“Un país no se duerme autoritario y amanece demócrata”
Juan Carlos Monedero está en México para acompañar a sus amigos de la izquierda en este momento histórico. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador, dice el politólogo, da esperanza a todo el continente. En entrevista con Pie de Página, desgrana los retos que enfrentará el gobierno entrante: “No podemos ser ingenuos, desde la noche del domingo el poder comenzó a conspirar para sacarlo del gobierno”
Es un quiebre histórico. Con “el loco de Trump” en el norte, con “un momento muy claro” de agotamiento del modelo neoliberal, y con una revolución de las mujeres “que aquí está pendiente”, el triunfo de un movimiento izquierdista en México es esencial “para este país y para todo el continente” y “un relevo de los gobiernos de cambio, que ahora mismo están exhaustos”.
Quien habla es Juan Carlos Monedero, uno de los ideólogos de la izquierda española, fundador de Podemos y asesor de gobiernos en América Latina, que ha venido a México a acompañar a sus amigos el día que país tiene la mayor oportunidad de dar un giro a las manecillas del reloj. “No es poquita cosa aquí. Para mí es un regalo”, dice animado.
Monedero acepta una entrevista con Pie de Página horas antes del inicio de la jornada electoral que ya percibe como histórica: “La victoria de López Obrador en México es una esperanza para todo el continente; una señal para Estados Unidos, para Bernie Sanders, para Centroamérica, para Naciones Unidas”. ¿Y Europa? El viejo continente mira a América con unas gafas que dejan fuera de foco sus problemas de fondo, concentra la mirada en Venezuela “para construir ese monstruo que sirve para después hacer política interna”, pero no se informa con la misma capacidad de incidencia sobre “los países alineados”.
Arranca la charla con una verdad demoledora: “las noticias de México son noticias de la desesperanza”. Luego, se instala en el 1 de julio de 2018 y matiza: es fascinante la capacidad del pueblo mexicano de resucitar las energías utópicas que una y otra vez le han sido robadas.
“Cuando te engañan muchas veces te hacen pensar que eres un pendejo y que te mereces lo que te pasa. Y cuando uno mira todas las traiciones que las élites han hecho a este pueblo, me parece sorprendente que la gente tenga ganas siquiera de ir a votar. Porque es muy fácil sembrar la decepción, y la decepción conduce a la parálisis. Sin embargo, este escenario electoral de mucha participación (…) es una manera de decir: voy a hacer un último esfuerzo porque creo que el cambio es posible”, dice Monedero.
El español hace el repaso de las últimas batallas perdidas y mientras lo dice, es inevitable sentir el peso de esos 30 años: el robo de las elecciones en el 88; las elecciones fracasadas del 94, con el levantamiento zapatista y los acuerdos de San Andrés; el fracaso del gobierno del PAN en el 2000; el robo de las elecciones en 2006; el fracaso del movimiento de Javier Sicilia, y del yosoy132…
“Cuesta tanto esfuerzo en un país reunir tantas energías, que cuando te las hurtan, a veces necesitas toda una generación para recuperarlas”, dice Monedero. “No sé si (los mexicanos) tienen las fuentes magnéticas de Tenochtitlán”.
Los límites del cambio
Pensar que quienes tienen el poder permitirán unas elecciones donde se va a poner en cuestión su poder es una ingenuidad, suelta Monedero. “Es que eso no ocurre. A veces creemos que la democracia existe… y existe relativamente”.
Desde esa posición, concluye que los que ha hecho López Obrador con sectores empresariales han tranquilizado a gente que si no “estaría mucho más beligerante”.
En ese punto no da concesiones: esos acuerdos que han disuelto a las ideologías (“las tres grandes coaliciones que hay en México son inexplicables en términos clásicos ideológicos”), hacen posible marcar ciertos límites de cambio dentro de lo que puede suponer una transición. “Y hablo de una transición, porque México no va a ningún tipo de cambio estructural, eso no está en el horizonte”.
— ¿Por qué lo ven como una esperanza para la izquierda, si no va a una transformación?
