El ciclo de la vida
La mañana del sábado tenía un tinte de aire frío, el cielo estaba azul, pintaba un día soleado, de los que suelen haber en el invierno. Rebeca no había despertado, desde hace varios días tenía poco ánimo para levantarse y hacer sus actividades cotidianas. Matilde y Gerardo, sus padres, se habían dado cuenta. El motivo era la partida física de su abuelito materno, don Román. Rebeca lo quería mucho y lo extrañaba; a sus 10 años la niña no asimilaba tan fácilmente la ausencia.
Don Román y Rebeca habían hecho muy buena mancuerda desde que ella era bebé, él solía contarle cuentos y eso desarrolló en ella el interés por la lectura, aprendió a leer antes de ingresar a la primaria.
Gerardo y Matilde acordaron platicar con Rebeca sobre el tema. Gerardo se fue a regar el huerto y dijo a Matilde que cuando la niña despertara la enviara a ayudarle, eso la ayudaría a distraerse un poco.
Rebeca no tardó en llegar al huerto, saludó a Gerardo quien la abrazó enseguida.
—¿Qué estás haciendo papi? ¿Te puedo ayudar?
—Sí Rebe, justo te estoy esperando, aquí tienes una cubeta pequeña para ir llenando y regando las plantas de hinojo.
Rebeca aprendió a conocer el hinojo por su follaje y su aroma, así que lo distinguía muy bien. Mientras hacía la actividad encontró una planta de hinojo seca, doblada. Llamó a su papá, Gerardo observó la planta, la reconoció, era una de las más altas que tenía en el huerto, poco común en las que normalmente había visto. Ya había cumplido su ciclo, estaba seca, no fue difícil arrancarla.
Aprovechó la ocasión para conversar con Rebeca sobre la partida del abuelo Román. La niña escuchaba atentamente.
—Ves esta planta Rebe, estuvo pequeña y creció mucho, mucho, nos dio lo mejor en su etapa de vida pero ha partido, su follaje se ha secado. Sin embargo, mira bien sus ramitas, ¿qué tienen?
—Son muchas semillitas, en cada rama hay varias.
—Así es, las semillitas son los frutos que nos deja y que podemos esparcir en el huerto, para sembrarlas y que con el tiempo crezcan y den más plantas. De esa forma, tendremos presente a la planta mamá. El abuelito Román también cumplió su ciclo de vida y dejó sembradas semillas en cada uno de quienes lo amamos, lo que aprendimos con él nos ayudará a dar los frutos de sus enseñanzas y tenerlo siempre en nuestro corazón.
Rebeca abrazó con fuerza a Gerardo, quien correspondió el gesto mientras la escuchaba sollozar y tratando de animarla le dijo.
—Los ciclos de la vida son parte de lo que nos toca vivir Rebe, quienes parten no se van, se quedan en nuestra vida, con sus enseñanzas y el amor que les tenemos. Ahora, escucha, el viento silba suavemente, mira qué bonito se mueven las hojas de los árboles.
Rebeca alzó la vista, sus ojos húmedos se fijaron en el paisaje mientras el viento les seguía acariciando.
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