La Selva Tuxtleca

 

A pesar del inminente proceso de urbanización al que se ha sometido Tuxtla Gutiérrez, aún existen sitios considerados «Refugios Urbanos», que ofrecen las condiciones aptas para que especies como ésta Cotorra Cucha o Loro de Frente Blanca (Amazona albifrons) se reproduzcan. Cabe destacar que esta es una especie protegida, en la categoría «Sujeta a Proteccción Especial» por la NOM-059 SEMARNAT 2010. Esta es una de las seis especies de Psitácidos (grupo de aves que comprende a Loros, Guacamayas, Cotorras y Periquitos) que podemos observar en Tuxtla Gutiérrez de forma silvestre.
Foto: Daniel Pineda Vera

Por Daniel Pineda Vera – Pájaro Cantil A.C. / (@danielp.bio – @pajaro.cantil)

Tuxtla Gutiérrez, actual capital del Estado de Chiapas. A lo largo de las últimas décadas, ha sufrido de una expansión anárquica y sin precedentes, agregándose a la deplorable ausencia de una verdadera cultura ambiental en nuestra sociedad abúlica, factores que han gestado una serie de problemáticas ambientales… A pesar de todo, el Coyatocmó actual, así como el mismo Chiapas, son la prueba inequívoca de que la naturaleza, la vida misma, busca adaptarse a los constantes cambios y afectaciones que esta perniciosa especie, el Homo sapiens, ha provocado por tanto tiempo, hasta llegar al punto de poner en riesgo su propia existencia.

La Selva Tuxtleca, nombre con que hemos determinado abrazar aquellas iniciativas que buscan compartir y contribuir al conocimiento del patrimonio biocultural de Tuxtla Gutiérrez.

Tuxtla ha crecido a pasos agigantados en las últimas décadas, y desafortunadamente, mucho de éste crecimiento se ha realizado de forma anárquica, sin siquiera tomar en cuenta la viabilidad que supone para obtener posteriormente los servicios básicos de energía, agua, drenaje, etc., peor aún, los nuevos asentamientos se han realizado en zonas por demás inestables por las condiciones mismas del suelo.

Se han perdido grandes porciones de áreas con cubierta vegetal incluso en zonas en que se supone, la legislación ambiental protege -o protegía-, lo cual ha orillado a nuestra biodiversidad (entiéndase por biodiversidad al cúmulo de formas de vida, tanto animales, como plantas, hongos, y demás microorganismos, que existen en una zona determinada) a sucumbir ante la ausencia de espacios y recursos adecuados; o por el contrario, intentan adaptarse, bajo la amenaza incluso, de tener que ceder ante nuevos compañeros, dígase perros, gatos, ratas, cuijas, palomas, gallinas; plantas exóticas como tamarindos, mangos, moringa, neem, flamboyanes, y muchas otras especies invasoras que ni siquiera pertenecen al continente americano, y que representan un terrible obstáculo al ser temibles competidores en la carrera por la vida.

Las aves encuentran enemigos en los de su mismo tipo. En Tuxtla Gutiérrez, una de las especies exóticas invasoras más alarmantes, es la Cotorra Argentina (Myiopsitta monachus), un ave que ha llegado desde Sudamérica a gran parte del mundo, gracias a la irresponsabilidad de los aficionados a mantener estos animales como mascotas. Escapes y liberaciones anárquicas, han puesto a esta ave en sitios donde no debería estar. Entre los daños que ocasiona, se encuentra la competencia por espacios y alimento con las aves nativas, la transmisión de enfermedades, y el daño a la infraestructura, pues al construir sus nidos, acaban con cableados y árboles. Foto: Daniel Pineda Vera

A pesar de éste panorama tan adverso, ¿no es un privilegio gozar de espectáculos sonoros y visuales al poder observar diariamente parvadas de coloridas Cotorras y Loros? ¿No es acaso un deleite para la pupila la policromía de los árboles, bejucos y hierbas que a lo largo del año pintan de brillantes colores la ciudad? ¿No es gratificante poder ver al horizonte en cualquier dirección y observar los cerros y cañadas cubiertos de selvas tropicales?

Es comprensible, en la monotonía urbana y laboral (o académica si nuestro apreciado lector aún estudia) que estos pequeños espectáculos pasen desapercibidos; peor aún, cuando no se comprende el contexto o el significado de los mismos. Me atrevería a asegurar que muchos de nosotros ni siquiera reconocemos a gran parte de la biodiversidad que nos rodea, no podemos darles un nombre exacto, y quizás tampoco, sabemos el valor ecológico (entiéndase que la ecología es una disciplina derivada de la biología, que estudia las relaciones de los seres vivos, entre ellos mismos y con el medio que les rodea), e incluso, desconocemos sus implicaciones sociales, culturales, medicinales y económicas.

A veces, es necesario hacer caso de un antiguo dicho en latín, “Natura maxima miranda in minimis”, que significa -palabras más, palabras menos- que la naturaleza de aprecia mejor en las cosas pequeñas… A veces no tan pequeñas. Realmente resulta gratificante el conocer el medio que nos rodea, y darle ese valor implícito, no monetario y decididamente infinito, que tiene nuestro patrimonio biocultural; y no me refiero únicamente al conocimiento científico, sino también al uso y conocimiento tradicional que tenemos de ello. Y ya conociéndolo, será más fácil comprenderlo, aprovecharlo correctamente, y saber cómo conservarlo, lo cual es una tarea imperante y urgente en la actualidad.

Recordemos que en la naturaleza, todo está íntimamente conectado, a veces de manera poco notoria, casi que invisible para nosotros. No existe por tanto, especie o proceso ecológico inservible en la naturaleza, siempre y cuando estén en su tiempo y lugar. Como versa una frase frecuentemente repetida por el Dr. Juan Luis Cifuentes Lemus (uno de los padres de la Lic. en Biología en México), “Lo que se conoce, se quiere, y lo que se quiere, se cuida”. Bajo esa misma frase, se rige La Selva Tuxtleca.

Quizás este primer aporte no haya versado tanto en aspectos biológicos o ecológicos de tal o cual especie de nuestra región; no obstante, en futuras ocasiones, bien habremos de hablar sobre la rica y variada flora, fauna y funga (hongos) de nuestra ciudad capital, y quizás, de nuestro otrora ubérrimo Estado de Chiapas.

La hermosa y «multiusos» planta de Coralillo (Hamelia patens), pariente del Café y la adorada Uña de Gato; este arbusto, además de ser un gran atractivo visual y un excelente atrayente de polinizadores como mariposas y colibríes, posee un sin fin de aplicaciones en la medicina tradicional, gracias a la gran cantidad de compuestos químicos benéficos a la salud que contiene. Antaño, solía cultivarse en los jardines de las casa y usarse en infusiones para tratar problemas gástricos, respiratorios y de la piel. Foto: Daniel Pineda Vera

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