— Por el deterioro del gobierno de Enrique Peña Nieto, el deterioro del gobierno de Felipe Calderón, el deterioro del gobierno de Vicente Fox… vamos, ¡es que si uno mira desde (Carlos) Salinas, cada vez empeoran más las condiciones de vida de las mexicanas y los mexicanos! Y también porque sabemos que el poder en el mundo es muy violento. Mira lo que sucede en Siria y otros lugares: hay gente poderosa que no tiene escrúpulos y que antes de dejar el poder es capaz de apostar por procesos de violencia internos. Ves los intentos de avocar a Venezuela a una guerra civil, y dices: ‘¡Están locos!’… Pues sí, están locos. Por eso este no es momento de maximalismos. Si Andrés Manuel López Obrador puede frenar la corrupción, ya es un gran avance, porque, por ejemplo, nuestra experiencia en el Ayuntamiento de Madrid es que anualmente, sólo por no robar, se están generando mil 300 millones de euros de superávit. Y si se puede poner en marcha un proceso de industrialización que mejore las condiciones de empleo, si se puede poner en marcha un plan que frene los feminicidios, si se puede recuperar el control del norte del país, si se puede abrir un proceso de diálogo con los indígenas para que emerja de manera virtuosa todo lo que surgió con el zapatismo y que parece que volvió a ocultarse… Todos esos cambios, que no son revolucionarios, suponen un cambio que mejor la vida de millones de personas.
En este tema no da concesiones: “A veces somos muy amigos de miradas épicas, del todo o nada, de hacer valer una coherencia ideológica teórica, y es verdad que hacer cambiar las cosas te implica mancharte las manos”, dice.
Pero matiza una advertencia: “Esto no significa, y eso es muy importante, que en esa tensión entre lo posible y lo ideal tenga que vencer siempre lo posible, y que la mirada sea necesariamente conservadora, y que tengamos que estar constantemente renunciando a nuestros programas de máximos cuando la derecha nunca renuncia a los suyos. Porque la derecha nunca renuncia a sus programas de máximos”.
No es momento entonces para la agenda completa, sino para hacer cierto ese dicho castellano: vísteme despacio, que tengo prisa.
El relato de la transición y “la posibilidad de que te vean”
Andrés Manuel López Obrador augura Monedero “va a tener el gobierno, no va a tener el poder. Porque desde la misma noche del domingo el poder va a estar conspirando para seguir siendo poder y para sacar del gobierno a López Obrador”.
— ¿Cómo entendemos, entonces, la incorporación en el equipo de gente que pertenece a la “mafia del poder”?
— Lo veo como cuando el ejército rojo de la revolución del 17 tuvo que nombrar a generales zaristas para poder ganar la guerra contra Alemania. Es que hay veces que no nos damos cuenta de que el Estado es la condensación institucional de cómo se han solventado históricamente los conflictos. Y el Estado siempre tiene la huella de los vencedores, y tiene un sesgo fortísimo de clase, patriarcal, colonial, y lo aplica solo en virtud de la correlación de fuerzas. Por tanto, si tienes que negociar con generales zaristas para ganar la guerra a Alemania, pues con todo el dolor de tu corazón tienes que hacerlo. Pero tienes que establecer garantías para que esos generales zaristas, que eran todos espías del ejército blanco y que en cuanto te descuidaras corrías el riesgo de volver los fusiles en tu contra, estén vigilados. Y necesitas que la tropa sea consciente de que esos generales están ahí porque les necesitas, no porque sean de los tuyos. Por eso es muy importante que se entienda que las elecciones forman parte de un cambio que tiene que ser más amplio. Que las elecciones son esenciales, pero, o se acompaña el proceso de cambio, o el proceso solamente con el gobierno tiene dificultades de ser un cambio real.
— ¿Qué tendríamos que aprender de la transición en España?
— Tiene que ver con esto mismo. La transición en España empieza a abrazar el modelo neoliberal de los llamados pactos de la Moncloa y una de las ideas centrales fue que en aquél momento el Partido Comunista, que controlaba el principal sindicato, mandó a la gente a dejar las calles para que todo se hiciera en el parlamento. Y eso fue un profundo error porque con gente en la calle la transición hubiera tenido avances más democráticos.
Un segundo error de la transición fue “pensar que un país se acuesta autoritario y se despierta democrático. Eso es mentira. En mi libro La transición contada a nuestros padres ponía un chiste gráfico de 1976 donde una persona mayor franquista le decía a una persona joven: ‘¿Qué me va usted a decir a mí de la democracia? Yo que soy demócrata desde ayer por la tarde’. Entonces, el relato de lo que está pasando es esencial, porque el poder está ya luchando para construir un relato que es funcional para sus intereses, mientras que la democracia tiene que hacer un relato que sea funcional para la democracia”.
