El periodismo ante el poder
Por Álvaro Delgado de Proceso
Las naturalezas de ambos, contrapuestas, conviven en una tensa relación dialéctica en los regímenes democráticos; en las tiranías, el poder manda.
El periodismo, para ser fiel a su naturaleza de servicio a la sociedad, tiene como condición la independencia. Sujeto al poder –político, económico, mediático, religioso, castrense, sindical–, el periodismo es débil y degrada a propaganda.
Junto con la independencia, el periodismo tiene en el apego a la verdad otro de sus ejes rectores. Ajustarse a los hechos, aportar evidencias, es condición para construir la credibilidad al que aspira todo medio y periodista.
No es el fin del periodista confrontarse con el poder, un pleito desigual de suyo, pero la naturaleza de la profesión conduce al disenso, a la discrepancia, al choque. El poder debe enfrentarse sin alardes, pero con firmeza.
Nada exaspera tanto al poder como la crítica, pero la salud de una democracia se mide, entre otras cosas, por la vigencia de los derechos constitucionales como la libertad de expresión y el derecho a la información, que a menudo el poder busca menoscabar.
En democracia también el periodismo y los medios de comunicación, no sólo el poder, están –estamos– sujetos al escrutinio. Pero es la sociedad, no el poder, la que con su vigilancia premia y castiga.
En tres semanas, con el inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, México inicia una nueva etapa en la relación poder público-medios de comunicación. Como en tantas cosas, en esta asignatura priva la falta de certeza.
En lo que no puede haber incertidumbre es en la convicción de lo que somos los periodistas y los políticos que detentan el poder público y que, como decía Julio Scherer García, fundador del semanario Proceso –que hoy cumple 42 años de su fundación–, son muy distintos:
“La sangre del político no es igual a la sangre del periodista. Corren por venas distintas y alimentan organismos distintos. No hay manera de unir sus torrentes sin envenenarlos”.
Pero también, decía, políticos y periodistas son especies que se repelen y se necesitan para vivir: “Los políticos trabajan para lo factible entre pugnas subterráneas; los periodistas trabajan para lo deseable hundidos en la realidad. Entre ellos el matrimonio es imposible, pero inevitable el amasiato”.
Así como el presidente electo anuncia, como parte de su ofrecida “Cuarta Transformación”, que separará el poder político del poder económico, lo necesario y urgente es que también rompa con la tradicional relación entre el poder público y los medios de comunicación cimentada en el dinero público y las complicidades.
No basta con enunciar virtudes, sino acreditarlas. El periodismo ante López Obrador, ahora como siempre, está llamado a verificar si las ofertas se cumplen mediante el riguroso escrutinio que tanto exaspera al poder de cualquier signo…
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