Militares policías
Por Miguel Ángel Zebadúa Carboney
La pregunta es por qué y cómo se llegó a una particular e histórica situación en la cual se le otorgan aún más funciones a las fuerzas armadas para hacerse cargo de la seguridad publica. Porque parece que el ya largo proceso gradual continúa y sigue una política iniciada y preparada desde el gobierno de Zedillo, recibida, ampliada y ejecutada con gusto por los contenedores del orden, Vicente Fox y Felipe Calderón, y llevada hasta sus límites legales por Enrique Peña con la fallida ley de seguridad interna y en la actualidad que tiene a las fuerzas armadas en una posición de jure y, al parecer, irreversible. Esto significa que tanto los gobiernos del PRIAN, como el actual, no desestimaron ni se movieron mucho de la lógica del recurso militar.
Algunos medios acicatean cada día la situación de violencia en la que permea en varias zonas del país, con la finalidad de infundir miedo, terror, y sobre todo, un reclamo de justicia, convertido poco a poco en un reclamo social. Esta estrategia tiene la finalidad de moldear una imagen negativa del gobierno y hacerle creer que no está haciendo bien las cosas y revertir el voto ganado en las últimas elecciones pero puestos los ojos en las siguientes. Esto porque hay un sector amplio de la clase media que empezaría a decepcionarse de la llamada “4ª transformación”.
Pero si la seguridad en general y la seguridad publica en particular quedará ya en manos de las fuerzas armadas, entonces debemos ver el futuro y los problemas en las manos militares. Esta apuesta no descansa, contrariamente, en la experiencia desde que se decidió militarizar la seguridad pública y con ello alejar cada vez más la función militar de defensa exterior –sin dejarla claro- y adentrarse más en la seguridad interna –también una misión de sus planes-, sin que por ello continúe estar en el epicentro de la poca crítica y cuestionamientos. Por ello, al estudiar el papel de las fuerzas armadas en México, su metodología es ya otra.
Volviendo a la pregunta inicial de este tramo en el tiempo de los militares, la necesidad de recurrir más a soluciones castrenses, significa que no se ha avanzado en la otra necesidad: la de profesionalizar a los cuerpos policiacos estatales y municipales. ¿Se trata acaso de una decisión de los civiles, o de los militares como grupo de presión? La insistencia del poder civil tiene ya un tiempo considerable y notoriamente acatado por el poder militar. Pero aún no se ven resultados acerca de, a más uso militar, menos inseguridad. La herencia es y seguirá una pauta y una regla sin excepción y acatada por todas las fuerzas políticas porque se cree en la sociedad que las fuerzas armadas son la única salida en quién confiar. La única porque el resto de las autoridades del Estado mexicano ya no son funcionables para esta tarea. Ahora bien, ¿recibe bien esta tarea las fuerzas armadas? La mayoría de las declaraciones militares no se oyen y contienen una aceptación forzada, pero el exsecretario de la defensa nacional Cienfuegos dijo que fue un error salir a las calles y desplazar a las policías. La lealtad en este te sentido sigue siendo fuerte. Constituye también la última escalera aún excepcional de las fuerzas armadas en Iberoamérica, si de golpismo y de deslealtad hablamos.
Aunque la cooperación con el Pentágono ha constituido, hasta el gobierno de Peña, la piedra angular acerca de cómo el viraje efectuado ha sido brusco, al conformar mediante capacitación, tecnología y entrenamiento los lineamientos de una guerra urbana practicada ya por las marines en Afganistán e Irak. No tendremos que esperar demasiado tiempo para darnos cuenta –ya hay indicios de esto desde que Felipe Calderón colocó las bases de las soluciones policiacas al nivel de soluciones militares-, del impacto en esta etapa en la sociedad, y de continuar dependiendo más de los militares para tratar de solucionar múltiples problemas no necesariamente castrenses y sí políticos. En este terreno, riesgoso, aceptado, se adentraron las fuerzas armadas.
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