El relato de la transición fue, pues, otra de las fallas. “El relato desapareció de foco a los verdaderos demócratas: sindicalistas, mujeres que defendían el divorcio y el aborto, estudiantes a los que disparaba la policía y en su lugar parece que la transición la trajo Felipe González, el rey y Adolfo Suárez. Y ese relato falso no le da al pueblo herramientas para entender por qué tiene que seguir peleando”.
Y es justamente el relato lo que hace tan difícil la pelea de los movimientos de izquierda. “Es mucho más fácil luchar contra un fascista en el año 36 que luchar contra un nuevo fascista que trabaja en Standars & Poors y va vestido con un traje y sonríe: el primero ves que hace el mal, y el segundo ha hecho un curso de coach para mentir”, dice. “Lo que no terminamos de entender en la lucha contra el modelo neoliberal es que estamos luchando, no contra un modelo económico, sino contra un sentido común”.
— ¿Cómo conciliamos esa batalla por el relato en una sociedad tan polarizada? Porque justamente la principal crítica que se le hace a López Obrador es que polariza…
— Yo tengo dos matices: Primero, que la polarización es buena porque lo contrario es la connivencia con quien marca las grandes políticas, que siempre están, de alguna manera, expresadas a través de los medios de comunicación. Y la polarización despierta. Es la posibilidad de que te vean, que no haya ese genocidio silencioso. Por eso la polarización le molesta al poder, porque el poder lo que quiere es que se parlamentaricen los conflictos, porque sabe que ahí tiene la capacidad de maquillarlos e incluso de ocultarlos, mientras que en las calles es mucho más complicado. Y la polarización, tiene detrás algo que es una de las grandes ventajas de lo que ha hecho López Obrador: mantenerse firme en algunos de los principios. Es la posibilidad que le brinda ahora para lograr algunos acuerdos, que si no fuera porque se le lee como una persona de firmes convicciones no serían posibles.
El segundo matiz es que quienes realmente polarizan son los que tienen el poder. “Resulta que te dicen que hay lucha de clases solamente cuando dices: ‘no estoy dispuesto a trabajar 16 horas al día’, o ‘no quiero que me maten a mi hija’. Pero la lucha de clases existe cuando la mitad de México es pobre, o cuando los niveles de la educación van hacia abajo (…) Los ricos solamente se ocupan de algunos problemas cuando hay un tiroteo en Monterrey, pero mientras se mueren todos los días decenas de personas pobres les da absolutamente lo mismo. Y cuando tu disientes, los poderes van a construir tu imagen como antimexicano, amante de la violencia, te van a llamar castrochavista y cualquier tipo de imbécil”.
Y en eso es central la vinculación entre las empresas de los medios de comunicación y los poderes, que funciona “para desactivar a la ciudadanía, para que una parte de los sectores populares odien a las víctimas y amen a los verdugos, y para convencerlos de que no existen alternativas y para confrontar con los que realmente quieren cambiar las cosas”.
Por eso, insiste Monedero, el relato de estos tiempos tiene que ser el de las fuerzas democráticas.
Las mujeres, ausentes
Monedero hace una pausa para enfatizar la gran ausencia que ve en la larga batalla mexicana por la democracia: la ausencia de las mujeres en la reflexión escrita:
“Me ha llamado mucho la atención en este viaje la ausencia de mujeres en las reflexiones… No hay libros. Cuando, por ejemplo en España, la perspectiva democratizadora por excelencia la están protagonizando las mujeres. Eso me llama la atención. He visto textos históricos de grandes líderes de la izquierda mexicana en donde no aparecen las mujeres por ningún lado, cuando en Europa el sujeto ahora mismo de transformación es profundamente femenino… Y eso falta”.
El tema nos lleva necesariamente a la efímera posibilidad de tener en las boletas a una mujer indígena, que representara los intereses de dos de los sectores más vulnerados en México. Y eso a su vez nos lleva al zapatismo. Monedero no se anda por las ramas: “Respetando radicalmente al zapatismo y lo que ha significado para México y para el mundo, creo que falta un poco de táctica y sobra estrategia”, dice.
