El dardo
Esta vez no apareció un asesino solitario. Ni Corea del norte ni Irán. Esta vez han sido los narcotraficantes mexicanos, el arma electoral que logre empujar afuera del atolladero, o por lo menos disipar la tormenta, desviar la “opinión pública” a un cercado Donald Trump por el empeachment en proceso. Ahora su recurso es la frontera mexicana como “amenaza” y desde luego, los narcotraficantes derivado de la masacre pasada en territorio mexicano donde murieron estadounidenses, y el pedido de ayuda para combatir aquí la violencia. Es una petición muy riesgosa. Pero a los Le Barón –con justa razón de reclamar justicia por el ataque-, se les olvidó que la soberanía nacional –después tratada de ser rectificada- pasa por las fuerzas armadas. Al respecto, la invención del estigma “narcoterrorismo” no es vieja. La exsecretaria de Estado Hilary Clinton y otros funcionarios norteamericanos ya habían señalado a los cárteles de narcotraficantes en México fueran una amenaza para los Estados Unidos. El 11 de septiembre de 2001replanteó el concepto de seguridad, debido a que “la seguridad y las amenazas” empezaron a convertirse de forma multifactorial para su estrategia militar. En esos años el Pentágono consideraba a México como parte de los “flancos estratégicos”. El subsecretario del Ejército de Estados Unidos, Joseph Westphal, lo dijo así: “además de las guerras en Irak y Afganistán, es América Latina y particularmente México”, como lo informó en su momento el corresponsal de La Jornada, David Brooks.
El narcotráfico en México, además de ser un problema, ha sido igualmente tipificado por Estados Unidos como una amenaza a “la seguridad nacional de proporciones inmensas para Estados Unidos”. En 2011 los funcionarios estadounidenses tenían la percepción de que México podría convertirse en un “Estado fracasado.” Por eso desde la secretaría de Estado Hillary Clinton consideró a los cárteles de la droga en México como “una insurgencia” y comparó a México a la Colombia de 20 años atrás. En el Comité de Seguridad Interna de la Cámara de Representantes, Janet Napolitano, entonces secretaria de Seguridad Interior, vinculó también a los terroristas con las redes de narcotráfico mexicanas en Estados Unidos, y claro, con Al Qaeda. Y cuando Trump insinuó a Enrique Peña enviar tropas estadounidenses para ayudar a México contra los cárteles de la droga, seguía una retórica que ha estado presente en los círculos de poder en Estados Unidos. Incluso la exsecretaria Clinton fue más allá: expresó la necesidad de crear un plan Colombia: “… los cárteles de la droga se estaban volviendo una amenaza semejante a una insurgencia en México, que controlan ciertos territorios y que el país se parece cada vez más a la Colombia de hace 20 años y por lo tanto se requiere algo equivalente al Plan Colombia para enfrentarlo (el cual incluyó el envío de militares estadounidenses a esa nación).
En un informe sobre asuntos estratégicos a largo plazo del Departamento de Defensa en 2008, ya tenían claro las situación mexicana derivada del narcotráfico: “ante un deterioro repentino en México el caos demandaría una respuesta estadounidense basada en serias implicaciones para la seguridad interna”.
El lector debe saber que se refiere a la seguridad norteamericana. Es decir, lo que pase en México repercute allá como un problema de seguridad nacional. Este problema para México deriva porque allá creen que el “problema” está aquí. Pero las revelaciones hechas por un presidente acotado por el Legislativo, y tal vez pronto por el Judicial, muestran que el vecino puede servir como coraza e impacto hacia una sociedad que pudiera ver, entre otras cosas, que en el Día de Acción de Gracias, los Leones de Detroit y los Osos de Chicago, no sean lo que el gobierno desea. Porque al final lo que cuenta es lo que se percibe. Y el dardo lanzado por Trump, tiene precisamente eso. (Algunas de estas ideas son analizadas en mi trabajo próximo a publicar, Del rojo al migrante: seguridad y militarización de las fronteras).
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