus ingresos y ganancias. Solo una.
Como consecuencia de los sucesos y tiempos necesarios, las instituciones armadas se asumen también como parte de la solución del problema, en algunos casos ya como control social a través del estado de sitio, como si la nación estuviera en un estado de guerra. Lo está, aunque no contra un ejército, sí contra una bacteria, la cual ha mostrado un lenguaje inusual en tiempos de paz, que en países con tradición bélica, como Francia –“Estamos en guerra”- y Estados Unidos –“presidente de tiempos de guerra”-, la palabra guerra emparentó con la amenaza bacteriológica que ha invadido a su territorios. Pero lo interesante de estas reacciones es, que la causa de las reacciones y del estado en que se encentra el mundo no ha sido una guerra convencional, una revolución, extraterrestres, aviones estrellándose a torres, Estado Islámico, migrantes, cambio climático –hasta ahora-, las que pudieran estar poniendo en jaque al capitalismo y su movilización. Ha sido una bacteria.
Un efecto lo ha sido el cierre de fronteras y las medidas tomadas individualmente y no como bloque o comunidad. Prevaleció el nosotros primero. En parte por eso se explica lo sucedido en Italia, quien primero fue apoyada por China y mucho después económicamente por los 27 de la Unión Europea. Parecido sucedió con España. Los bloques, acuerdos o uniones, no responden de forma conjunta cuando, en este caso, la amenaza es común. El ya con el tiempo frágil efecto tenido en el nacionalismo y racismo, por el otro, lo trae de regreso y continúa siendo muy contemporáneo. Recordemos que la Primera Guerra Mundial, además de una lucha económica principalmente entre Inglaterra y Alemania, fue también nacionalista y parte del problema, del impulso bélico y la leva; asimismo, el crac de 1929 desencadenó, en parte, la Segunda Guerra Mundial y el reacomodo del “orden económico mundial” de la posguerra. En el momento en que los economistas alertan sobre una inminente “ralentización” de la economía capitalista (desaceleración del crecimiento y desempleo), junto con la crisis de la pandemia, la guerra comercial y geopolítica entre China y Estados Unidos se encontraba en estaba en una fase de competencia y rivalidad alta, sólo superada por la ocurrida durante la Guerra Fría entre la URSS y EU. No sólo porque la locomotora china -20% del comercio mundial- ha sido sacudida en su inexorable ascenso y su presencia en muchos países incluyendo varios en Iberamérica, territorio prohibido por el monroísmo histórico, sino porque reiniciar todo el sistema llevará a un nuevo orden económico, financiero y comercial, donde uno quiere ser el héroe Matrix y el otro un antihéroe Guasón.27
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