¿Gustas un café?
La vida es como una taza de café. Todo está en cómo la preparas, pero sobre todo en cómo te la tomas.
Anónimo
El café es una bebida que, desde mi perspectiva, le gusta disfrutar a gran parte de la población, por su sabor, por su aroma, por su textura, por la diversidad y calidad de sus granos. En fin, son varias las características de esta aromática bebida, pero no es mi objetivo compartir estos elementos sino qué es lo que acontece cuando se degusta una taza de café. Les invito a hacer memoria.
Quizá les pareceré algo extraña, como a algunas personas, colegas, amistades, que cuando estamos en reuniones preguntan quién gusta café y soy, en la mayoría de ocasiones, la que no pide café y opta por un té o agua. Vienen ahora a mi mente algunas frases: ¿Cómo puedes vivir sin café? ¡Qué rico es tomar café! ¡Apetezco un café para poder trabajar! ¡Muero por un café!
No es que el café no me agrade, por el contrario, disfruto de su aroma, es delicioso. Incluso he aprendido a beberlo sin azúcar para degustar mejor su sabor. Simplemente no suelo beberlo diariamente como muchas personas lo hacen. De hecho tengo anécdotas gratas y tristes, como seguramente también ustedes, en donde esta bebida aromática forma parte del contexto. Me remontaré a mi infancia, solíamos tomar el café que preparaba mi abuelita Rosi, en el fogón de la leña. Era un momento muy grato, reunidos en familia alrededor del fogón, las personas adultas y las pequeñas con nuestras tazas con café caliente, humeantes… me encantaba agregarle tortilla de maíz de las que ella hacía, ahí estaba yo, sentada o de pie, disfrutando el cafecito en alguna tarde de un día domingo.
El beber café es un buen pretexto para tener una amena charla con amistades o familiares, para concertar una cita con la persona amada, para disfrutar de un círculo de lectura, para amenizar una clase, para acompañar una reunión de trabajo, para inspirarse a escribir sea por placer o por deber, para estar despierto ante una situación de vigilia… El café también está presente cuando alguna de nuestras personas amadas parte físicamente, es una de las bebidas que se comparte para acompañar la velación.
La degustación de café más reciente y grata que he tenido en este 2018 fue a varios cientos de kilómetros de ciudad coneja, Tuxtla Gutiérrez, en un espacio poco común, que en cierta manera evoca nostalgia, tristeza, la ausencia de libertad. Ahí una amiga me ofreció una taza de café para mitigar el frío, agradecí y dije que no. Ella insistió y acepté; comenzamos a charlar primero sobre un tema académico, luego se asomaron otros temas que fueron saliendo en la plática que se tornó más interesante; la taza de café se hizo doble, bebí cada sorbo disfrutando el sabor mientras escuchaba la conversación, dejé de sentir frío por un rato, hasta que las gotas de lluvia cayeron rápidamente y provocaron un nuevo descenso de temperatura. En ese lapso de tiempo de la conversación con el café como nuestro acompañante especial, vinieron experiencias, anécdotas, reflexiones sobre los temas, sonrisas y también muestras de asombro.
Ahora que tecleo estas líneas las relacioné con la frase de Gustavo Máynez Tenorio: «Frente a una taza con café se piensa, pero también se discute, se recuerda o se argumenta. Frente a la taza con café se columbra, se reflexiona, se sueña, se imagina, se escribe, se conversa, se enamora, se seduce, se rompe, se reconcilia, se halaga, se sugiere, se invita… Y el café, el misterioso café escucha, profetiza, atestigua, aconseja, da fe,
observa, asiente, se ruboriza…».
Y ustedes, ¿qué anécdotas tienen para compartir? ¿Cuándo apetecen su próxima taza de café?
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