La crítica es profunda: “Yo lamenté profundamente en 2006 la confrontación entre Marcos y López Obrador. Me parecía intolerable, más allá de las razones que tuvieran uno y otro, porque esa confrontación desanimó a mucha gente (…) A mí, la posibilidad de que el gobierno de López Obrador no satisfaga las necesidades indígenas no me cabe en la cabeza, pero en tanto en cuanto no existiera a Andrés Manuel, creo que su propia existencia obligaba a las mexicanas y mexicanos a probar esa alternativa, porque en tanto cuanto esa alternativa no demostrara sus potencialidades no había otra posibilidad de hacer nada, y por lo tanto, teniendo posiciones más radicales que Andrés Manuel López Obrador, yo lo hubiera agotado para que dejara claro lo que podía hacer y lo que no. Si lo hacía bien, ganábamos, y si lo hacía mal, podíamos justificar la necesidad de construir otra fuerza política. Pero mientras existiera esa sensación de que no le han dejado demostrar su proyecto para México ¿de qué sirve lanzar sospechas sobre su falta de radicalidad democrática o socialista, si te vas a quedar con esa queja anclado en la impotencia y luego no eres ni capaz de reunir 200 mil firmas para poderte presentar en las elecciones?”
Desde fuera, dice, lo que se percibía es que En México había desaparecido la izquierda: “el PRD había traicionado”, y el zapatismo “fungía como la gran referencia pura de la reivindicación democrática, con contenidos libertarios, de democracia horizontal, de asambleísmo, de lucha radical contra la corrupción, pero también con ese discurso, para mí totalmente errado, de cambiar al mundo sin tomar el poder, es decir, sin la capacidad de reunir las firmas”.
Sin entrar en nombre, Monedero corresponsabiliza de eso a intelectuales que “hacen discursos sobre la no necesidad de acceder al poder y luego le dejas a la derecha la gestión del Estado: de los municipios, de las gobernaciones, de los jueces, de las universidades, y de Los Pinos. ¡Es una estupidez!”.
Sin embargo, esa desventaja fue lo que, desde el análisis de Monedero, permitió la emergencia de Morena, “porque sólo puedes inventarte otra izquierda a partir de las cenizas (…) Yo siempre decía en España que la reinvención de la izquierda era con las cenizas de Izquierda Unida. En España el 15M, el movimiento de los indignados, redujo a cenizas a Izquierda Unida y ahí surgió el momento de crear Podemos, pero antes no había espacio”.
Ahora, el reto es mayor, porque hay “un México avanzado, tecnológicamente en el primer mundo, un México que habla inglés, que exporta su inteligencia a otros países”. Pero también hay “un México consumista, un México frívolo en los medios de comunicación”, donde los valores dominantes son los valores de las clases dominantes. “Y ese sector, de alguna manera marca un imaginario que hace una parte de México quiera aspiracionalmente formar parte de esa clase media, y no lo es ni por asomo. Y creo que eso dificulta una interrogación así mismo del país”.
El partido – movimiento
— En ese escenario, ¿qué le recomendaría Monedero al gobierno que inicia?
— Sería un poco soberbio intentar plantear una agenda. Pero creo que la gente que va a configurar el gobierno y la administración ya está prácticamente nombrada y es gente que lleva meses pensando sus planes y lo que va a hacer. Lo que no está tan claro que existe es la articulación del partido… Si Podemos accediera al poder en España yo estaría profundamente preocupado en organizar el partido, más que en organizar un ministerio, porque la garantía de poder llevar a buen puerto el programa electoral es tener ese partido movimiento muy engrasado, muy al pie de calle, muy en contacto con los movimientos sociales, muy en contacto con las necesidades populares, con los estudiantes en las universidades, con las redacciones de los periódicos (porque no vas a tener contacto con los dueños de los medios de comunicación).
Explica: ante una obligación de gobierno, que siempre es muy exigente, y con los problemas que hay en México lo será más, es bastante probable que al partido lo pongas en segundo plano. Pero es justamente la condición de partido-movimiento de Morena lo que puede garantizar que los cambios que se planteen lleguen a buen puerto.
“Yo estoy convencido de que cuando López Obrador quiera poner en marcha cambios que impliquen una redistribución de la renta, va a recibir mucha oposición. Y quien va a inclinar la balanza es la gente consciente en la calle y el propio partido, que tiene que convertirse en un referente que tensione en su vinculación con los sectores populares, para que el poder sea consciente de que la no puesta en marcha de esas políticas genera un enfado popular”.
En contraparte, “en ausencia de la gente en la calle reclamando esa dirección de los cambios, los lobbys, las grandes empresas, los poderes económicos de siempre van a presionar con todo, empezando con los medios de comunicación, para intentar inclinar al gobierno hacia sus intereses”.
¿Cómo compensas eso? Monedero concluye: “Con la voluntad del gobierno no basta, en ningún sitio. Quien es capaz de apoyar a los gobiernos que tienen la voluntad de cambiar es la gente en la calle. Y si yo tuviera que decir algo, diría con mucha humildad: ‘no pierdan de vista eso’”.
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